La rehabilitaci¨®n de Z¨¹lle
Jalabert contin¨²a en la primera etapa pirenaica con su tarea de sumar segundos
La vuelta corre capic¨²a. Por delante y por detr¨¢s es como si todos los corredores viajaran en el autob¨²s, el c¨¦lebre grupo que se forma m¨¢s por suma de debilidades que de fortalezas. Dejando de lado a Jalabert, que, en todo caso, es el ch¨®fer aventajado de convoy, los mismos, m¨¢s o menos, 15 corredores que se han puesto como meta llegar por delante en las etapas duras protagonizan el grupo delantero. Unos 30 cuyo objetivo es no llegar fuera de control hacen lo mismo en el trasero. Entre medias, los que buscan y no encuentran su espacio vital; los habituales de arriba que tienen un mal d¨ªa o los de abajo que se sienten animados. Poco m¨¢s. Bueno, s¨ª, cotidianamente hay cosas curiosas. Ayer, primer d¨ªa pirenaico, fue Z¨¹lle.Z¨¹lle, dicen en su equipo, necesitaba rearmarse moralmente. El l¨ªder primigenio del ONCE estaba al borde de la desolaci¨®n, a las ca¨ªdas sumaba despistes y a ¨¦stos, catarros. Su presencia y su trabajo, consideran sus mentores, son fundamentales para que a Jalabert no se le escape la Vuelta. As¨ª que ayer el ONCE se organiz¨® una fiesta ben¨¦fica en provecho propio. Pueden hacerlo no s¨®lo porque son los m¨¢s fuertes, sino porque, su mandamiento de fe colectiva lo exige. Planificando como siempre, Z¨¹lle lanz¨® el ataque que no intent¨® en ?vila, cuando tambi¨¦n el gui¨®n se lo exig¨ªa, entonces para ganar la Vuelta.
Lo de ayer fue al modo de La Plagne en el Tour. Entonces fue una fuga consentida por Indur¨¢in; ahora, casi obligada por las circunstancias. En un grupo en el que el segundo de la general no se atreve a atacar por miedo a perder la plaza, en el que el ritmo lo marca quien Z¨¹lle quiere, en el que tampoco atacan los, esperados Virenque y Pantani -¨¦ste lo hizo, pero para quedarse espatarrado y ceder 13 minutos-, Z¨¹lle actu¨® como los desheredados de las fugas lejanas, pero con mucha m¨¢s calidad. Hasta los tres con quien coincidi¨® en el corte -S¨¢nchez, Irusta y Ben¨ªtez- le ayudaron en su tarea rehabilitadora, tirando del carro y dejando al suizo de palafrenero. Cuando el pelot¨®n estaba ya a cuatro minutos, los tres se dieron cuenta del error, pero s¨®lo pudieron contemplar el resultado y no enmendarlo. Z¨¹lle los dej¨® tranquilamente y solo se fue.
Gan¨® con claridad, permitiendo que Jalabert terminara con su fest¨ªn acostumbrado en la cima de Pla de Beret. Unos segundos y una bonificaci¨®n en los ¨²ltimos metros. Cuesti¨®n de que nadie olvide qui¨¦n manda.
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