La moneda europea

Si el objetivo fue guardar fidelidad al modelo europeo que tiende a imponerse, carente de fuerza, as¨ª como de cualquier otro importante atributo, no ser¨ªa de extra?ar la aparici¨®n de una palabreja como euro para dar nombre a la moneda ¨²nica, sobre todo en el contexto plomizo y exento de brillo que caracteriza el presente di¨¢logo de sordos europeo.No obstante, supongo que el prop¨®sito no ha de ser otro que rubricar con letras de oro el apasionante proceso hist¨®rico en el que estamos embarcados. Sugiero que la letra griega tau, as¨ª como su posible representaci¨®n gr¨¢fica, podr¨ªa suscitar el consenso general, incluso en naciones cultas de ra¨ªz germana o anglosajona, si entendemos a argumentos de peso basados en la historia com¨²n europea de la que todos se nutrieron y el modelo que queremos asumir. Creo que una divisa no deber¨ªa ser otra cosa que la expresi¨®n morfol¨®gica de las cualidades a que aspira la sociedad que la maneja y, si queremos optar por un modelo de coherencia y firmeza interior, no podemos prescindir, como otros, de la nobleza en nuestras transacciones comerciales, o el disfrute placentero de los goces terrenales ni, a¨²n menos, olvidar el rostro humano que nos mostraron los antiguos.-