Asumir la responsabilidad
Con el t¨ªtulo de La santa indignaci¨®n, Francisco Rubio Llorente public¨® en EL PA?S del pasado 15 de septiembre un art¨ªculo en el que, si yo he entendido bien, llamaba la atenci¨®n acerca de los extremos dif¨ªcilmente discutibles. Primero, es leg¨ªtimo pedir la dimisi¨®n del Gobierno o la disoluci¨®n de las Cortes por razones pol¨ªticas; pero no lo es cuando las razones aducidas, como ocurre a menudo en los ¨²ltimos tiempos, tienen que ver tan s¨®lo con actuaciones judiciales en curso. Rubio Llorente recuerda, una vez m¨¢s, la elemental distinci¨®n entre responsabilidad penal y responsabilidad pol¨ªtica, que tanto est¨¢ costando aprender a los espa?oles. Segundo, parece un ejercicio de hipocres¨ªa colectiva rasgarse las vestiduras ante la explosi¨®n del caso GAL, cuando tanta gente -aunque, tal vez, menos de la que el autor supone- volvi¨® p¨²dicamente la mirada hacia otra parte en la primera mitad de los a?os ochenta y en muchos casos, si gui¨® votando al PSOE.Hasta tal punto estoy de acuerdo con estos dos argumentos de Rubio Llorente que me permitir¨¦ hacer una peque?a reflexi¨®n personal en esa misma l¨ªnea. Llevo seis a?os viviendo en Italia y he visto, desde sus comienzos, todo el desarrollo de la operaci¨®n Mani Pulite y la crisis de la Rep¨²blica nacida en 1947. Al menos una cosa he aprendido de esta experiencia: no sirve absolutamente de nada deshacerse de toda una clase pol¨ªtica si los ciudadanos no est¨¢n dispuestos al mismo tiempo a reconocer que algo han tenido que ver ellos mismos con el deterioro del sistema pol¨ªtico. La catarsis, que quiz¨¢ purifique los esp¨ªritus, es inutil en la vida pol¨ªtica. Un ciudadano libre. y consciente debe exigir que los pol¨ªticos. asuman sus responsabilidades; pero debe estar asimismo dispuesto a asumir su propia responsabilidad, al menos como elector, en el acontecer pol¨ªtico.
Dicho todo lo anterior, creo que el art¨ªculo de Rubio Llorente -como he tenido la ocasi¨®n de decir amigablemente al propio autor- puede provocar confusi¨®n; y ello no tanto por lo que dice cuanto por lo que no dice. Aunque no es de secundaria importancia, pasar¨¦ por alto un aspecto de la cuesti¨®n: una cosa es sospechar y otra es saber que una parte del aparato del Estado estuvo detr¨¢s de la guerra sucia contra el terrorismo. Lo que de verdad me interesa subrayar es que, cualquiera que fuera la actitud de cada uno en aquellos a?os, la reacci¨®n posterior del Gobierno y en particular, la de su presidente frente a las recientes revelaciones judiciales resultan pol¨ªticamente inaceptables.
A estas alturas nadie pone seriamente en duda que una parte de los servicios de seguridad del Estado particip¨® en las operaciones de los GAL; y, por si fuera poco, tampoco es cuestionable que esa participaci¨®n ni siquiera respondi¨® a ciertos criterios m¨ªnimos de "profesionalidad". La consecuencia es que la superioridad moral y la fortaleza del Estado democr¨¢tico de derecho han quedado en entredicho. As¨ª las cosas, muchos ciudadanos, de diferentes simpat¨ªas ideol¨®gicas e inclinaciones electorales diversas, simplemente preguntan qu¨¦ ha pasado. Es aqu¨ª donde la reacci¨®n del Gobierno y de su presidente ha sido escurridiza, ambigua y escasamente gallarda. En esta situaci¨®n de difusa inquietud, Felipe Gonz¨¢lez no ha dado a¨²n a los ciudadanos una explicaci¨®n directa y clara de lo que conoce y de lo que ignora.
Es cierto, como indica Rubio Llorente, que sobre el presidente del Gobierno no pesa un deber constitucional de disolver las c¨¢maras, y es tambi¨¦n cierto que nuestro Parlamento adolece de serios defectos a la hora de ejercer su funci¨®n de control sobre el Gobierno. Nadie puede forzar al presidente del Gobierno, a presentar una cuesti¨®n de confianza, ni siquiera a informar en el Parlamento de lo sucedido. Ahora bien, Felipe Gonz¨¢lez ha manifestado en m¨¢s de una ocasi¨®n que asume la responsabilidad pol¨ªtica de cuanto ha hecho su Gobierno. Se trata de una responsabilidad "asumida no "exigida". Si esta manifestaci¨®n tiene alg¨²n valor m¨¢s all¨¢ del meramente ret¨®rico, hay que entenderla en su significado elemental. "Responder" es, ante todo, dar una respuesta, aclarar un interrogante; precisamente lo que el presidente del Gobierno se ha negado repetidamente a hacer.
Tal vez ¨¦l piense que asumir su responsabilidad consiste s¨®lo en esperar el resultado de las pr¨®ximas elecciones, cuando quiera que ¨¦stas se celebren. Pero eso no es asumir nada, sino simplemente cumplir con un deber objetivo e ineludible en cualquier democracia. En la medida en que el presidente del Gobierno no ha hecho honor a la responsabilidad por ¨¦l "asumida", creo que los ciudadanos tienen derecho a "exigirle" responsabilidad pol¨ªtica; lo que, en lenguaje com¨²n, significa sencillamente que, si no est¨¢ dispuesto a hablar, la ¨²nica salida aceptable es dimitir.
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