Quitarle el camis¨®n
Elcartero suplente de Robledo de Chavela no repart¨ªa las cartas porque no lograba encontrar las calles, ni los n¨²meros, ni nada, hombre, no encontraba nada. As¨ª que se desesperaba y volv¨ªa a casa con la saca a cuestas. Dej¨® de repartir 5.000 cartas, ninguna de amor, creo yo, que me desmientan. Ahora los ¨²nicos que escriben son los bancos y siempre te dicen lo mismo: saldo a su favor, saldo a nuestro favor. Los bancos no le quieren a uno nada m¨¢s que por su dinero o por su deuda, pero son unos corresponsales inagotables. ?Qu¨¦ les costar¨ªa incluir un poema junto a los movimientos registrados en tu cuenta? O una canci¨®n desesperada.Si los bancos nos enviaran canciones desesperadas, palpitar¨ªamos de emoci¨®n antes de abrir el sobre, o de rasgarlo. Yo tengo un abrecartas, pero las sigo abriendo con el dedo porque me excita dejar heridas en las que luego introduzco el ¨ªndice. Me gusta meter el dedo en la llaga, qu¨¦ le vamos a hacer.
Mi correspondencia bancaria parece una masacre. Por eso, cuando pienso en esas 5.000 cartas sin abrir, y ninguna de amor, se me pone el dolo en erecci¨®n y dar¨ªa cualquier cosa por que me permitieran ir a destriparlas. 5.000 sobres cerrados son 5.000 ata¨²des clausurados: la carta es un f¨¦retro al rev¨¦s. Ya s¨¦ que todas estas confesiones pueden parecer enfermizas, pero f¨ªjense en los que las abren a estilete, con la pulcritud del que realiza una autopsia liso si que es estar mal. Luego, en lugar de leer un informe bancario, leen una biopsia. ?Qui¨¦n est¨¢ m¨¢s loco? O sea, que no tienes salida, lo mejor es no repartirlas y es que otras veces abrir una carta es como quitarle el camis¨®n a una dama. Ahora las hacen de colores; he visto folios con puntillas y sobres que excitan m¨¢s que un pase de modelos. Y les han puesto olor. Si volviera la correspondencia en plan antiguo, con los materiales que hay, ser¨ªa un espanto. No pensar¨ªamos en otra cosa.
Y hay otras cosas, claro. F¨ªjense: un incendio en Euroconfort, una mujer norteafricana degollada por su antiguo novio, una madre estrangulada con unas medias. Adem¨¢s, me parece que venden el INI, o su sede, es decir, las joyas de la abuela. Y la polic¨ªa incaut¨® 30.000 dosis de ¨¦xtasis. Y cierran Pach¨¢. Vaya por Dios, nunca fui a Pach¨¢. Me dan claustrofobia esos lugares. Y no hablamos de las presentaciones de libros porque no interesan, aunque esta semana, en Madrid, se han presentado varios. Pero, sobre todo" ha llovido.
Antes nos enter¨¢bamos de la lluvia porque nada m¨¢s salir a la calle percib¨ªamos el fulgor de la tierra mojada: una especie de fogonazo en las gl¨¢ndulas olfativas, quiz¨¢ en la pituitaria, que anda por ah¨ª. Adem¨¢s de eso, la atm¨®sfera se llenaba de iones positivos o negativos, no me acuerdo, pero en todo caso eran unos iones que al respirarlos te llenaban de paz, como si te hubieras pasado la noche leyendo libros de autoayuda y te los hubieras cre¨ªdo. De s¨²bito, notabas que los pulmones serv¨ªan para algo m¨¢s que para el c¨¢ncer, y percib¨ªas la alegr¨ªa de sus alveolos al penetrar en ellos el aire h¨²medo que tra¨ªa mensajes del mar y de los r¨ªos y de las hojas que empezaban a oto?arse con una lujuria de colores tostados.
Perdonen que me ponga as¨ª, pero es que soy muy partidario de los iones. Por si fuera poco, la lluvia abr¨ªa dentro de uno habitaciones clausuradas desde antes del verano: recintos empapados por las goteras de la tristeza y las humedades propias del coraz¨®n. As¨ª que un d¨ªa de lluvia era un regreso a la adolescencia, que siempre est¨¢ bien, no para quedarse ah¨ª, pero s¨ª para recordar de d¨®nde venimos que es el ¨²nico modo de saber a d¨®nde vamos.
Pues ahora no. Ahora la lluvia ya no se nota en todo eso tan irremediablemente cursi y necesario. Ahora se nota en que un cami¨®n ha volcado en la M-30 y ha destrozado el caos circulatorio habitual. A d¨®nde vamos a llegar. No nos merecemos que nos escriban ni los bancos.
Por mi parte, queda absuelto, con todos los pronunciamientos favorables, el cartero suplente de Robledo de Chavela. Hasta otro d¨ªa.
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