La resaca de una tragedia
La reciente tragedia de la miner¨ªa asturiana ha dado pie a numerosas opiniones que aprovechando la atenci¨®n que la desgracia propicia vienen a reiterar argumentos sobre Hunosa en los que casi todos los opinantes, sean personas o medios, son ya viejos conocidos para muchos asturianos.Las subvenciones a la empresa p¨²blica hullera se vuelven a presentar cr¨ªticamente como un despilfarro sin sentido econ¨®mico y como un agravio comparativo para el resto de territorios nacionales. Es decir; no estar¨ªan justificadas ni desde criterios de eficiencia, ni desde razones de equidad. La ¨²nica explicaci¨®n ser¨ªa exclusivamente pol¨ªtica, y adem¨¢s, pol¨ªtica en el peor sent¨ª do de la palabra. As¨ª, se ha vuelto a hablar de "voto cautivo" y de haber o¨ªdo en el fondo de la mina que "hay que votar a Felipe para que mantenga las minas". O sea, de nuevo el "cautiverio pol¨ªtico.7 de las subvenciones y el vergonzante electoralismo.
Lo primero que hay que recordar es que la empresa hullera ha reducido muy considerablemente su tama?o en los ejercicios precedentes y que en ese proceso muchas personas -profesionales de la empresa, sindicalistas y pol¨ªticos- comprometieron personalmente su credibilidad, su respeto profesional y su representaci¨®n en beneficio de los intereses generales que aconsejaron la paulatina reducci¨®n de la plantilla de la empresa. A todos ellos, y a muchos asturianos m¨¢s, especialmente a los n¨²meros, algunos de los an¨¢lisis y editoriales que estos d¨ªas han le¨ªdo y escuchado sobre la cuesti¨®n les habr¨¢n parecido injustos, sectarios y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, inquietantes. Merecen, sin duda, un breve comentario.
En segundo lugar, es preciso resaltar que, efectivamente, Hunosa y otras explotaciones carboneras asturianas reciben subvenciones p¨²blicas que tratan de equilibrar las cuentas de resultados de las empresas, que de modo muy abultado pesan m¨¢s del lado de los gastos que de los ingresos. Esas subvenciones lucen todos los a?os en los Presupuestos del Estado y, por lo tanto, son aireadas, difundidas y conocidas por el contribuyente. Se ajustan, adem¨¢s, a la normativa de la Uni¨®n Europea, que hasta el momento no ha planteado eh torno al caso reticencia alguna.
Por lo general, en Asturias somos conscientes de ser beneficiarios de la solidaridad del resto de espa?oles, que aligerando sus bolsillos sufragan los desequilibrios financieros de la empresa minera. En este caso, miles de asturianos son protagonistas, pasivamente, de la solidaridad que llega de fuera y valoran el hecho muy positivamente. Consideramos que, en realidad, los poderes p¨²blicos financian la pervivencia de empleos a los que es dif¨ªcil encontrar alternativa, en un mundo en el que, qui¨¦rase o no reconocer, es preciso apoyar infinidad de producciones para asegurar con ello cientos de miles de empleos.
. No dejamos de comprender, tambi¨¦n, lo tupida y compleja que es la red de la solidaridad en esta materia. Y por ello somos conscientes, a su vez, de que si es cierto que en materia minera somos sujetos pasivos de la solidaridad, en muchas otras pol¨ªticas participamos como sujetos activos de la misma en acciones de los poderes p¨²blicos que se dirigen a asegurar el empleo existente en otros sectores o actividades, en otras regiones o localidades de la geograf¨ªa nacional.
