Eduardo VIII, el 'rey traidor'
Documentos secretos de la PIDE portuguesa reconstruyen el perfil pronazi del duque de Windsor
La historia de amor entre el rey Eduardo VIII de Inglaterra y la millonaria norteamericana Wallys Simpson ofreci¨® al mundo en 1936 un material rom¨¢ntico de primera mano que ha nutrido guiones de cine y de televisi¨®n y unos cuantos libros. Pero detr¨¢s del amante monarca capaz de abandonar el trono brit¨¢nico por su adorada Wallys se escond¨ªa un hombre resentido por los desplantes infligidos por su propia familia y decidido a cualquier cosa para reconquistar su trono. Que el duque de Windsor fue siempre un ardiente pronazi era casi del dominio p¨²blico, pese al celo de la familia real brit¨¢nica a la hora de maquillar la imagen del rey que abdic¨® en 1936. Lo grave para la dinast¨ªa inglesa, que no para de encajar desastres, es que la realidad va mucho m¨¢s lejos que las suposiciones que le atribu¨ªan una idealista admiraci¨®n por Hitler. Documentos de la PIDE, la polic¨ªa pol¨ªtica de la dictadura portuguesa de Oliveira Salazar, que acaban de hacerse p¨²blicos dejan escaso margen para la duda sobre la verdadera naturaleza de las inclinaciones del duque de Windsor, quien colabor¨® con los nazis con el objetivo prioritario de regresar al Reino Unido como un l¨ªder triunfal.El rey que abdic¨® no s¨®lo coquete¨® con Hitler, sino que fue capaz de suministrar informaci¨®n secreta del bando aliado a los nazis. Acaso el gesto mas grave se produjo en febrero de 1940, cuando a trav¨¦s de intermediarios pas¨® datos confidenciales de la respuesta que preparaba el bando aliado a la hipot¨¦tica invasi¨®n de B¨¦lgica por las tropas de Hitler. ?ste es uno de los testimonios esenciales recogido en un documental que bajo el t¨ªtulo Eduardo VIII. El rey traidor ser¨¢ emitido el jueves por la cadena de televisi¨®n privada brit¨¢nica Channel Four, dentro de la serie titulada Vidas secretas.
El duque de Windsor -t¨ªtulo concedido a Eduardo VIII tras abdicar-, con su aspecto casi angelical y su sempiterno canotier en la mano, filtr¨® documentos como una respuesta a amargos a?os de desplantes. El ex monarca abandon¨® el Reino Unido herido en su amor propio, no s¨®lo por haberse visto obligado a abdicar para consumar su amor, sino por el desprecio demostrado por la familia real hacia Wallys. Simpson, a quien se le neg¨® el t¨ªtulo de alteza real.
El coqueteo amistoso con la Alemania de Hitler se fue intensificando poco a poco. En 1937, los duques de Windsor viajaron a Alemania, donde recibieron una calurosa acogida, en severo contraste con lo que hab¨ªan sido los a?os de Wallys Simpson en Londres. All¨ª, sin rubor ni especial sentido pol¨ªtico, se dejaron fotografiar rendidos de admiraci¨®n ante Hitler.
Al estallar la guerra, el duque se convierte en un motivo m¨¢s de preocupaci¨®n para el Gobierno brit¨¢nico, que le otorga el pomposo t¨ªtulo de general mayor encargado de las relaciones de la comandancia francesa de Par¨ªs, con la esperanza de mantenerle entretenido. El duque se entretiene, pero a su modo. Por ejemplo, pronunciando discursos pronazis en Verd¨²n para sonrojo de Buckingham Palace.
Al caer Par¨ªs en manos de los nazis, la pareja Windsor se traslada al sur de Francia, primero, y a Madrid, despu¨¦s. En la capital espa?ola se alojan, como invitados especiales del general Franco, en la suite 501 del hotel Ritz. En esa etapa, el duque no reprime sus impulsos totalmente contrarios a Winston Churchill y asegura a sus amigos alemanes que la paz llegar¨¢ pronto si siguen bombardeando Londres.
En su periplo por las capitales amigas, los duques de Windsor se instalan en Lisboa, donde viven rodeados de esp¨ªas y agentes de la polic¨ªa secreta de Salazar. All¨ª, Eduardo Windsor recibe varias veces la visita del embajador espa?ol, Nicol¨¢s Franco, a quien explica que se siente como un prisionero rodeado de agentes secretos. ?Querr¨ªa el duque viajar a Espa?a? Un tira y afloja entre canciller¨ªas se entabla ahora en tomo a los Windsor. En Londres, un Churchill cada vez m¨¢s inquieto con las correr¨ªas incontroladas del ex monarca en momentos tan delicados para la naci¨®n decide apartarle de los escenarios pol¨ªticos europeos. El cargo de gobernador de las Bahamas se elige como el m¨¢s adecuado. Churchill consigue por fin su objetivo, y los duques de Windsor salen para el Caribe dejando tras de s¨ª una estela de esp¨ªas frustrados. Detr¨¢s quedaban decenas de cartas comprometedoras de Eduardo Windsor que Londres se vio obligado a rescatar de manos enemigas. Por desgracia para los Windsor, no fue posible recuperar todo el material, que ahora reaparece para oprobio familiar a trav¨¦s del medio menos discreto imaginable: la pantalla de televisi¨®n.
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