Los generales est¨¢n de moda
Los jefes militares abundan en los lugares de privilegio de las listas de los partidos para las elecciones de diciembre en Rusia. Una circunstancia que el autor del art¨ªculo considera muy, inquietante.
La orden de salida de la campa ?a electoral en Rusia acaba de sonar y ya se puede observar una caracter¨ªstica curiosa en la fisonom¨ªa de los partidos y bloques que se preparan para concurrir a los comicios. En casi todos ellos, con excepci¨®n de los m¨¢s democr¨¢ticos (los partidos respectivos de los economistas liberales Yegor Gaidar, Grigori Yavlinski y Bor¨ªs Fi¨®dorov), hay un general entre nombres en cabeza de compa?¨ªa de Iv¨¢n Ribkin, el jefe de la Duma (la C¨¢mara baja del Parlamento), est¨¢ el h¨¦roe de Afganist¨¢n y general ca¨ªdo en desgracia Bor¨ªs Gr¨®mov; en el bloque electoral Por la Patna, un puesto en la troika de cabeza corresponde al jefe de las tropas de Paracaidistas, Yevgueni PodkoIzin, mientras que en los primeros puestos de otras listas aparecen los nombres del golpista Valent¨ªn Var¨¦nnikov y del ex jefe de los Paracaidistas, el general Viacheslav Ach¨¢lov. Incluso el bloque del Gobierno, Nuestra Casa Es Rusia, ha conquistado para sus puestos de cabeza al general Lev Rojlin, que se distingui¨® en la campa?a chechena. Esta presencia de galones en las caballerizas preelectorales no es dif¨ªcil de explicar si tenemos en cuenta las viejas tradiciones rusas, seg¨²n las cuales en toda boda de post¨ªn se consideraba necesario contar con la presencia de un general como huesped de honor para dar realce y solemnidad. De ah¨ª viene la expresi¨®n rusa general de boda para designar a un personaje de relumbr¨®n, sin influencia real. Dado que las elecciones al Parlamento son una especie de ceremonia de matrimonio entre los pol¨ªticos y el pueblo, resulta imposible prescindir de tan solemnes figuras.
Bromas aparte, en la militarizaci¨®n de las c¨²spides de los partidos se esconde un s¨ªntoma m¨¢s inquietante. En su intento de completar las listas de candidatos con altos oficiales, los organizadores de los partidos siguen un instinto pol¨ªtico certero, que les indica la infalibilidad de la apuesta por los militares. La sociedad rusa, en lo que se refiere al estado de ¨¢nimo de la poblaci¨®n, se desliza r¨¢pidamente hacia una aceptaci¨®n del establecimiento del poder de instituciones olig¨¢rquicas y monopartidistas. Los ¨®rganos ejecutivos de poder y las instituciones representativas se han desacreditado totalmente. Las ¨²ltimas encuestas de opini¨®n p¨²blica muestran que el 60% de los habitantes del pa¨ªs est¨¢ convencido de que las posibilidades de los actuales dirigentes en Mosc¨² se han agotado y de que es necesario un relevo de l¨ªderes. La gente no conf¨ªa ni en el presidente (s¨®lo un 4% conf¨ªa completamente en ¨¦l; un 26%, parcialmente, y un 51% desconf¨ªa totalmente), ni en el Gobierno (6%, 35% y 36% respectivamente), ni en el Parlamento (3%, 31% y 35%), ni en los partidos pol¨ªticos (2%, 22% y 42%).
Hoy por hoy, las Fuerzas Armadas son la ¨²nica instituci¨®n que mantiene relativamente alta su reputaci¨®n, a pesar de que la confianza en ellas tambi¨¦n disminuye. Un 20% de los rusos conf¨ªa totalmente en el Ej¨¦rcito; un 38%, parcialmente, y un 20% no conf¨ªa en absoluto. Hasta hace poco, la Iglesia ortodoxa y los medios de comunicaci¨®n gozaban de la confianza de la poblaci¨®n pero sus baremos han disminuido en forma notable. En la Iglesia conf¨ªa totalmente un 18% de los rusos, un 34% lo hace parcialmente y un 22% . no conf¨ªa en absoluto. Para los medios de comunicaci¨®n, estos ¨ªndices son del 11%, 56% y 19%, respectivamente. Aproximadamente un tercio de los encuestados supone que Rusia puede superar estos tiempos dif¨ªciles con "la llegada al poder de una personalidad fuerte, que restablezca el orden y larespuesta m¨¢s com¨²n), mientras que s¨®lo el 3,5% de los consultados da como remedio una reducci¨®n radical de los gastos militares. El 22% de la poblaci¨®n. del pa¨ªs no tiene nada en contra de la disoluci¨®n del Parlamento y la instauraci¨®n del gobierno de un solo partido y otro 12% declara que le es indiferente si esto sucede.,
A la luz de estos resultados y de otros semejantes no parecer¨¢ extra?o si el fantasma del pinochetismo abandona las p¨¢ginas de las obras de politolog¨ªa para echar a andar por las extensiones de la sufrida tierra rusa.Y la inclusi¨®n de generales en la direcci¨®n de una serie de partidos, adem¨¢s del deseo de atraer los votos de los electores, significa que cada uno de los partidos no liberales: aspira, por si acaso, a tener su propio Pinochet.
