Pulso en Washington
EL CIERRE en Estados Unidos de una parte de los servicios p¨²blicos dependientes del Gobierno federal -afectando al 40% de su personal- manifiesta el enfrentamiento abierto entre el presidente Clinton y el Congreso de mayor¨ªa republicana en la elaboraci¨®n del pr¨®ximo presupuesto. El conflicto ya provoc¨® la v¨ªspera el hecho sin precedentes de que el Tesoro tuviera que acudir al uso de fondos de pensiones para evitar la suspensi¨®n del pago de la deuda p¨²blica. Ninguna de esas medidas presagia por el momento una cat¨¢strofe financiera, pero, de prolongarse, puede minar la credibilidad de la primera potencia del mundo. Menos por dudas en su solvencia que por temor al desgobierno y la indecisi¨®n.Esto ha empezado a reflejarse ya en la reducci¨®n de la estancia de Clinton en Jap¨®n, donde discutir¨¢ asuntos fundamentales para el comercio norteamericano. Y puede que tenga efectos sobre el compromiso de enviar tropas para imponer el plan de paz en Bosnia. ?Podr¨ªa haberse evitado esta situaci¨®n? Si las pr¨®ximas elecciones presidenciales no se celebraran dentro de menos de un a?o, tal vez s¨ª. Pero tambi¨¦n hay que atribuir a la arrogancia republicana en el Congreso la mayor parte de responsabilidad por esta crisis. Alentados por su gran victoria electoral de noviembre de 1994, los republicanos, de la mano de Newt Gingrich, han pretendido con frecuencia actuar como un Gobierno en la sombra y relegar al presidente Clinton a la irrelevancia. Esto se ha evidenciado en el debate presupuestario. Los republicanos quisieron ponerle el sello de la revoluci¨®n conservadora: recortes en la asistencia sanitaria y en los programas sociales, menos impuestos para los ricos y dr¨¢stica reducci¨®n del d¨¦ficit.
Clinton comprob¨® en las encuestas que tal pol¨ªtica resulta hoy muy impopular, y ha aprovechado la ocasi¨®n para plantar cara a los republicanos y lanzar el mensaje a los electores de que ejerce con decisi¨®n su presidencia. Para ello, ha asumido el riesgo de vetar dos leyes que dejan al Gobierno sin dinero para la gesti¨®n de sus servicios. En el primer caso, los argumentos de Clinton son irreprochables. Los republicanos, le presentaron una ley para subir el techo de endeudamiento p¨²blico -que el Gobierno necesitaba para pagar los bonos que vencen esta semana- en un mismo paquete con otras leyes que jam¨¢s habr¨ªa aceptado por separado. Era una forma de chantaje que el presidente no pod¨ªa aceptar en ning¨²n caso.
El segundo veto es m¨¢s discutible. La ley que los republicanos presentaron para extender el presupuesto a las operaciones diarias del Gobierno iba acompa?ada de otra que aumentaba las cuotas por la asistencia sanitaria a los jubilados. Esta maniobra es algo m¨¢s t¨¢ctica, porque el presidente es consciente de que las cuotas m¨¦dicas tendr¨¢n que aumentar en todo caso. Gingrich y sus hombres dicen que lo que est¨¢ en discusi¨®n, en el fondo, es si existe voluntad en la Casa Blanca de acabar con el d¨¦ficit. Y, por supuesto, dudan de que la haya. Eso no es exactamente as¨ª. Lo que est¨¢ en discusi¨®n son los m¨¦todos para acabar con el d¨¦ficit. Cierto que el presidente hace electoralismo en su ostentosa defensa de unos gastos apenas sostenibles ya. Pero, hay l¨®gica en que aproveche este pulso para denunciar la pol¨ªtica republicana de pedir recortes simult¨¢neos de los gastos sociales y de la carga fiscal a los ricos. Y hay perspectivas razonables de que gane este Pulso.
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