Alberti ya no huye de las cIases
El poeta de la generaci¨®n del 27 recoge en Valencia su cuarto t¨ªtulo de doctor a los 92 a?os de edad
El poeta gaditano Rafael Alberti record¨® ayer otra vez, a los 92 a?os, sus huidas de las clases del colegio. Su infancia. S¨®lo que ayer estaba encima de. la tarima, pensando: "Con qu¨¦ envidia me contemplar¨ªan en estos momentos aquellos pacientes jesuitas, con esta toga y este fant¨¢stico birrete que me hab¨¦is regalado y que me concede m¨¢s autoridad que la del padre Aguilar, el padre Lirola o el padre Hurtado". La Universidad Polit¨¦cnica de Valencia concedi¨® ayer al poeta de la generaci¨®n del 27 su cuarto. t¨ªtulo de doctor honoris causa. "Ay, si pudieran verme en este momento tan solemne en el que yo casi podr¨ªa examinarlos e, incluso, suspenderlos con la misma fr¨ªa indiferencia que, ellos hac¨ªan con nosotros". Los viejos Padres jesuitas no estaban presentes, pero s¨ª muy cerquita el Mediterr¨¢neo, el mar donde naci¨® su poes¨ªa y que le ha llevado desde el ama necer de su C¨¢diz natal hasta el ocaso de su vida en Valen cia, donde su mujer, la valenciana Asunci¨®n Mateo, ha construido la bisagra del reencuentro entre el poeta, las olas y las gaviotas.Asunci¨®n Mateo sirvi¨® ayer de b¨¢culo a su marido, que tampoco renunci¨® a apoyarse en el brazo del rector de la Universidad Polit¨¦cnica de Valencia, Justo Nieto, para avanzar poco a poco, paso a paso, hasta el fondo del sal¨®n de actos y, entre una mara?a de luces y c¨¢maras, subir a la tarima donde le esperaban los honores. Su esposa fue la encargada de hacer audible el pensamiento de Rafael Alberti, ya con la voz susurrante y la figura quebradiza.
Cerca de 500 personas abarrotaron el sal¨®n de actos para presenciar la investidura de Alberti en. la inauguraci¨®n del curso acad¨¦mico 1995-1996 de la Polit¨¦cnica. El poeta y su mujer fueron parcos en palabras, porque sus sentimientos estaban volcados en un precioso discurso encuadernado en gusanillo y resguardado con una tapa en la que aparec¨ªa una paloma de la paz como las de Picasso.
Entre el p¨²blico, autoridades acad¨¦micas, curiosos y amantes de la belleza y la palabra segu¨ªan cada uno de los gestos del laureado poeta. "Es ¨¦l, pens¨¦ que nunca podr¨ªa ver en persona a Alberti y me tendr¨ªa que conformar con sus libros en la mesita de noche", atin¨® a decir Amparo, una joven que estudia para agr¨®noma. "S¨ª, porque est¨¢ muy mayor", sentenci¨® su amiga.
Rafael Alberti entusiasm¨® a los j¨®venes del auditorio al exclamar con la voz de Asunci¨®n Mateo: "?Qu¨¦ feliz hubiera hecho yo a mi padre luciendo este atuendo acad¨¦mico [el birrete y la toga] ante ¨¦l, en vez de enga?arlo falsificando las notas escolares!".
El profesor de matem¨¢ticas Jos¨¦ Luis Santos, que se encarg¨® de presentar lo innecesario, destac¨® entre las justificaciones del t¨ªtulo otorgado por la Polit¨¦cnica de Valencia una: "Queremos reconciliarte con la aritm¨¦tica, a ti, definidor del cero como 'aro de los profundos barriles en penumbra".
El poeta, con cara de ni?o y sentado en un sill¨®n forrado de rojo terciopelo, llevaba la respuesta al desaf¨ªo aritm¨¦tico escrita en su papel. "Las estreIIas errantes son ni?os que ignoran la aritm¨¦tica", verso con el que termina su poema Los ¨¢ngeles colegiales. Rafael agradeci¨® el nombramiento de doctor, asegurando que estos actos -el cuarto tras los t¨ªtuos otorgados por as universidades de Toulouse, C¨¢diz y La Habana- le rejuvenecen y le hacen sentirse el universitario que nunca fue. "Bien sab¨¦is que jam¨¢s aprob¨¦ el cuarto a?o de bachillerato", dijo. Tambi¨¦n record¨® Asunci¨®n Mateo, por deseo del propio Alberti, que el poeta de ni?o, "so?aba con ser matador de toros" y se escapaba a torear vaquillas. Era tal su afici¨®n, coment¨®, que incluso el barbero de su pueblo le dej¨® crecer una coleta que el adolescente Alberti llev¨® escondida durante bastante tiempo bajo la gorra.
El poeta gaditano, l¨²cido y despierto, reconoci¨®: "Ahora, seg¨²n me voy adentrando, haciendome cada vez m¨¢s chico m¨¢s alejado punto por esa v¨ªa que va a dar al final, a ese gol fo de sombra que me espera tan s¨®lo para cerrarse, oigo de tr¨¢s de m¨ª los pasos, el avance callado, la inflexible invasi¨®n de aqu¨¦lla como recordada arboleda perdida de mis a?os".
A sus 92 a?os, Alberti y su esposa Asunci¨®n, profesora de lengua y literatura que desde que conoci¨® a Rafael no ha vuelto a escribir poes¨ªas, abandonaron el sal¨®n de actos como en el verso que reza: "Equis soy... Equis eres... Equis fuimos / Y somos, de repente, / dos equis juntas en el siglo XX".
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