La democracia informacional
Parad¨®jico nuestro sino. Tras siglos de luchar a veces entremat¨¢ndonos por construir una democracia pol¨ªtica, cuando al final la conseguimos, envejece en pocos a?os, triste figura cansina, a la vez anhelada por la sociedad y distanciada de ella. Y no es que la democracia est¨¦ en peligro. De hecho, es irreversible, por lo menos hasta donde la historia se deja entrever. Ni tampoco ha perdido apoyo popular ni prestigio como ideal: la dictadura franquista nos vacun¨® contra las tentaciones totalitarias. Pero la pr¨¢ctica pol¨ªtica, las estructuras de los partidos (de todos), el sistema de representaci¨®n, las ideolog¨ªas en litigio, el hacer democr¨¢tico en una palabra, parecen cada vez m¨¢s desfasados con la experiencia cotidiana. Y no es porque haya corrupci¨®n (que ha existido en todas las ¨¦pocas), ni porque las ideolog¨ªas no correspondan a la realidad (que ese es su papel, por eso son ideolog¨ªas), sino porque el sistema pol¨ªtico construido en Occidente en el ¨²ltimo siglo, y constitucionalmente adoptado a Espa?a en los ¨²ltimos 20 a?os, est¨¢ atrasado con respecto al extraordinario cambio tecnol¨®gico y cultural experimentado por las sociedades avanzadas precisamente en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas. Buena parte de la decepci¨®n con la pol¨ªtica no proviene del cinismo, sino del desamor. Mucho esper¨¢bamos, y en el fondo a¨²n seguimos esperando, de la pol¨ªtica. Pero ocurre que los Estados han ido perdiendo poder. Sumidos en una econom¨ªa global, con monedas dependientes de flujos financieros poco controlables, los m¨¢rgenes de actuaci¨®n de las pol¨ªticas econ¨®micas, y por tanto sociales, de los Gobiernos se han ido reduciendo. La privatizaci¨®n de la econom¨ªa y el achicamiento de un sector p¨²blico, que los contribuyentes se resisten a financiar, han limitado la acci¨®n directa del Estado. El creciente peso de las instituciones auton¨®micas y municipales obliga a complejas negociaciones entre los distintos niveles de la Administraci¨®n en la gesti¨®n p¨²blica. La excepcionalidad de mayor¨ªas absolutas parlamentarias impone controles a los Gobiernos que, frecuentemente, tienden a apoyarse en coaliciones temporales.As¨ª, la relaci¨®n entre programas de Gobierno y pol¨ªticas de Gobierno es cada vez m¨¢s indirecta. Las intenciones y las ideolog¨ªas tienen que adaptarse a la dura y nueva realidad. El propio proceso electoral, base insustituible de la democracia, predispone a los medios tonos. Todo el mundo sabe que para ganar elecciones se cuenta con los fieles a la ideolog¨ªa o tradici¨®n de un partido y hay que moverse en t¨¦rminos de imagen para atraer a votantes del otro campo. Y como todo el mundo hace lo mismo, el centro pol¨ªtico se sobrepuebla y la ambig¨¹edad de los programas se acent¨²a. Quienes optan por una posici¨®n radical, de izquierda, derecha, o estratosf¨¦rica, se instalan en la marginalidad pol¨ªtica o van negociando paulatinamente su corrimiento al centro conforme su posici¨®n diferencial va aumentando su cuota de electores. El resultado de estos procesos convergentes es la difuminaci¨®n de diferencias pol¨ªticas entre las distintas opciones. No es que desaparezcan. En t¨¦rminos de geometr¨ªa pol¨ªtica, en Espa?a, el PP es la derecha, el PSOE es la izquierda, e Izquierda Unida es la extrema izquierda, y esas diferencias hist¨®ricas, ideol¨®gicas y de electorado, se traducen en actitudes pol¨ªticas y orientaciones program¨¢ticas diferentes. Pero la expresi¨®n de dichas diferencias en la vida cotidiana de los ciudadanos es cada vez m¨¢s tenue y depende sobre todo de la capacidad. de acci¨®n de cada Gobierno. Al ser m¨¢s importantes las diferencias de gesti¨®n que las diferencias ideol¨®gicas, los ciudadanos, en todos los Pa¨ªses, tienden a jugar a Gobiernos concretos y, sobre todo, a personas concretas. El resultado es la personalizaci¨®n creciente de la pol¨ªtica, Por sus obras los conocereis, y por sus im¨¢genes los votar¨¦is. La complejidad de la gesti¨®n p¨²blica y la distancia entre programas electorales y acci¨®n de Gobierno concede un papel cada vez m¨¢s importante a la pol¨ªtica simb¨®lica. Los medios de comunicaci¨®n son el fundamental campo de batalla pol¨ªtica. Los ciudadanos forman su opini¨®n pol¨ªtica, esencialmente, en y por los medios de comunicaci¨®n.
