Escepticismo en el Sur
La Conferencia de Barcelona constituye un giro para los dirigentes de los sistemas pol¨ªticos de las dos orillas. Pero el observador m¨¢s optimista se vuelve esc¨¦ptico sobre las consecuencias positivas que pueda tener para unos ciudadanos y s¨²bditos cuya mirada est¨¢ puesta hasta la locura en el cambio de humor del m¨¢s humilde guardia civil.Dado que la estabilidad y la seguridad son el centro de los debates, la ayuda econ¨®mica, la cooperaci¨®n o el codesarrollo parecen una variedad est¨¦tica, una concesi¨®n que s¨®lo compromete a los nost¨¢lgicos de tiempos pasados. Los debates que reunieron en sesiones preliminares a representan-tes del Sur y del Norte han mostrado el importante desfase entre las preocupaciones de las dos orillas. La frecuencia regular y constante de frases tranquilizadoras acerca de la desmesura de una identidad mediterr¨¢nea al evocar los problemas de la "bomba demogr¨¢fica" y el "peligro integrista" confirma en su malestar a los ciudadanos del Sur. Las prioridades est¨¢n centradas en la estabilidad de los reg¨ªmenes en detrimento de movimientos sociales y pol¨ªticos, y se teme la creaci¨®n de una santa alianza cuyas principales v¨ªctimas ser¨ªan los derechos y libertades de los individuos.
Tras la fachada de unanimidad de la UE, hay tensiones reales. La exageraci¨®n acerca de las consecuencias que tendr¨ªa un aumento de las cuotas de exportaciones marroqu¨ªes de flor cortada, patatas o tomates para la econom¨ªa de gigantes como Alemania, B¨¦lgica u Holanda s¨®lo escapa al rid¨ªculo, o la farsa, si se la integra en la perspectiva de la estabilizaci¨®n del equilibrio entre los pa¨ªses europeos. Las tensiones entre los partidarios de un centro de gravedad controlado por el riguroso clima continental del Norte y los que optan por una descentralizaci¨®n hacia orillas soleadas, pero sacudidas por la incertidumbre, son reales.
La sombra del paradigma de Huntington, que habla del "choque de civilizaciones", planear¨¢ con toda seguridad sobre Barcelona. El aplazamiento sine die de la Conferencia de Bonn sobre las relacioes entre el islam y Europa, tras la resolucion del Parlamento alem¨¢n de declarar persona non grata al ministro de Asuntos Exteriores iran¨ª, cuyo Gobierno mostr¨® demasiada alegr¨ªa por la muerte de Rabin, pone de relieve lo caldeados que est¨¢n los ¨¢nimos.
Los partidarios de una Europa cerrada han desbancado a los defensores de la apertura. Pero el problema est¨¢ mal planteado desde el principio dado que la sensibilidad dominante es la del repliegue nacionalista, pues aunque parezcan ceder bajo la presi¨®n de los bruscos y violentos ataques del mercado globalizador, las referencias nacionalistas s¨®lo han cambiado de escala para. poder absorber la movilidad inherente a una expansi¨®n duradera. Al nacionalismo franc¨¦s o alem¨¢n le ha sucedido, aunque en condiciones dif¨ªciles, el nacionalismo europeo. Y cualquier nacionalismo alimenta la intolerancia. En este contexto, la Conferencia se presenta como una plataforma para identificar y circunscribir la alteridad, fijarla territorialmente y, por tanto, condenar definitivamente la hip¨®tesis del mestizaje.
No falta la generosidad cuando en el borrador de la declaraci¨®n se habla del "establecimiento de una asociaci¨®n mundial y euromediterr¨¢nea, desarrollar el Estado de derecho y la democracia en los sistemas pol¨ªticos internos, respetar la diversidad y el pluralismo en sus sociedades, promover la tolerancia entre sus diferentes grupos y luchar contra. las manifestaciones de intolerancia, en especial el racismo y la xenofobia". Pero insiste en la necesidad de reforzar "la cooperaci¨®n para prevenir y combatir el terrorismo, luchar contra la expansi¨®n del crimen organizado y combatir la plaga de la droga en todos sus aspectos". Estos pasajes est¨¢n llenos de sobreentendidos que expresan las verdaderas preocupaciones de los Gobiernos. El texto no habla en ning¨²n momento de movilidad de poblaciones, de libertad de movimiento o de la situaci¨®n de los emigrantes. Se desea el intercambio a condici¨®n de que cada uno se quede en su casa. Se afana por todos los medios en estructurar las diferencias e imponer bases seguras de identidad para prevenir los riesgos de la promiscuidad.
En todos los debates que han precedido a la conferencia la cuesti¨®n central era la del islamismo y el terrorismo que genera. Los expertos se tranquilizan pensando que es el Sur el que provee de drogas y barbudos. Sin embargo, Europa empieza a descubrir, no sin desasosiego, que es mestiza y que el Sur acampa en sus suburbios, que es musulmana, incluso islamista. Una verdad demasiado cruel para que todos la compartan.
Hay muchas probabilidades de que la lucha contra el islamismo se convierta en el eje principal de la cooperaci¨®n europea y de que se sacrifique en su altar toda veleidad de liberalizaci¨®n pol¨ªtica. Opci¨®n que no est¨¢ exenta del riesgo de que el rechazo del otro impida la normalizaci¨®n de movimientos que se pretende. No hay que olvidar que el islamismo es un sistema de referencia en construcci¨®n: se inscribe en una l¨®gica de modernizaci¨®n en profundidad de sociedades en transici¨®n y est¨¢ lejos de haber dado cuerpo a su trama doctrinal. Tras la uniformidad del l¨¦xico se despliega una infinidad de configuraciones pr¨¢cticas que dependen de las situaciones o del hacer de los actores. Este bricolaje no est¨¢ en peores condiciones que cualquier otro para ofrecer una estructura para la reconstrucci¨®n de una identidad mestiza en el marco de una modernidad que permita el acceso a lo universal.
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