Mientras tanto, en las filas de los generales ha surgido una figura que claramente se. sale del papel degeneral de boda y que puede pretender al papel de novio. Nos referimos a Alexandr L¨¦bed, que sin duda supera a los dem¨¢s representantes de la casta militar, tanto por la talla de su personalidad como por el prestigio que ha conquistado en la sociedad. Su autoritaria voz de bajo, que pronuncia audaces invectivas contra el comandante en jefe y presidente y contra el ministro de Defensa; sus declaraciones afor¨ªsticas, que por su laconismo har¨ªan honor incluso a Julio C¨¦sar; su apariencia de fiera, que inesperadamente contrasta no s¨®lo con su fina inteligencia, sino tambi¨¦n con su apellido de cuento -L¨¦bed significa cisne-; todo esto, unido a sus acciones reales para conseguir la paz en el Transdni¨¦ster, a desenmascarar la corrupci¨®n de las autoridades locales y garantizar la capacidad de combate del 140 Ej¨¦rcito, emplazado en ¨¦sa zona moldava, le granje¨® al general una fama nacional. Despu¨¦s de que en junio fuera destituido, a su imagen se agregaron tonos de perseguido por el impopular poder, de v¨ªctima, cosa que en Rusia es un seguro camino para subir al poder, un camino que, a prop¨®sito, recorri¨® el mismo Yeltsin.
Como resultado ocurri¨® la sensacional noticia predicha hace mucho: a partir de junio, L¨¦bed se coloc¨® firmemente entre los cinco principales pretendientes al sill¨®n presidencial. En algunas encuestas incluso encabeza el quinteto, mientras que en otras es adelantado un poco por el ultranacionalista VIad¨ªmir Zhirinovski, Grigori Yavlinski, el primer ministro V¨ªktor Chernomirdin o el l¨ªder comunista Guennadi Ziug¨¢nov. Pero la poca distancia que las consultas muestran entre ¨¦l y los otros conocidos pol¨ªticos nos debe hacer concluir que sus posibilidades de convertirse el pr¨®ximo a?o en jefe del Estado son bastante grandes.
Junto con L¨¦bed, ingres¨® en el grupo de partidos destacados la organizaci¨®n que lo fich¨®, el Congreso de las Comunidades Rusas (CCR), que hasta entonces era poco conocida. Ideada como un instrumento para defender los intereses de las minor¨ªas rusas en, las rep¨²blicas de la antigua URSS, se est¨¢ transformando claramente en una cuarta fuerza: se opone al campo oficialista de Chernomirdin y de Ribkin, a los democr¨¢tas liberales Yegor Gaidar y. Yavlinski, ya los comunistas de Ziug¨¢nov. Adem¨¢s, como defensor de los rusos, tambi¨¦n quita electorado nacionalista tan to a Zhirinovski como al bloque Derzhava (Estado), del ex vicepresidente Alexandr Rutsk¨®i. Por el momento es dif¨ªcil juzgar c¨²al ser¨¢ el programa positivo del CCR y cu¨¢les son las orientaciones del mismo L¨¦bed con respecto a un amplio c¨ªrculo de problemas. S¨®lo sabemos que se trata de un hombre de ideas firmes y determinadas, pero no esticlaro si est¨¢s ideas forman un sistema coherente y viable. Tampoco est¨¢ claro que coincidan con las de los otros dirigentes del CCR -Yuri Sk¨®kov, Dmitri Rogozin y Sergu¨¦i Gl¨¢ziev- y no sabemos si suceder¨¢ como en la f¨¢bula de Krilov: "El cisne tira hacia las nubes, el cangrejo hacia atr¨¢s y el lucio hacia el agua..."
Por ¨²ltimo, no se sabe qu¨¦ acciones emprender¨¢ frente a los vuelos de L¨¦bed su jefe constante -a partir de la escuela militar y durante toda su carrera posterior de oficial-, el actual ministro de Defensa, P¨¢vel Grachov, quien hoy es probablemente el candidato n¨²mero uno a convertirse en un Pinochet ruso.
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