Esto tiene dos consecuencias: las tradicionales formas de organizaci¨®n pol¨ªtica no corresponden a la prioridad de la acci¨®n en los procesos de comunicaci¨®n; la personalizaci¨®n del liderazgo pol¨ªtico concreta en im¨¢genes y humanidad el mensaje abstracto y poco cre¨ªble de los programas. Los partidos valen lo que sus personalidades visibles y socialmente reconocidas. Por eso los temas de corrupci¨®n y esc¨¢ndalos se han convertido en esenciales en la pol¨ªtica de todo el mundo. Con pocos criterios ideol¨®gico-pol¨ªticos diferenciadores y con los Gobiernos limitados en su campo de acci¨®n, los ciudadanos dan su confianza seg¨²n el grado de honestidad que perciben. Y se movilizan en tomo a personalidades atractivas y fiables por encima de cualquier otro juicio pol¨ªtico. As¨ª las cosas, los conflictos pol¨ªticos se dirimen a golpes de filtraciones en los medios, y los grupos de intereses se arman con informaci¨®n potencialmente perniciosa para Gobiernos o partidos como forma de obtener favores a cambio del silencio. Lo cual genera un lucrativo mercado de intermediarios que compran y venden informaci¨®n aut¨¦ntica, fabricada o manipulada. Las denuncias, los chantajes, las maledicencias y las insinuaciones, circulando a gran velocidad por las redes de informaci¨®n electr¨®nica y repercutidos en los medios de comunicaci¨®n, son la forma de lucha pol¨ªtica de la sociedad de la informaci¨®n. En este videojuego se matan "marcianitos" (pol¨ªticos) y se suman puntos (votos), proyectando el l¨¢ser informativo sobre la personalidad de los pol¨ªticos y las acciones ocultas de los Gobiernos. Y como casi nadie es perfecto, y como el bergant¨ªn del poder navega frecuentemente por aguas procelosas, pocos gobernantes o Gobiernos est¨¢n al abrigo de la investigaci¨®n informativa. Y como casi todos practican el mismo juego, el "conspirador" de hoy es el denunciado de ma?ana, como aprendi¨® Berlusconi. As¨ª, aunque las instituciones democr¨¢ticas son s¨®lidas, el sistema pol¨ªtico entra en un proceso de inestabilidad permanente. En el ojo del hurac¨¢n, los jueces, transformados en ¨¢rbitros supremos de la vida p¨²blica, est¨¢n sometidos a la tentaci¨®n de acercarse peligrosamente al estrellato de los medios o a la excitaci¨®n de la intriga pol¨ªtica.
El extraordinario desarrollo de las tecnolog¨ªas de comunicaci¨®n aumenta el car¨¢cter informacional de las luchas pol¨ªticas. Los medios de comunicaci¨®n est¨¢n cada vez mejor equipados para proporcionar a los ciudadanos los secretos de la vida privada de los individuos y de la vida oculta de las instituciones. En un mundo saturado de informaci¨®n que no hay tiempo para analizar, las im¨¢genes, cada vez m¨¢s personalizadas y m¨¢s impactantes, son decisivas en la obtenci¨®n y mantenimiento del poder. Las estructuras partidarias aparecen como controladores burocr¨¢ticos constantemente desbordados por la circulaci¨®n de informaci¨®n. Y sin embargo, la descentralizaci¨®n de la informaci¨®n, la posibilidad de redes electr¨®nicas de comunicaci¨®n aut¨®noma de ciudadano a ciudadano y la vivacidad de una sociedad en pleno cambio podr¨ªan generar otra cultura pol¨ªtica y otro proceso democr¨¢tico. No en contra de los partidos actuales, que son el fruto, a¨²n reciente, de un esfuerzo colectivo del pa¨ªs por reconstruir la convivencia. Sino a trav¨¦s d¨¦ ellos, reestructur¨¢ndolos, y reorient¨¢ndolos, no tanto en su ideolog¨ªa program¨¢tica, sino en su forma de hacer pol¨ªtica.
Y adem¨¢s de ellos, estableciendo foros de debate y redes de informaci¨®n aut¨®nomos, nutridos. por los medios de comunicaci¨®n pero generando sus propias informaciones y haciendo circular masivamente las opiniones individuales. Nuestras sociedades disponen ya de la base tecnol¨®gica y del nivel cultural y educativo suficiente para ir avanzando en la construcci¨®n de una democracia directa multidireccional, superpuesta, que no contrapuesta, a la democracia por representaci¨®n delegada. S¨®lo conectando de nuevo, en sus formas de relaci¨®n material, la sociedad y la pol¨ªtica, podr¨¢n encauzarse los aspectos negativos de las batallas informacionales. Porque lo definitivamente superado es el silencio de los aparatos en los corredores del Estado. Entre el chantaje a trav¨¦s de los medios y la mordaza de los censores surge la posibilidad de la multiplicidad informativa y la comunicaci¨®n directa entre ciudadanos como fundamentos de hacer democr¨¢tico en la sociedad informacional.
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