Un oficinista mata con una escopeta de caza a su esposa y luego se suicida
Dos disparos a bocajarro pusieron fin a 15 a?os de matrimonio. Jos¨¦ Manuel Fern¨¢ndez Mart¨ªn, oficinista de 39 a?os, mat¨® en la madrugada de ayer con una escopeta de caza a su esposa, Mar¨ªa ?ngeles Benito Vaquero, de 34. Tras el crimen, Fern¨¢ndez Mart¨ªn peg¨® un papel en la puerta del sal¨®n familiar y dej¨® en letra azul la siguiente nota: "Hijos, iros a casa de la abuela. Llamad al 091". Despu¨¦s se arrodill¨® ante el cad¨¢ver de su mujer -tendido en el sof¨¢-, hinc¨® la barbilla en el ca?¨®n de la repetidora y se suicid¨®. A las 9.30, la madre de la fallecida, en cuya casa pasaban unos d¨ªas los dos hijos del matrimonio, descubri¨® la tragedia. Aunque el m¨®vil permanece en la oscuridad, la polic¨ªa sospecha que la petici¨®n de separarse de la esposa pudo desencadenar las iras del marido. Los vecinos recuerdan que la pareja nunca discut¨ªa.
La vida del matrimonio discurr¨ªa sin sobresaltos. Casados desde hace 15 a?os, la pareja hac¨ªa gala de una extrema cortes¨ªa con sus vecinos del bloque 3 de la calle de la Fuente de Piedra, en el distrito de Vallecas. El leve saludo en el ascensor, la pl¨¢tica en la escalera y el cuidado de sus dos hijos -de 10 y 15 a?os- manten¨ªan viva esta imagen p¨²blica. El piso -el 11? D- lo hab¨ªan comprado hace unos 10 a?os. Ten¨ªa 92 metros cuadrados, tres habitaciones, dos terrazas y otros tantos cuartos de ba?o. Mar¨ªa Angeles incluso presidi¨® con mano suave la comunidad de vecinos. Nadie sospech¨® nunca de la violencia que lat¨ªa en sus relaciones.
En los ¨²ltimos atardeceres de su vida, los inquilinos del bloque la recuerdan con la melena recogida y subida al volante del Ford Sierra familiar. Su marido la ense?aba a conducir. El hombre, aficionado a la caza, guardaba m¨¢s las distancias. Flaco y alto, sus palabras nunca sobrepasaban el umbral de la cordialidad
Anuncio de separaci¨®n
El mi¨¦rcoles este cuadro salt¨® por los aires. La pareja dej¨® los hijos en manos de la madre de Mar¨ªa ?ngeles. Por la noche salieron a tomar unas copas, siempre seg¨²n las primeras versiones. Al regresar a casa, la mujer, presumiblemente, le comunic¨® a su marido que quer¨ªa separarse. Algo se quebr¨® en Jos¨¦ Manuel Fern¨¢ndez Mart¨ªn, a quien un familiar de la fallecida calific¨® de "muy celoso". El hombre cogi¨® su escopeta de caza, de tres cartuchos, y acab¨® con la relaci¨®n.
Para silenciar el disparo, seg¨²n la hip¨®tesis policial, emple¨® un coj¨ªn. Mar¨ªa ?ngeles, con un vestido de flores, recibi¨® un solo tiro, que le alcanz¨® en el cuello. Muri¨® en el acto.
Ning¨²n vecino oy¨® nada. Despu¨¦s, Fern¨¢ndez Mart¨ªn cogi¨® un papel amarillo y escribi¨® con bol¨ªgrafo azul y letra grande la nota que peg¨® a la puerta. Iba dirigida a sus hijos. Quer¨ªa evitarles la escena. Una vez terminado su ¨²ltimo mensaje, cerr¨® la puerta, se arrodill¨® en el sal¨®n, frente al cad¨¢ver de la esposa, y se suicid¨®. Vest¨ªa playeras, pantal¨®n de algod¨®n y camiseta azul. A las 9.30, la suegra, que vive en una calle cercana a la que ha sido escena del crimen, entr¨® en la casa. Lleg¨® preocupada: el matrimonio, pese a lo acordado, no hab¨ªa ido a recoger a sus hijos. La anciana descubri¨® la tragedia en el sal¨®n, sin apenas libros y bien amueblado.
Los gritos despertaron al vecindario.."?Ay, mi hija! ?Ya, si ya me hab¨ªa contado todos los tiquismiquis!", la oyeron decir. Poco a poco, los familiares de los fallecidos se congregaron en el piso. Un hermano fue visto en plena calle: corr¨ªa y gem¨ªa bajo el sol de la ma?ana. Unos y otros allegados se echaban las culpas ante los sanitarios del Samur, quienes se encontraron con los cuerpos ya r¨ªgidos. La polic¨ªa, mientras, inspeccionaba el lugar del crimen y recog¨ªa muestras de sangre.
Los vecinos, en d¨ªa festivo, se arremolinaron en corrillos en el patio. Al mediod¨ªa, los familiares segu¨ªan a las puertas del piso. Con las manos en la espalda y los ojos llorosos, se manten¨ªan en un silencio tenso. No hicieron declaraciones.
Aquel otro muerto
Algunos inquilinos del bloque n¨²mero 3 jugaban a las simetr¨ªas con la tragedia. Rememoraban, por ejemplo, c¨®mo hace seis a?os, justo en la vivienda contigua a la del matrimonio, se hab¨ªa registrado otra muerte, la de un polic¨ªa municipal de Madrid que se suicid¨® con su arma reglamentaria.
El juez de guardia orden¨® a las 13.30 el levantamiento de los cad¨¢veres. Dos bolsas grises los recubr¨ªan al salir de la vivienda. El furg¨®n judicial sali¨® disparado al Instituto Anat¨®mico Forense. Los vecinos se dispersaron.
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