Absurda situaci¨®n
LA NEGATIVA de Felipe Gonz¨¢lez a confirmar si se presenta o no a la reelecci¨®n est¨¢ creando dificultades adicionales a los socialistas bien sobrados de ellas. Esos perjuicios son tan evidentes que la ¨²nica explicaci¨®n plausible a tan contumaz silencio es que la decisi¨®n de no presentarse ya est¨¢ tomada, pero prefiere mantener la incertidumbre a fin de que Ios jueces que pronto deben decidir si inculpan o exculpan a Gonz¨¢lez no piensen que se pronuncian sobre una figura del pasado, alguien ya amortizado, sino sobre un presidente del Gobierno que puede seguir si¨¦ndolo. La forzada euforia socialista sobre la posibilidad de una nueva victoria de su partido en las urnas se puede interpretar en esa misma clave.El problema es que, seg¨²n pasa el tiempo, esa supuesta argucia se anula a s¨ª misma. Si el punto de partida es que Gonz¨¢lez no se presenta pero se sigue aplazando el nombramiento del nuevo candidato, ¨¦ste no podr¨¢ ser otro que el propio Gonz¨¢lez: porque no habr¨¢ tiempo para lanzar al sustituto y porque cuanto m¨¢s tarde se conozca su nombre, m¨¢s devaluada aparecer¨¢ su figura como la de alguien a quien se recurre a ¨²ltima hora no por sus m¨¦ritos o por las expectativas que suscita, sino "porque Felipe no quiere". Podr¨ªa llegarse as¨ª a una sustituci¨®n planteada en condiciones que la hacen imposible.
Lo m¨¢s ins¨®lito es el silencio, s¨®lo roto por alg¨²n susurro, de la ejecutiva socialista reunida el pasado lunes. Silencio, por lo dem¨¢s, quebrado luego por algunos dirigentes ante los periodistas, con lo que el efecto de incertidumbre perseguido respecto al Supremo deja de ser tal para quedar reducido a mera confusi¨®n interna. Por ejemplo, la sembrada por los guerristas al proponer que, si no va Gonz¨¢lez, el candidato sea Guerra. Esa propuesta no puede tener otro sentido que el de forzar a Gonz¨¢lez a presentarse: "Antes que Guerra, yo mismo". Es lo que buscan los guerristas. Por una parte, porque piensan que Gonz¨¢lez es todav¨ªa el candidato m¨¢s capaz de paliar la, derrota; por otra, porque, con vistas a la renovaci¨®n de personal que se har¨¢ inevitable tras la derrota, prefieren que el perdedor sea Gonz¨¢lez.
La situaci¨®n es tanto m¨¢s absurda si se tiene en cuenta que uno de los motivos, al menos impl¨ªcito, para no disolver las Cortes de inmediato cuando Pujol anunci¨® el fin de su apoyo era la necesidad de tiempo para resolver la cuesti¨®n del candidato, dando por supuesto que no lo ser¨ªa Gonz¨¢lez. Se consideraba entonces que la necesidad de contar con un nuevo rostro no obedec¨ªa s¨®lo a motivos coyunturales, ni siquiera a los relacionados con la investigaci¨®n del caso GAL, sino a razones, pol¨ªticas: las suscitadas, por resumir, en torno al debate -que hace tres meses parec¨ªa ser el m¨¢s urgente para los socialistas- sobre qui¨¦n podr¨ªa ser el Jospin espa?ol. El bloqueo de esa cuesti¨®n, a la espera de una palabra que no llega es una met¨¢fora de la situaci¨®n.
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