"Mal ganao"
"?De d¨®nde vienes?" "De los toros" Es el di¨¢logo cl¨¢sico que define el resultado de una corrida. En el tono de la respuesta est¨¢ la clave. Si se dice "De los toros" con des¨¢nimo, es que fue un funeral; si con euforia, es que constituy¨® un jubiloso acontecimiento. La afici¨®n madrile?a, no obstante, por nada del mundo se privar¨ªa de a?adir su juicio cr¨ªtico y suele hacerlo en dos palabras. Por ejemplo: "Mal ganao".Es lo que correspond¨ªa a la novillada vente?a: "Mal ganao". En tarde de maestros y figuras no ser¨ªa suficiente, pues se les habr¨ªa exigido que dieran la adecuada lidia a los toros problem¨¢ticos. En tarde de novilleros en cambio, el mal ganao lo define todo. Su biso?ez e inexperiencia no les permite oponer m¨¢s que valor a las dificultades de las reses.
Hern¨¢ndez / Mora, Macareno, Cham¨®n
Novillos de Abilio Hern¨¢ndez, con trap¨ªo, amoruchados.Eugenio de Mora: dos pinchazos, otro hondo, rueda de peones -aviso- y estocada corta trasera ladeada (ovaci¨®n y salida al tercio); estocada (vuelta por su cuenta protestada). Macareno: metisaca trasero, estocada muy trasera y rueda de peones (palmas y tambi¨¦n pitos cuando saluda); pinchazo, estocada corta tendida trasera baja perdiendo la muleta, seis descabellos y se tumba el novillo (silencio). Cham¨®n Ortega: estocada corta trasera (petici¨®n minoritaria y algunas palmas); pinchazo y estocada (palmas y sale a los medios). Plaza de Las Ventas, 22 de octubre. Dos tercios de entrada.
Hay excepciones, evidentemente. La historia del toreo destaca algunos diestros que ya pose¨ªan en su tierna infancia una intuici¨®n propia de maestros en tauromaquia. Tal que Joselito el Gallo, entre otros sabios. Pero no era ¨¦ste el caso. Ni Eugenio de Mora, ni Macareno, ni Cham¨®n Ortega parecen ser Joselito. Tampoco Belmonte. Lo cual no les resta m¨¦rito alguno. En esta vida, unos son Joselito y Belmonte, otros Michel y Butrague?o, otros C¨¦sar y Cleopatra. Depende de sus gustos y aficiones.
Lo bueno fue que los tres j¨®venes espadas afrontaron con pundonor la papeleta de los novillos, malos, por a?adidura inv¨¢lidos. O a lo mejor no estaban inv¨¢lidos, sino que se iban de bareta; quiere decirse que se les soltaba patas abajo el vientre al ver venir gente de luces y trastabillaban de puro p¨¢nico. Los japoneses debutantes en un coso ignoran que a veces el toro tiene m¨¢s miedo que el torero.
Toro que escapa del caballo, toro que se desentiende de la muleta y se acula en tablas, es toro cag¨®n, manso por naturaleza, quiz¨¢ morucho, deshonra de la divisa. Les salva que los toros no Vuelven nunca al cortijo. Si regresaran all¨ª vivos, sus cong¨¦neres les har¨ªan el vac¨ªo, las vaquitas, no les mirar¨ªan a la cara, se acab¨® ligar y esa fanfarroner¨ªa de mugir desde el altozano en las noches de luna.
Debutaba en Las Ventas este hierro, propiedad de Abilio Hern¨¢ndez y, mediada la funci¨®n, un aficionado le grit¨® que quemara la ganader¨ªa. No la casa y los pastos; s¨®lo el producto c¨¢rnico.
Rebrinc¨®n y reserv¨®n el producto c¨¢rnico, torearlo constitu¨ªa dificil empresa. Mucha entereza y mucho mando se necesitaba para conseguirlo. Y result¨® que hab¨ªa en plaza un torero dotado de estas virtudes. Eugenio de Mora se llama y al rebrincado toro que abri¨® plaza lo cuaj¨® cuatro tandas de naturales con las de parar, templar y mandar, ci?endo los muletazos, lig¨¢ndolos, y los abrochaba barriendo lo lomos al embrutecido animal mientras instrumentaba el pase de pecho. El postrer desacierto con la espada priv¨® a Mora de un triunfo sonado.
No dio Mora la ocasi¨®n por perdida. Al cuarto le embarc¨® en unas ver¨®nicas hondas y con la muleta ret¨® el temperamento reserv¨®n del manso porfi¨¢ndole junto a los pitones. En cuesti¨®n de ver¨®nicas. la, c¨¢lida tarde oto?al ven¨ªa aseada y Macareno las dibuj¨®, juntas las zapatillas, con media de perfumada torer¨ªa. Sus faenas de muleta, sin embargo, bajaron mucho. Tambi¨¦n las de Cham¨®n Ortega, un novillero de 16 a?os, que supli¨® mediante la voluntad de agradar sus l¨®gicas carencias t¨¦cnicas.
Los subalternos, m¨¢s experimentados, intentaban ordenar la lidia. Luis Carlos Aranda, principalmente, muy templado y eficaz con el capote, sencillamente magistral al prender dos soberanos pares a un toro que correteaba sin fijeza. ?scar Dom¨ªnguez en la briega y Ka¨ªto entrando a banderillas, lidiaron como Dios manda el infame mans¨®n que hizo sexto. El ganao era malo pero hab¨ªa toreros buenos. Y eso le falt¨® precisar a la desolada afici¨®n.
Babelia
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