Fiebre del s¨¢rbado 'underground'
"Nunca me llevas a ninguna parte", me espet¨® mi actual esposa.Estuve un momento mir¨¢ndola. Era s¨¢bado y yo hab¨ªa llegado a casa tras una intensa jornada en mi arriesgado oficio de periodista de investigaci¨®n. Me sent¨ªa cansado. No estaba para bromas. Habr¨ªa sido f¨¢cil soltar una groser¨ªa.
Pero decid¨ª ejercer mi enorme fuerza de voluntad y, en una muestra de esos buenos prop¨®sitos por perfeccionarme, le dije: "Perd¨®name, cari?o, tienes raz¨®n. Probablemente en mi af¨¢n de encarcelar a malhechores, ¨²ltimamente no te he prestado toda la atenci¨®n que mereces. ?Ad¨®nde quieres ir?".
Me sonri¨® dulcemente. "Mira", dijo con ese vozarr¨®n que me encanta, "hace meses que inauguraron a bombo y platillo la l¨ªnea 6 del metro, bautizada la M-30 del sistema subterr¨¢neo porque es circular y de lo m¨¢s moderno, y todav¨ªa no la hemos visto".
En esto me ense?¨® un recorte de prensa que, al parecer, hab¨ªa estado guardando celosamente. Seg¨²n dec¨ªa, al terminar las seis ¨²ltimas estaciones, el Gobierno regional consideraba esta obra como "el emblema m¨¢s potente" de su apoyo al transporte p¨²blico. Su presidente hizo un alegato a favor de este "viejo y potente medio" y se dej¨® fotografiar en el metro con el presidente de la Asamblea, los ministros de Econom¨ªa y Transportes, y varios otros peces gordos.
Inspeccion¨¦ la foto detenidamente. (Muy al fondo cre¨ª identificar a un alto cargo que ten¨ªa que estar en la c¨¢rcel por culpa m¨ªa, pero no se le ve¨ªa bien). "Bueno", le contest¨¦ a mi esposa, "eso fue justo antes de las auton¨®micas. La mayor parte de esta gente est¨¢ ahora en la calle".
"No importa, cari?o", me dijo. "?Qu¨¦ te parece si damos una vuelta en metro esta noche? Porfa. Ser¨¢ como cuando ¨¦ramos novios".
Aunque prefiero no pensar en aquella ¨¦poca, record¨¦ cuando era un joven taxista madrile?o y me gustaba salir de servicio las noches del s¨¢bado con mi novia. Para ella, reci¨¦n llegada a nuestra ciudad desde un pueblo, de Toledo, viajar de noche en taxi por la capital -y adem¨¢s sin pagar- era lo m¨¢s sofisticado que pod¨ªa imaginar. Luego nos cansamos un poco de esas salidas y despu¨¦s me di cuenta de: que el taxi no era la rica fuente de ingresos que hab¨ªa imaginado. Como yo -al rev¨¦s de muchos de mis colegas- no estaba dispuesto a trucar el tax¨ªmetro ni enga?ar a los viajeros que llegaban a Barajas, me busqu¨¦ otra profesi¨®n.
Fue entonces, por una serie de circunstancias que no vienen a cuento, cuando se me brind¨® la oportunidad de ser periodista de investigaci¨®n. Me pareci¨® de perlas: con ese clima de idealismo propiciado por los socialistas, yo podr¨ªa aportar mi grano de arena al desarrolle, moral y ¨¦tico de la nueva sociedad democr¨¢tica. Y as¨ª fue: gan¨¦ varios premios importantes por desenmascarar a malhechores. (Aunque, claro, despu¨¦s vino lo que vino).
Pero a lo que iba: nuestra apasionante noche underground comenz¨® al tomar la l¨ªnea 6 en la estaci¨®n de Pr¨ªncipe P¨ªo. Montamos en un coche nuevo y grande, sin una sola pintada. Durante el trayecto, de unos 45 minutos, vimos c¨®mo una pareja intercambiaba gafas para comparar su peso y efectos ¨®pticos. Apareci¨® un hombre con camiseta del equipo de b¨¦isbol Texas, Rangers (como no ten¨ªa pinta de jugador, supongo que era unfan). Continuamente entraron y salieron j¨®venes animados, y si bien hablaron vivamente, siempre se comportaron con correcci¨®n. Se asom¨® ese chico que acaba de salir de Carabanchel y necesita dinero para una pensi¨®n. Ahora bien, esto es tan s¨®lo lo m¨¢s destacable de lo que vimos, y adem¨¢s en un solo vag¨®n: es muy. posible que en el resto del convoy ocurrieran cosas de mayor envergadura.
En una de las 27 estaciones que componen el c¨ªrculo -no voy a revelar cu¨¢l, porque no quiero que se enteren los cr¨ªticos culinarios, cuyas cr¨®nicas terminar¨¢n por estropear el local- bajamos a degustar una magn¨ªfica pizza, servida con esmero por una joven empleada al son de los trenes.
?Qu¨¦ te parece, cari?o?", pregunt¨® mi mujer consu acostumbrado optimismo y alegr¨ªa. "Es mejor que estar en casa, ?no?". Tuve que darle la raz¨®n.
Todos los periodistas sabemos que el verdadero ¨¦xito depende de investigar a fondo, dedicar el suficiente tiempo para reflejar. todos los aspectos de la noticia. ?Cu¨¢ntos reportajes son deficientes porque el periodista dej¨® de hacer una pregunta clave? ?Cu¨¢ntas fotos importantes se han perdido porque el fot¨®grafo se march¨® antes de tiempo? Tras este viaje en la M-30 de los pobres, yo podr¨ªa haber vuelto directamente a casa. Pero no: a pesar de las reticencias de mi actual esposa, insist¨ª en que realiz¨¢ramos el trayecto en sentido contrario.
Durante el viaje no vimos nada especial.
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