El Gobierno hace las elecciones
M¨²ltiples comentarios han subrayado ya el desajuste entre la decisi¨®n de Gonz¨¢lez de seguir gobernando aun en minor¨ªa y los usos constitucionales en la Europa democr¨¢tica. Como escribiera Karl Loewenstein, "la disoluci¨®n es el puntal democr¨¢tico de todo el proceso que consiste en ajustar los conflicto de poder haciendo del electorado el ¨²ltimo factor que decide en la pol¨ªtica". Un buen ejemplo de ello lo acabamos de tener en Austria, donde el canciller socialdem¨®crata Vranitzky ha disuelto aula antes de presentar la ley financiera al Parlamento una vez que comprob¨® la imposibilidad de su aprobaci¨®n. Al encontrarse en minor¨ªa pol¨ªtica el Gobierno, lo que tocaba era disolver, si se quiere con la l¨®gica atenci¨®n al par¨¦ntesis navide?o, y no aplazar la disoluci¨®n salvando el vac¨ªo presupuestario a base de remiendos aprobados por medio de decretos-ley.Ahora bien, ello no quiere decir que el "yo sigo" de Gonz¨¢lez constituya un sinsentido. Primero, encaja a la perfecci¨®n con el estilo del personaje, mucho m¨¢s inclinado a lo que Garc¨ªa Pelayo calificaba como "cesarismo democr¨¢tico" que a admitir los costes que para el Ejecutivo conlleva un gobierno parlamentario. Segundo, porque, si bien el rechazo de la disoluci¨®n tras el no a los Presupuestos contradice la tradici¨®n democr¨¢tica occidental (y las propias palabras de Gonz¨¢lez antes del verano), enlaza, en cambio, con la tradici¨®n espa?ola que culminara en el periodo de la Restauraci¨®n. El Gobierno no disuelve el Parlamento para dejar a los electores el poder de decisi¨®n sobre los grandes conflictos, de acuerdo con la definici¨®n precipitada de Loewenstein, sino que llama a los electores a votar cuando y como le conviene para confirmar su propia gesti¨®n. Por eso surgi¨® la gr¨¢fica expresi¨®n de que "el Gobierno hace las elecciones", ya que las fabricaba mediante todo tipo de manipulaciones para no perderlas nunca. El acto central del proceso no era el voto libremente ejercido por el pueblo, sino el decreto de disoluci¨®n entregado discrecionalmente por el rey a un pol¨ªtico. Resultado: salvo el par¨¦ntesis republicano, y con s¨®lo dos excepciones nada significativas, los gobiernos siempre han ganado las elecciones por ellos convocadas entre 1838 y 1993. Hoy Gonz¨¢lez tiene la ventaja de que quien disuelve es ¨¦l; la desventaja, que sus medios de manipulaci¨®n son m¨¢s limitados que los del "caciquismo". Pero, si los sondeos le ofrecen un "suelo" suficientemente elevado y el caso GAL no le mancha del todo, ah¨ª estar¨¢ para intentar la victoria (para un desastre no, claro). Necesita tiempo y, l¨®gicamente, se lo otorga a s¨ª mismo.
De momento, el bombardeo sistem¨¢tico de la opini¨®n comienza a dar sus frutos. La estabilidad del voto PSOE en los sondeos confirma que Gonz¨¢lez y los suyos han conseguido literalmente acorazar a un sector amplio de la opini¨®n p¨²blica, que minimiza el significado del terrorismo de Estado, justifica los cr¨ªmenes ejecutados contra etarras y acepta la descalificaci¨®n primaria de los jueces investigadores. Esta degradaci¨®n en profundidad de los valores democr¨¢ticos ha calado hondo, incluso en gentes de izquierda hasta hoy por encima de toda sospecha. Cuenta tambi¨¦n el mito de la famosa hipocres¨ªa, como si hubiera sido posible y razonable escribir en 1985 sobre los GAL s¨®lo sobre suposiciones. Y el resto lo hace la destrucci¨®n sistem¨¢tica de la figura de Aznar, presentado recurrentemente, y muchas veces con su colaboraci¨®n involuntaria, como incapaz de asegurar el relevo de un l¨ªder carism¨¢tico. Los dardos le llegan incluso cuando los afines aparentan criticar al PSOE. Como me dijo el emisario de Ferraz al intentar ficharme para la campa?a del 93: "No hace falta que defiendas al PSOE, basta con que cargues contra el PP". Y hay que reconocer que ya cuentan con buenos mastines de tertulia para ejercer en ambas direcciones esa labor.
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