Triunfo de Zubin Mehta
La Orquesta Filarm¨®nica de Israel y su director vitalicio, Zubin Mehta, son hu¨¦spedes frecuentes de Madrid, pero quiz¨¢, la mejor actuaci¨®n del conjunto y su maestro se produjo anteayer. Tambi¨¦n el ¨¦xito m¨¢s clamoroso. Y no deja de ser interesante que tal apoteosis se apoye en Mozart, Strauss y Stravinski, esto es, al margen del romanticismo y su estela del que venimos usando y abusando.Si Mozart en una sinfon¨ªa tan hermosa como la n¨²mero 34 en do mayor (1780) nos lleg¨® transparente, grave, l¨ªrico, a¨¦reo y ponderado, la escena final de Salom¨¦, la ¨®pera de Strauss sobre textos de Oscar Wilde conmocion¨® a todos. Una de las cantantes wagnerianas que pisan fuerte en los grandes escenarios, Jane Eaglen, encarn¨® el momento decisivo y de mayor impacto de la gran pieza straussiana que, por cierto, en contra de sus h¨¢bitos, lleg¨® al teatro Real en el a?o 1910, lo mismo que al Liceo de Barcelona.
Ciclo Orquestas del Mundo
(Iberm¨²sica/Cajamadrid)Filarm¨®nica de Israel. Director: Zubin Mehta. Solista: J. Eaglen. Obras de Mozart, Strauss y Stravinski. Auditorio Nacional. Madrid, 24 de octubre.
La potente, tensa, bella y matizada voz de la Eaglen, movida por un talento teatral fuera de lo com¨²n y unida a la excelente labor de Mehta y los filarm¨®nicos israelitas, se internaron por las exacerbadas pasiones con la violencia que las palabras y su traslaci¨®n musical exigen, para darnos una aut¨¦ntica, viva y fuerte creaci¨®n de arte.
Si con Strauss, la orquesta cambia de rostro antes de fin de siglo, en el teatro cobra su m¨¢s temprana dimensi¨®n en esta Salom¨¦ de 1905. Ocho a?os despu¨¦s nace en Par¨ªs, para asombro de los m¨¢s y esc¨¢ndalo de algunos, La consagraci¨®n de la primavera, de Stravinski, 18 a?os m¨¢s joven que el alem¨¢n. Hoy no existe batuta de categor¨ªa sin su propia versi¨®n de Le sacre, y despu¨¦s de o¨ªrsela a Mehta hay que considerarlo como un maestro grande.
Su honda asimilaci¨®n de este sorprendente modo de pensar la m¨²sica, cuyo nacimiento y difusi¨®n propici¨® Diaghilew, se alz¨® como algo verdaderamente admirable. No es de extra?ar la acogida entusiasta y la insistencia del p¨²blico madrile?o en arrancar a nuestros visitantes un par de obras fuera de programa: El andante de Schaikosvski y el final de Dafnis y Cloe.
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