El cuartel del sargento Pepper

?Uno, dos, tres, cuatro! ?Paso ligero! ?Yo te lo mando!", susurraba dulcemente Javier ?lvarez. Un ej¨¦rcito de 2.000 insumisos de ambos sexos coreaba sin ira y con ternura. M¨¢s que protesta, aquello parec¨ªa una oraci¨®n. Algunos se pasaron la parada retozando al borde de la felicidad; otros desfilaban a ritmo de rock and roll. El Cuartel del Conde Duque fue tomado durante dos horas por las huestes floridas del sargento Pepper. No hab¨ªa artilleros; todo era infanter¨ªa, incluso infancia. Ahora bien, la sensibilidad no entiende de edades. Y el talento, tampoco.Javier ?lvarez est¨¢ confirmando los buenos augurios con que fue recibido hace unos meses su primer ¨¢lbum, La edad del porvenir, del que ya se han vendido 50.000 copias. Suena a todas horas en radios y bares. Su irrupci¨®n ha sido fulgurante: en menos de un a?o, ha pasado del metro a las listas de ¨¦xitos sin romperse ni mancharse. En directo, convierte la sencillez en un placer sosegado. Javier ?lvarez y su tropa de seguidores son gente tranquila y perpleja que rinde culto a la belleza y a la suavidad.

Como pez en el agua

El cantante se desenvuelve en el escenario como pez en el agua. El sonido y el ritmo han sido cuidados meticulosamente. Y a los instrumentistas -magn¨ªficos- se les nota que gozan en el escenario. Musicalmente, ?lvarez es un barroco con muchas querencias. Nada le es ajeno, pero sabe dosificar las m¨²ltiples influencias que le fascinan. El p¨²blico cant¨® con ¨¦l durante todo el concierto. Se saben las canciones y se identifican con esas historias di¨¢fanas. Los bises fueron clamorosos. Un cierto aroma hippy se adue?¨® de la noche. Javier Alvarez no precisa de etiquetas. Simplemente, es un artista.