Geniales monstruos
Las madres de los dos campeones son sus mejores aliados. Encaramadas en rascacielos, neoyorquino y b¨ªblicas, podr¨ªan repetir: "Eres mi hijo muy amado (y ?tan bello!) en el que he puesto todas mis complacencias". Byron (aficionado al ajedrez) durante su infancia cre¨ªa ser monstruoso mutilado. Su obra El deforme transformado comienza as¨ª:
Berta. Fuera de aqu¨ª, jorobado
Arnold. Nac¨ª as¨ª, madre. Este di¨¢logo reproduc¨ªa otro que el poeta mantuvo con su propia madre. A?os despu¨¦s Stendhal (tambi¨¦n aficionado al ajedrez) deslumbrado por el joven poeta, reconoci¨®: "Nunca he visto nada, tan bello". Algunos campeones se sintieron monstruosos durante su . adolescencia. El arte de jugar les permiti¨® enchiquerar se en s¨ª mismos. La pretendida mutilaci¨®n de su fealdad, les alej¨® del mundo, al tiempo que se volv¨ªan carism¨¢ticos como tantos famosos cojos: el Jacobo del G¨¦nes¨ªs, Edipo, Tikaro o Hefaistos. La segunda partida abort¨® sin carisma ninguno en otras tablas.
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