La paz de Srebrenica
Srebrenica est¨¢ a 200 kil¨®metros del Mediterr¨¢neo. ?Se hablar¨¢ de esta ciudad en la Conferencia Euromediterr¨¢nea de Barcelona? Es poco probable; para verg¨¹enza de la Uni¨®n Europea, Bosnia ha terminado siendo un asunto norteamericano. Y, sin embargo, Srebrenica fue escenario el pasado julio de uno de los mayores genocidios cometidos en el Viejo Continente desde la II Guerra Mundial. ?mulos de los nazis, los conquistadores serbios de la ciudad reunieron a sus habitantes musulmanes, expulsaron a los ancianos, mujeres y ni?os, retuvieron a los varones y les hicieron cavar las fosas comunes donde ser¨ªan enterrados. Entre 6.000 y 8.000 hombres fueron asesinados. Cabe recordar que Srebrenica era una zona protegida por la ONU y que un batall¨®n de cascos azules holandeses deb¨ªa velar por sus habitantes.Srebrenica, seg¨²n el acuerdo de paz aprobado en Dayton, queda en manos de los serbios. A tenor de ese acuerdo, Mladic, el general que dirigi¨® la captura y limpieza ¨¦tnica de Srebrenica, no podr¨¢ participar en el futuro pol¨ªtico de Bosnia dada su condici¨®n de acusado de cr¨ªmenes de guerra por el Tribunal de La Haya. ?se es su ¨²nico castigo. En cuanto a los supervivientes de la matanza podr¨¢n volver a la ciudad, pero el acuerdo no garantiza c¨®mo y cu¨¢ndo. As¨ª es la paz de Dayton, una paz que no es justa, y est¨¢ por ver si ser¨¢ duradera. Por eso, Sarajevo no la festej¨®. Las im¨¢genes del descorche de botellas de champ¨¢n difundidas por CNN fueron tomadas en el hotel Bosnia, donde s¨®lo eran bosnios los camareros. Brindaban periodistas y diplom¨¢ticos extranjeros.
Esta paz no es justa. Recompensa a los agresores al permitirles mantener la ¨¦tnicamente pura Rep¨²blica Serbia que han creado a base de bombardear escuelas, hospitales y mercados, robarles sus hogares a innumerables familias, violar a miles de mujeres y asesinar a sus padres, maridos y hermanos. A los criminales de guerra como MIadic y su compinche Karadzic se les niega un porvenir pol¨ªtico, pero pueden guarecerse en su feudo y escapar a la acci¨®n de la justicia. Su mentor, Milosevic, regresa a Belgrado como el campe¨®n de la paz y con la suspensi¨®n del embargo contra Serbia. (En la sombra, pero ¨¦se es otro tema, sonr¨ªe el croata Tudjman, el principal vencedor del conflicto).
No obstante, no hay que negarle a Bill Clinton el m¨¦rito de haber alumbrado con f¨®rceps esta tard¨ªa y amarga pax americana. Como europeos, interesa mucho m¨¢s intentar sacar lecciones de la humillaci¨®n que Dayton representa para la Uni¨®n Europea, y la primera es que los norteamericanos siguen siendo los ¨²nicos garantes de la seguridad en el Viejo Continente, y tambi¨¦n en el Mediterr¨¢neo.
El lunes, en la presentaci¨®n en Madrid de su novela El sitio de los sitios, Juan Goytisolo record¨® que el 24 de agosto public¨® en este peri¨®dico el testimonio de Sadik Ahmetovic, un estudiante de Medicina que pudo escapar a la matanza de Srebrenica. Dec¨ªa Ahmetovic: "En todos lados hab¨ªa cad¨¢veres, fosas comunes, bandadas de buitres". Ahora, y s¨®lo ahora, subray¨® Goytisolo, se difunden las fotos de los sat¨¦lites norteamericanos y el informe del batall¨®n holand¨¦s que confirman, con nuevos horrores a?adidos, el testimonio de aquel estudiante. Y ahora, a?adi¨® el escritor, sabemos. oficialmente lo que siempre supimos: que los Gobiernos de Estados Unidos y la Uni¨®n Europea estaban al corriente de los cr¨ªmenes que MIadic hac¨ªa en Srebrenica, y decidieron no intervenir.
El sitio de los sitios, dijo Juan Luis Cebri¨¢n, es una compleja, y apasionante obra de ficci¨®n literaria con la que Goytisolo intenta exorcizar el demonio que le tortura desde su experiencia en un lugar real: el Sarajevo cercado por los serbios. Nadie que haya estado en esa ciudad, que agoniza por empe?arse en ser una, abierta y plural, puede felicitarse por el acuerdo de Dayton, que, con la f¨®rmula de una Bosnia, que es una, pero dos y en realidad tres, m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa que la Sant¨ªsima Trinidad, consagra la partici¨®n ¨¦tnica del pa¨ªs. Pero ya que la paz no es justa, lo m¨ªnimo que Occidente les debe a los supervivientes de Sarajevo, Srebrenica y Gorazde es que sea duradera. Tenemos una inmensa deuda con ellos. Regatearles una vez m¨¢s la protecci¨®n de nuestros fusiles ser¨ªa una canallada.
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