La hora de Espa?a se par¨® hace 20 a?os en El Aai¨²n
Una min¨²scula comunidad espa?ola permanece todav¨ªa en silencio en la antigua capital del S¨¢hara Occidental
El Aai¨²n se encuentra oficialmente a 20 a?os de distancia del coraz¨®n de Espa?a. ?se es el tiempo que ha transcurrido desde que sonaron por ¨²ltima vez en la capital del antiguo S¨¢hara espa?ol las campanas de la catedral de San Francisco, mientras un Ej¨¦rcito se retiraba, y otro, compuesto por 350.000 civiles, se concentraba no muy lejos de Tarfaya dispuesto a cruzar la raya y a ocupar simb¨®licamente el territorio en nombre del rey de Marruecos. El vac¨ªo dejado por Espa?a se palpa en las calles de las ciudades del S¨¢hara y sobre todo en El Aai¨²n, donde sobrevive en absoluto silencio una min¨²scula comunidad hispana formada por poco menos de treinta personas.Pero, en realidad, Espa?a no est¨¢ tan lejos. Lo afirman con vehemencia los ancianos saharauis de una ciudad invadida por millares de inmigrantes venidos del norte -por cada saharaui hay ya 10 marroqu¨ªes- mientras bucean en las cajas y arcones buscando los documentos que demuestren su vinculaci¨®n con Espa?a. Alguno, como Mohamed, ha en contrado junto a su descolorido documento nacional de identidad la medalla de plata de la Orden de ?frica, que le fue concedida el 18 de julio de 1956 por el general Francisco Franco en reconocimiento a su "rendimiento, en el trabajo"
Nosotros hemos abierto nuestros ojos en Espa?a. Nuestra madre fue Espa?a, pero nos ha abandonado. Nos hemos quedado en estas tierras y ahora somos marroqu¨ªes", asegura en un castellano oxidado este viejo saharaui, ex responsable del departamento de transportes de la empresa Fos Bucraa, mientras el t¨¦ de menta humea en un fog¨®n de carb¨®n en medio del sal¨®n de su casa, en el barrio del Cementerio.
Al¨ª utiliza el mismo entusiasmo que Mohamed para hablar de Espa?a. Para ese otro saharaui, funcionario de Correos, es inevitable hacer referencia a la figura de Francisco Franco al recordar a la antigua metr¨®poli. "Franco fue nuestro padre". As¨ª rezaba el mensaje de p¨¦same que ¨¦l y otros 25 saharauis enviaron a Carmen Polo el 20 de noviembre de 1975, a pesar de que hac¨ªa ya seis d¨ªas que hab¨ªan pasado a depender administrativamente del Gobierno de Rabat.
Un franquista en la Meca
"Fui franquista y falangista. No me da verg¨¹enza reconocerlo. Franco cuid¨® de nosotros, incluso nos pag¨® la peregrinaci¨®n a la Meca de 225 musulmanes del S¨¢hara, en octubre de 1974, en un DC-9, de la compa?¨ªa lberia. Viajamos hasta Arabia Saud¨ª con la bandera de Espa?a y de Franco", recuerda desde el fondo de un sof¨¢ este ex funcionario de la Administraci¨®n marroqu¨ª, que con resignaci¨®n y fatalismo dice aceptar "cualquier poder y mando".No s¨®lo los viejos saharauis recuerdan a Espa?a. Lo hacen tambi¨¦n, los m¨¢s j¨®venes, como Sidi, de 32 a?os, funcionario del Gobierno Civil, traductor jur¨ªdico de la Casa de Espa?a, profesor de castellano en una academia privada y fundador de la publicaci¨®n mensual La Voz del Sur. Hijo y nieto de artesanos y orfebres, estudi¨® Filolog¨ªa Hisp¨¢nica y Derecho en la Universidad de Rabat, sin olvidar nunca sus v¨ªnculos culturales con la antigua metr¨®poli.
