Guerrero del amor
Seg¨²n uno de los mitos m¨¢s difundidos sobre Jimi Hendrix, su sonido alucinado e hiriente fue el resultado de su paso por Vietnam. Tiene cierta l¨®gica: temas como Machine gun se entendieron como la condensaci¨®n sonora de la guerra y de su impacto sobre la sociedad estadounidense, una apreciaci¨®n compartida por Coppola y muchos directores que han hecho pel¨ªculas sobre Vietnam con m¨²sica hendrixiana.Y no. Hendrix fue paracaidista pero se hab¨ªa licenciado cuando su regimiento vol¨® hacia Asia. En realidad, sus experiencias de formaci¨®n fueron m¨¢s tradicionales: cuatro a?os como m¨²sico itinerante respaldando a cantantes en giras con m¨¢s hambre que gloria. Hab¨ªa asimilado las ense?anzas de los guitarristas de blues y rock and roll de los cincuenta. Y tuvo la fortuna de caer en el circuito bohemio del Nueva York cuando estaban reventando los l¨ªmites formales del rock y llegaban al mercado amplificadores potentes y pedales que modificaban el sonido.
Sin embargo, tal vez se hubiera quedado en leyenda local de no cruzarse un ingl¨¦s en su camino. Chas Chandler, de los Animals, sigui¨® una recomendaci¨®n de la novia de Keith Richards, fue a verle al Greenwich Village y comprendi¨® que aquella fiera ten¨ªa futuro en Londres. All¨ª el blues el¨¦ctrico estaba pasando de m¨²sica de secta a g¨¦nero masivo. Y los brit¨¢nicos eran insaciables y respetuosos respecto a los artistas negros.
En el Reino Unido, Hendrix pudo expresarse con relativa libertad, pero su reconocimiento lleg¨® inicialmente por las piruetas que hac¨ªa con su instrumento y por sus casacas militares, aunque Eric Clapton, Paul MacCartney, Pete Townshend y todos los que ten¨ªan o¨ªdos comprendieron que all¨ª hab¨ªa mucho m¨¢s que un showman vistoso.
Pasmoso que en cuatro a?os escasos de vida p¨²blica pudiera dinamitar las fronteras de la guitarra el¨¦ctrica al tiempo que actuaba sin descanso, se peleaba con sus representantes, y disfrutaba a fondo de todos los placeres propios de una estrella. S¨®lo se puede explicar recordando su fiebre de crear: aprovechaba sus abundantes jornadas en el estudio para experimentar, improvisar, plasmar bosquejos de canciones (tanta actividad nutrir¨ªa la catarata de discos p¨®stumos).
Duele pensar en los proyectos que se quedaron en el aire. La reuni¨®n con Miles Davis. El disco a medias con la Orquesta de Gil Evans. Los sue?os de una m¨²sica celestial. No obstante, mejor no hacerse ilusiones. Con el rumbo que ha tomado la industria del rock, uno puede imaginarse a un Hendrix pasado de moda obligado a grabar para compa?¨ªas independientes, tocando en peque?os locales mientras Lenny Kravitz y dem¨¢s admiradores se llevan las ventas millonarias: abundan historias reales muy similares.
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