El Madrid sigue enganchado a Ra¨²l
El equipo de Valdano sufri¨® para alcanzar el empate, aunque mereci¨® la victoria
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El Madrid sufre en exceso. Empalidece con cierta frecuencia incluso ante rivales sin ninguna autoridad, caso del Ferencvaros, un equipo pulido desde las cavernas m¨¢s inexcrutables del f¨²tbol, pero que le mantuvo noqueado durante 75 minutos. S¨®lo su enorme motivaci¨®n y su elogiable empe?o por imponer su jerarqu¨ªa impidi¨® al Madrid salir retorcido de Budapest. Debi¨® ganar y se tuvo que conformar con el empate.Enganchado como viene sucediendo en las ¨²ltimas semanas a Ra¨²l, su ¨²nico referente ante el gol en ausencia de Zamorano, y con el Redondo m¨¢s sobresaliente de la temporada, el equipo de Jorge Valdano evit¨® un tropiezo de mayores dimensiones ante un contrario asustadizo que sobre vive de milagro al aplastamiento que padeci¨® en Chamart¨ªn. Est¨¢ a las puertas de los cuartos, de final de la Liga de Campeones, pero ayer ti?¨® de barro su aspiraci¨®n de ser primero de grupo, que le permitir¨ªa jugar el segundo partido de la pr¨®xima eliminatoria en el Bernab¨¦u.
Menos, mal que Ra¨²l, de cuyo nombre se acordar¨¢n en Budaest, sac¨® al Madrid de un apuro muy grave. El equipo se meti¨® en un l¨ªo despu¨¦s de permitir el gol de Albert y sufri¨® de veras para conseguir el empate, resultado inferior a los m¨¦ritos madridistas, que merecieron ganar, pero valioso a la luz de un encuentro que se les complic¨® mucho m¨¢s de lo previsto.
El Madrid afront¨® el partido con aplomo, pero tambi¨¦n con cierta parsimonia. Se puso al mando desde el primer instante y en vista del aspecto contemplativo del rival marc¨® su propia sinfon¨ªa. Quiso tocar y tocar a la espera de un gui?o de sus mejores talentos. Es una p¨¢gina habitual del Madrid, dibujado desde el banquillo, para tejer un f¨²tbol delicado que alcance el gol por medio de la sorpresa. El enga?o como virtud suprema. Bajo este dise?o la exigencia del talento es m¨¢xima. As¨ª, Michel y Laudrup adquieren en el equipo un perfil preponderante. Se convierten en una fuente de alimentaci¨®n imprescindible. Si se funden, o no est¨¢n bien secundados, el Madrid se evapora como la polilla. Y el partido de Hungr¨ªa estaba dise?ado para la ofensiva. Cuando el enemigo no quiere la pelota, te regala campo y medio, y se refugia en una cueva llena de grietas, no hay otra salida para quien asume los galones del partido que golpear ofensivamente. Y el Madrid lo intent¨® sin ¨¦xito durante los primeros 30 minutos y luego le cobraron el tributo.
A la espera de una aparici¨®n de Laudrup, Michel y Redondo se echaron el encuentro a cuestas. El interior -muy motivado- descubri¨® un cord¨®n umbilical con Ra¨²l y Esn¨¢ider y poco a poco el Madrid fue zarandeando a los h¨²ngaros. Pero la colaboraci¨®n del argentino fue ef¨ªmera: da la impresi¨®n de estar pose¨ªdo por el demonio. Sus constantes rabietas le restan concentraci¨®n. El diagn¨®stico de Ra¨²l es m¨¢s saludable. Su juego est¨¢ repleto de ansiedad. Est¨¢ tallado para el gol, pero su fogosidad le desgasta en exceso. No le sobra talento y precisa reservas energ¨¦ticas. El juego de ¨¢rea requiere sosiego. Pudo marcar en una jugada de pillo en la que estrell¨® la pelota en el poste, pero instantes despu¨¦s se apag¨® en una carrera de 30 metros, di¨¢fana, con un defensor mucho m¨¢s lento. De todas formas, ¨¦l volvi¨® a desequilibrar. Pese a la repetici¨®n de los marcajes individuales del Ferencvaros y a que fue objeto de principal atenci¨®n por ser su mayor ejecutor hace 15 d¨ªas, destac¨® ya desde los primeros minutos. Ol¨ªa a gol madridista, pero no acababa de llegar.
Con Michel y Ra¨²l dictando los ¨²nicos versos del partido, el gol del juvenil parec¨ªa cuesti¨®n de tiempo. S¨®lo restaba que el bal¨®n obedeciera a Laudrup, muy fogoso, con gran presencia en el partido, pero con menos precisi¨®n que otras veces. En estos momentos de titubeos colectivos para el Madrid cualquier fuga de Laudrup es como si le arrancaran una muela. Jugadores como el dan¨¦s son los ¨²nicos capaces de solapar las debilidades.
El Ferencvaros resist¨ªa en su trinchera, pero con las alambradas desajustadas. El animoso grupo h¨²ngaro se limitaba a hacer de pararrayos en la h¨²meda noche de Budapest. Ni siquera sus r¨¦plicas al ataque, turbias y timoratas, destilaban inquietud para los de Valdano. Una contra del Ferencvaros supon¨ªa recorrer un oc¨¦ano kilom¨¦trico a cualquiera de sus poco adiestrados jugadores. Pero cuando el Madrid daba, los primeros s¨ªntomas comatosos -tiene este a?o cierta tendencia a diluirse sin aparentes motivos- una pelota al horizonte de Buyo se trab¨® en la red.
Los presagios se rompieron. Al Madrid se le alter¨® el pulso y se vio obligado a perge?ar un choque m¨¢s acelerado. Apel¨® m¨¢s al cerebro que a los pies y s¨®lo con el buzo enfundado pudo igualar el resultado. Debi¨® hacerlo mucho antes. Pero no tuvo pegada y consinti¨® inconscientemente que su rival multiplicara su voluntad. El desenlace final fue un exponente del talante del Ferencvaros: con el empate sus jugadores dieron la vuelta al campo, hicieron la ola y de milagro no montan en globo. El p¨²blico quiz¨¢ no lo vio: no en vano hab¨ªan estado 75 minutos frot¨¢ndose los ojos. El Madrid dej¨® una huella efervescente en todo Budapest.
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