La vida sigue igual
El Bar?a sale beneficiado del empate en el Bernab¨¦u tras un partido nervioso y descontrolado
La vida sigue igual despu¨¦s del paso del Bar?a por Chamart¨ªn. El Madrid sigue metido en problemas, prisionero de los resultados y del juego, que esta vez no fue ni malo ni bueno. El empate favorece los intereses del Bar?a en todos los sentidos. Sali¨® ileso de un partido nervioso, con tendencia al desgobierno, y dej¨® al madridismo metido en graves preocupaciones.El encuentro fue desmedido, un duelo abundante de ocasiones, desajustes y conflictos. El juego fue otra cosa: casi todo lo que ocurri¨® fue precisamente producto de la tendencia ca¨®tica del partido, que tuvo la animaci¨®n que desean los aficionados y el desbarajuste que odian los entrenadores. El vistoso ropaje de la noche -el desembarco casi continuo en las ¨¢reas, el preanuncio constante del gol y un ritmo galopante- ocult¨® la ausencia de jefatura sobre el f¨²tbol. En la cuenta de puntos, el Barcelona tuvo un poco m¨¢s de peso. Es decir, el partido se acerc¨® m¨¢s a lo quer¨ªa su entrenador, Johan Cruyff, que a lo que ped¨ªa Jorge Valdano, al menos hasta la expulsi¨®n de Sergi.
El Bar?a sac¨® un equipo de choque, armado sobre la vieja idea de Cruyff del uno contra uno en todo el campo, a la manera del Ajax. Cada jugador del Bar?a ten¨ªa asignado un adversario -Carreras con Redondo, Nadal con Laudrup, Ferrer con Ra¨²l...- y s¨®lo deb¨ªa responder de su expediente. Las marcas eran severas y se extend¨ªan por cada metro del campo, que qued¨® sembrado de minas azulgrana. Para el Madrid result¨® una ecuaci¨®n dificil¨ªsima. Unos la resolvieron y otros no. Laudrup hizo la lectura correcta de la situaci¨®n: le llev¨® de paseo a Nadal y le dej¨® tirado en la cuneta en casi todas las jugadas. Redondo, no. Delante de Milla se sinti¨® extra?o, apresado por la marca de Carreras, un futbolista sin clase para el Bar?a, pero obediente como un robot. Le puso grilletes a Redondo y no le solt¨® hasta la segunda parte, cuando las exigencias del gui¨®n le obligaron a situarse como lateral izquierdo. Pero su trabajo estaba hecho: Redondo se hab¨ªa salido del partido.
El plan perpetrado por Cruyff dejo el partido para los individuos y no para los grupos. Hab¨ªa una decena de guerras particulares, de libre interpretaci¨®n por cada uno de los afectados. El Madrid pas¨® graves dificultades para estabilizarse. S¨®lo lo consigui¨® en algunos momentos de la segunda parte, cuando el Bar?a parec¨ªa dispuesto a aceptar tablas. Ni tan siquiera el gol de Ra¨²l le procur¨® la comodidad que necesitaba. Continu¨® metido en un encuentro sin freno, con problemas de orientaci¨®n en el juego, expuesto a las soluciones que encontraban Laudrup y Ra¨²l frente a sus cancerberos (Nadal y Ferrer). Probablemente por esa raz¨®n lleg¨® el tanto madridista. Se encendi¨® la bombilla, conectaron los dos y procuraron una hermosura de gol, lleno de astucia y habilidad.
El da?o de Figo
El gol no produjo la quiebra del partido, que mantuvo sus l¨ªneas b¨¢sicas. Era un f¨²tbol de viento racheado, incontrolable, que favorec¨ªa al Barcelona. La confusi¨®n fue aprovechada especialmente por Figo, un futbolista muy respetable, desequilibrante, sobre todo frente al Madrid. Fue temible con el Sporting de Lisboa y ahora repite con el Bar?a. Durante la primera parte caus¨® da?os muy graves en el sistema defensivo madridista, especialmente cuando abandon¨® la banda derecha y se dedic¨® a buscar las zonas blandas madridistas. Figo lleg¨® a ser incontrolable en varias fases, aprovechadas por el Bar?a para ponerse al borde del gol. Cada pelota cruzada en el ¨¢rea de Buyo era un tiro al coraz¨®n. Con ese trazo se produjo el gol de Roger: la apertura a la izquierda, hacia Sergi, que cambia la pelota al otro lado del ¨¢rea, donde aparece Roger para cabecear con limpieza y precisi¨®n. El bal¨®n entr¨® por la escuadra, un tel¨®n de silencio cay¨® en Chamart¨ªn y el partido volvi¨® donde hab¨ªa comenzado.El partido se hizo m¨¢s acad¨¦mico tras la expulsi¨®n de Sergi. El reparto de papeles oblig¨® al Madrid a tomar la iniciativa y al Barcelona a cambiar la tuerca. Se retir¨® a su campo para defenderse hasta el final del encuentro. Desde un punto de vista pol¨ªtico, el resultado era m¨¢s beneficioso que un empate: manten¨ªa la distancia sobre el Madrid, apuraba m¨¢s a¨²n a su adversario y le manten¨ªa en el pantanoso terreno de la crisis. La respuesta del Madrid fue voluntarista. Entraron Michel y Esn¨¢ider entre las aclamaciones del personal, pero su participaci¨®n no fue decisiva. El mayor argumento madridista fue Ra¨²l, que no acus¨® la fatiga que apag¨® a Laudrup en el ¨²ltimo tercio del encuentro. Con una personalidad enorme, Ra¨²l pidi¨® siempre la pelota y se jug¨® cada jugada con una decisi¨®n admirable. El resto del equipo volvi¨® a sufrir de ansiedad y de recursos. Cuando el partido entr¨® en la ¨²ltima recta, Ra¨²l fue el ¨²nico problema verdaderamente grave que encontr¨® el Bar?a para mantener un resultado que le conviene y que deja al Madrid en la misma posici¨®n inestable que le aqueja desde el comienzo del campeonato.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.