.En ¨²ltimo t¨¦rmino siempre se aduce el mismo argumento: la competencia exterior unida a la p¨¦rdida del valor estrat¨¦gico. de las producciones mineras. Esto es, ?para qu¨¦ producir carb¨®n si se puede importar sin riesgo alguno a precio considerablemente m¨¢s reducido de Australia, Colombia o Estados Unidos? Pues bien, ?se imaginan cu¨¢les ser¨ªan las consecuencias de la generalizaci¨®n radical de tanto empe?o por la eficiencia? Algunas de ellas, unas pocas, tengo inter¨¦s en relatarlas porque por su concreta localizaci¨®n territorial se contraponen a la idea de inequidad y agravio comparativo asociada a las ayudas al carb¨®n. Habr¨ªa que consumir bananos centroamericanos, importar muchos m¨¢s coches de Jap¨®n, poner en cuesti¨®n la actividad pesquera de nuestro pa¨ªs y buena parte de las producciones agr¨ªcolas, y as¨ª sucesivamente la lista ser¨ªa interminable. El resultado de todo ello no ser¨ªa otro que la desaparici¨®n de centenares de miles de empleos.
El banano centroamericano es barato y llega a puerto europeo a precio muy inferior al que los agricultores canarios son capaces de situar sus pl¨¢tanos en el mercado. Pese a ello, el Gobierno espa?ol logr¨® muy meritoriamente que primero en el GATT, y posteriormente en el ¨¢mbito de la Uni¨®n Europea, el pl¨¢tano canario accediera en condiciones ventajosas a la cesta de la compra de millones de europeos. Unos cuantos miles de empleos dependen en Canarias de la producci¨®n platanera. Est¨¢ muy bien lo que el Gobierno espa?ol ha logrado. La ¨²nica diferencia en este caso es que el empleo de los productores no lo financian los contribuyentes, sino los consumidores. ?Por qu¨¦ van a ser los productores canarios de pl¨¢tanos distintos de los grandes productores europeos de cereales que venden en el mercado mundial sus voluminosos excedentes de grano y reciben del contribuyente europeo una restituci¨®n que iguala el precio del mercado al coste de producci¨®n?
Cambiemos de sector. Durante muchos a?os, los espa?oles han adquirido coches nacionales que podr¨ªan haber adquirido en el exterior a precios m¨¢s razonables. Pero es comprensible que sucesivos Gobiernos hayan encontrado argumentos para defender miles de empleos en Valladolid, en Palencia, y en las zonas francas de Barcelona y Vigo. Y que, en esta ocasi¨®n tambi¨¦n, hayan sido los consumidores quienes en ¨²ltimo t¨¦rmino soportaron el apoyo. Todav¨ªa hoy, los autom¨®viles japoneses y de Corea del Sur, por citar dos casos, tienen lin¨²tado su acceso al mercado nacional. Pero, al empleo en el sector del autom¨®vil no s¨®lo se le apoya con dificultades en las fronteras. Est¨¢ sometido a los vaivenes del consumo y precisa alguna continuidad. La que, justamente, le proporcionan los expedientes de suspensi¨®n temporal de empleo fundados en unas normas de protecci¨®n por desempleo que tratan de cubrir la carencia de salarios de los trabajadores en fases de retraimiento de la demanda de coches. Por otra parte, no hacemos nada que no hagan franceses o italianos. Est¨¢ bien hecho lo que hacemos, aunque en este caso sean los contribuyentes los que pagan. Eso s¨ª, la diferencia con las ayudas al carb¨®n es que los presupuestos del Inein no se detallan hasta el extremo de que luzcan desagregadamente las ayudas al autom¨®vil.
Ahora mismo, la Comisi¨®n Europea y el Gobierno espa?ol est¨¢n haciendo ¨ªmprobos esfuerzos para garantizar que miles de pescadores de Galicia y Andaluc¨ªa puedan llevar a cabo su actividad en aguas de otros pa¨ªses. Ojal¨¢ se logre ese objetivo, que obliga a poner en juego no s¨®lo voluntad y destreza diplom¨¢tica, sino cuantiosos recursos financieros, que por v¨ªa directa e indirecta aportan los contribuyentes europeos, para que nuestros representantes en la negociaci¨®n puedan remover las posiciones iniciales de los titulares de los caladeros.