"Espa?a no hace nada por nosotros. Nos tiene olvidados. Luchamos para mantener viva la lengua y la cultura, pero nos faltan medios. Y voluntad pol¨ªtica de la Administraci¨®n marroqu¨ª, que desde 1975 ha ido impartiendo todo tipo de trabas a la ense?anza del espa?ol", se lamenta Sidi en la redacci¨®n de su peri¨®dico, en el barrio de Colominas. Muy cerca est¨¢ el antiguo colegio de La Paz, el ¨²ltimo centro de ense?anza espa?ol de El Aai¨²n, abierto a¨²n para una veintena de alumnos extranjeros que se amontonan en una ¨²nica aula.
El arma de Sidi es un viejo manual titulado Amiguitos. Se lo proporcion¨® recientemente un profesor espa?ol. El libro se abre de puro viejo y, como un fantasma, aparece el retrato de Franco, bajo el cual se puede leer en letra redondilla la biograf¨ªa del "Caudillo de Espa?a, que naci¨® en El Ferrol"' y que "en Marruecos tom¨® parte en numerosas batallas y, como es muy valiente y sabe mandar a soldados mejor que nadie, a los 33 a?os ya era general". Es como si Espa?a se hubiera detenido en El Aai¨²n hace 20 a?os.
Donde no llegan los recuerdos, ni la cultura, se alzan los viejos edificios. Construidos durante los ¨²ltimos 40 a?os de colonizaci¨®n, constituyen un abultado patrimonio urban¨ªstico del que cuida el depositario de los bienes de Espa?a, Enrique Quintana. Hay un total de 112 propiedades espa?olas en el S¨¢hara Occidental, que se concentran en El Aai¨²n y la antigua Villa Cisneros.
El patrimonio inmobiliario del Estado espa?ol en el S¨¢hara lo componen un total de 72 viviendas -40 en El Aai¨²n, 20 en Villa Cisneros, 11 en G¨¹era y 1 en Smara- cedidas a particulares en r¨¦gimen de alquiler, a las que hay que sumar unas tres decenas de edificios p¨²blicos, la mayor¨ªa de los cuales se encuentran en la antigua capital y fueron ocupa dos por la fuerza por el Ej¨¦rcito o la Administraci¨®n marroqu¨ª. La lista es variopinta. Junto al viejo Hospital Civil, hoy desaparecido bajo la piqueta, se encuentran la residencia del gobernador, la del secretario general, el Centro Cultural del Ej¨¦rcito, la capilla cat¨®lica castrense, el Centro de Lucha Canaria, la sede de la Secci¨®n Femenina o el cementerio cat¨®lico.
En medio de este d¨¦dalo de edificios emerge la vieja catedral de San Francisco; ¨²ltimo refugio de la comunidad cat¨®lica del S¨¢hara, integrada por medio cente nar de fieles de todas las nacionalidades y dirigida por dos sacerdotes espa?oles de la orden de los Padres Oblatos. Los dos curas son la cabeza m¨¢s visible de la mi n¨²scula comunidad espa?ola: dos o tres decenas de personas que vi ven a caballo entre el S¨¢hara y Las Palmas. Son los supervivientes de un naufragio hist¨®rico, de una prospera sociedad colonial que lleg¨® a contar con 23.862 miembros en 1971 y que apenas agrupaba a 800 en la d¨¦cada de los ochenta. Hoy los espa?oles se pueden contar con los dedos: dos curas, tres funcionarios, tres empresarios agr¨ªcolas, dos mujeres casadas con nativos, un pescador y algunos empleados en las plantas de fosfatos.
Durante estos 20 a?os, ellos han aprendido a guardar silencio o, en el mejor de los casos, a hablar sin decir nada. Se han amoldado a las reglas de juego impuestas por el desaparecido y todopoderoso gobernador Salah Zemrag, quien desde 1982 hasta 1993. control¨® con firmeza, el antiguo S¨¢hara espa?ol. El silencio y el hermetismo de la comunidad espa?ola sigue siendo el mismo, a pesar de que las cosas han empezado a cambiar en la zona, sobre todo con la llegada de un nuevo gobernador, Hassan Ochen, nacido en Nador y formado en las universidades andaluzas. Da la sensaci¨®n de que con su nombramiento alguien ha entreabierto la puerta del S¨¢hara a Espa?a.
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