El oraculo de Adelphi
A veces doy cursos en la Universidad. La mayor¨ªa de los escritores estadounidenses respondemos a los avances pol¨ªtica mente incorrectos que nuestros editores nos hacen, adornados con lo que eufem¨ªsticamente denominan "succes d'estime" mucha estima, poco dinero, para que realicemos trabajos universitarios. Las universidades han sido el verdadero campo de batalla de la correcci¨®n pol¨ªtica. Yo me perd¨ª el chollo de que me contrataran por ser mujer, algo muy correcto pol¨ªticamente, porque mi materia no trataba de mujeres; tend¨ªa a olvidarme de utilizar palabras clave como "pol¨ªtica de g¨¦nero" y en cambio a hablar de Proust. "?Por qu¨¦ no me contratan como multi¨¦tnica?", preguntaba, "Dense cuenta de lo relacionada que estoy con la cultura espa?ola". "Geograf¨ªa err¨®nea", me dec¨ªan. "Madrid no es el Caribe. Ov¨ªdelo.'No tiene usted ning¨²n ¨ªndice de persecuci¨®n".El a?o pasado acept¨¦ una invitaci¨®n para visitar la Universidad de Adelphi por que es peque?a, estaba cerca y me hab¨ªa enterado de que hab¨ªa vacantes. Su pulcro presidente, Peter Diamandopoulos, clamaba por el retorno a la excelencia escol¨¢stica. Quer¨ªa convertir a Adelphi en un lugar donde ' abeza de primer orden pudieran tomar parte en un intercambio libre de ideas y sin tonter¨ªas sobre correcci¨®n pol¨ªtica. A m¨ª me sonaba estupendo. As¨ª que sal¨ª de la sart¨¦n para caer en el fuego. Una vez en la universidad, situada en Long Island, di un paseo por el campus y me di cuenta de que parec¨ªa extra?amente vac¨ªa de estudiantes. Como soy cotilla, visit¨¦ a algunos miembros del claustro. Conoc¨ª a dos prof¨¦soras del departamento de lenguas romances que me imploraron, inmediatamente que consiguiera que el doctor D. no borrara del mapa a su departamento. La profesora de espa?ol hab¨ªa sido estudiante de Juan Goytisolo en la Universidad de Nueva York en los setenta. "Esos s¨ª que eran d¨ªas buenos", suspir¨®, con los ojos h¨²medos. Despu¨¦s de esa visita me fui al espacioso teatro de Adelphi, que tambi¨¦n parec¨ªa extra?amente infrautilizado. Unos amigos del departamento de teatro me:dijeron que estaban esperando, como en Esperando a Godot, Permiso del doctor D, para proceder con sus planes de pro ducci¨®n. Mi siguiente encuentro fue con el departamento de ingl¨¦s. Abiertamente me preguntaron si yo era la pistoler¨¢ contrata da para librarse de ellos. ?Moi?
Durante mi breve reuni¨®n con el doctor D. -evidentemente yo no era en absoluto lo que estaba buscando- me pregunt¨® mi opini¨®n sobre el pl¨¢n de estudios de Adelphi. Sab¨ªa que hab¨ªa insistido en redactarlo ¨¦l mismo en su mayor parte, as¨ª que contest¨¦ evasivamente:-?Elfolleto rojo que me dio su secretaria?". "Rojo no, rojo de Minos", me corrigi¨®. "De acuerdo, no es el carmes¨ª de H,arvard". Delicadamente intent¨¦ apuntar que Diamandopoulos es de Creta- Long- Island no es Atenas y que poitanto deber¨ªamos omitir .frases tan grandilocuentes como "el retorno de Adelphi a su gloria anterior", y hacer que un miembro del departamento de ingl¨¦s pusiera sus declaraciones sobre la exceIdiorna ingl¨¦s. lencia escol¨¢stica en idioma ingles
De vuelta en Manhattan, mis amigos estaban convencido de que cuando dec¨ªa que all¨ª me sent¨ªa perdida en un escenario universitario tipo la Pantera Rosa de Peter Sellers era la t¨ªpica exageraci¨®n que se pod¨ªa esperar de la fecunda imaginaci¨®n de una novelista. ?Pero no lo suficientemente fecunda! Ahora, un a?o despu¨¦s de mi visita, mi imaginaci¨®n denovelista ha sido reivindica ' da. El claustro de Adelphi ha lleva do a cabo su rebeli¨®n: el infierno se. ha de satado en los medios de comunicaci¨®n. Hacienda est¨¢ investigando el salario del doctor D. que supera el medio mill¨®n de d¨®lares anuales. Es el 5egundo. presidente de Universidad mejor pagado de EE UU, lo que resulta bastante extra?o trat¨¢ndose de una universidad peque?a que no destaca en nada especial y con un cuerpo estudiantil reducido y en franca huida. Empiezas con la correcci¨®n pol¨ªtica, o correcci¨®n antipol¨ªtica, y no se p'uede,prever en qu¨¦ aguas profundas te vas a encontrar na dando. O paseando en barca: Ha habido rumores de que el doctor D. quer¨ªa presentarse para presidente de Grecia. Los rumores comenzaron probablemente debido a las conexiones navales del doctor-D., su h¨¢bito de ir siempre con guardaespaldas y su bienvenida al equipo d¨¦ f¨²tbol griego, que le cost¨® a Adelphi un cuarto de mill¨®n de d¨®lares. Mientras tanto, Hacienda -un grupo de miras estrecha s sin ning¨²n inter¨¦s en los pros y los contras de la correcci¨®n pol¨ªtica- se iba interesando cada vez m¨¢s en las tresiesidencias que el Consejo ultraconservador de Adelphi hab¨ªa comprado para el uso personal del doctor D., entre ellas una muy elegante en Manhattan por 1,5 millones de d¨®lares pol¨ªticamente incorrectos. Se ha dicho que la fastidiosa inspecci¨®n de Hacienda est¨¢ preguntando c¨®mo es que el colegio no tiene, dinero para papel para la fotocopiadora cuando el Consejo est¨¢ haciendo viajecitos a reuniones en Grecia. The New York- Times se meti¨® en el tema con indignados editoriales -El saqueo de-Adelphi-. The New York Post- contraatac¨® entonces, afirmando que el pol¨ªticamente correcto The New York Times estaba actuando negativamente por las actitudes conservadoras de Adelphi. Diairiandopoulos a?adi¨® su propio toque ¨²nico. Adelphi ha estado publicando una serie de anuncios con retratos a toda p¨¢gina en el Times, entre ellos uno de Diamandopoulos imitando a Toscanini con tres pares de manos. El anuncio dice: "El d¨ªa que el doctor D. fue puesto en libertad... Desde el d¨ªa que ¨¦l cogi¨® las riendas, Adelpli no ha vuelto a ser la misma... Sobr¨¦ todo ello aparece el doctor D. Orgulloso e insatisfecho. Contento e incansable. Persiguiendo su sue?o, convirti¨¦ndolo en realidad".
Barbara Probst Solomon es escritora estadounidense.
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