De manera que se har¨ªa largo el relato de actividades que precisan el apoyo p¨²blico para sobrevivir en este mundo. Unas en mayor cuant¨ªa que otras; unas en periodos de tiempos distintos; otras, incluso, con car¨¢cter permanente. Todas ellas alejadas de esa etiqueta de matiz tan descalificador que adjetiva a algunas pol¨ªticas como pasivas. Nada de eso. El apoyo al empleo no es beneficencia. En todo caso se trata de pol¨ªticas activas, y verdaderamente activas. Los pl¨¢tanos y el pescado se consumen, los coches prestan servicios y el carb¨®n no se apila en las escombreras, sino q¨²e se quema en las bater¨ªas de cok y en las centrales t¨¦rmicas.
Esta similitud entre pol¨ªticas de apoyo al empleo no puede servir a nadie de coartada. Tampoco puede ser justificaci¨®n para una defensa numantina de lo que tenemos. Hace tiempo que, a muchas personas, esta elemental constataci¨®n de lo que vemos a nuestro alrededor nos ha llevado a trabajar con el Gobierno socialista por una soluci¨®n al problema minero que no fuera traum¨¢tica para los trabajadores y que aportara razones para la esperanza a los miles de familias que de modo directo e indirecto dependen del empleo minero. Ahora se olvida con frecuencia que las comarcas mineras asturianas no viv¨ªan exclusivamente de la extracci¨®n de carb¨®n; en ellas se localizaba tambi¨¦n una actividad sider¨²rgi ca muy importante de la que quedan escasos vestigios. De modo que las comarcas mineras asturianas afrontaron primero el problema sider¨²rgico y posteriormente el hullero, en unas condiciones del entorno que no siempre facilitaron la sustituci¨®n de unos empleos por otros.
Los socialistas asturianos encontramos estos a?os mucha comprensi¨®n en el Gobierno de la naci¨®n para tratar de atacar estas cuestiones. Para hacer frente al problema espec¨ªfico de la empresa y para poner en pr¨¢ctica pol¨ªticas que fueran capaces de hacer atractiva la regi¨®n al capital propio y al for¨¢neo. Ejemplos emblem¨¢ticos como Dupont y Thyssen demuestran que esa l¨ªnea es sensata y que de ella se obtienen resultados si se persevera en las acciones. Hemos contado tambi¨¦n con la ayuda de muchos profesionales leales a su empresa; de los sindicatos que han pacta do las condiciones de reducci¨®n de las plantilla y de acompa?a miento de las medidas estricta mente empresariales de otras que revitalizasen las maltrechas econom¨ªas de estos territorios. Unos y otros -yo creo que todos comprendemos que es necesario, e incluso conforme a normativa comunitaria, que los poderes p¨²blicos apoyen el empleo existen te; que reduzcan la magnitud financiera del apoyo a niveles manejables; y que, entretanto y en' tre todos, se propicie el clima po l¨ªtico y social conveniente para que vengan a Asturias m¨¢s Du pont y m¨¢s Thyssen y sudan mu chas iniciativas propias que ani men nuestra econom¨ªa.
Frente a ello nos hemos encontrado con una derecha que no ha olfateado en este viejo problema otra cosa que la posibilidad de restar apoyos pol¨ªticos a los socialistas en Asturias. Una parte de ella, que podr¨ªamos denominar como derecha sincera, ha mantenido y sigue manteniendo, como hemos comprobado estos d¨ªas, una posici¨®n que se resume en el "que se cierren las minas". Otra parte, que por contraposici¨®n denomino derecha insincera, ha sostenido solemnemente, en palabras de Aznar en Oviedo, que "no sobra ning¨²n minero" (sic). Es una l¨¢stima que la derecha se distancie de este modo del problema. Es una pena que la tragedia pueda dejar esta resaca. Pero, ciertamente, as¨ª est¨¢n las cosas.
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