Por un pu?ado de votos
Los amigos de fuera, cuando pasan unos d¨ªas de visita, en Madrid, se extra?an de la crispaci¨®n pol¨ªtica ambiente. Al parecer, en el resto del Estado, las cosas de la pol¨ªtica se siguen con m¨¢s tranquilidad, a distancia, sin alterarse excesivamente. Sin embargo, en Madrid, uno convive con la sensaci¨®n de que en la mesa de al lado est¨¢ comiendo Perote, que Carvajal es un colega de la mili y que De la Rosa y Mario Conde nos han pedido la vez para jugar al billar.La verdad es que se vive mejor confinando las sensaciones en el espacio emotivo adecuado, evitando que traspasen la frontera de las v¨ªsceras y nos perturben como si fu¨¦ramos protagonistas, en lugar de testigos y v¨ªctimas de los acontecimientos. Y uno lo intenta, pero pasa cada cosa que acaba por implicarse emocionalmente de una manera o de otra. Adem¨¢s, los pol¨ªticos, que deber¨ªan dar ejemplo de actitud cort¨¦s, conciliadora, dialogante, sin por ello perder un ¨¢pice de raz¨®n, sin dejar que impere el latrocinio o la injusticia, aprovechan la menor ocasi¨®n (y en esto hay que reconocer que la oposici¨®n se lleva la palma) para hacer declaraciones violentas, insolente, agresivas, que, aunque dirigidas a personas, acaban deterior¨¢ndo la imagen de las instituciones. La impaciencia por gobernar parece legitimar cualquier m¨¦todo. Se da amparo y cr¨¦dito a todo tipo de delincuentes, siempre que sus testimonios y felon¨ªas aceleren el desarrollo de la estrategia. Recientemente se ha puesto de moda el chantaje pol¨ªtico como arma para evitar la prisi¨®n o para intentar recuperar el bot¨ªn confisca do por las autoridades.
Frente a estas actividades punibles, muchos pol¨ªticos han situado en el mismo nivel moral al chantajista y al chantajeado, como esos jueces, que afirman que algunas mujeres violadas iban provocando (ignorando que el est¨ªmulo est¨¢ en el cerebro, y, no en el manual de las normas de urbanidad, por lo que a unos les excita la minifalda, y a otros, las mujeres recatadas, de velo y misa diaria, justificando, sin saberlo, cualquier violaci¨®n, incluso la que, podr¨ªa acontecerle a su se?ora). En un intento de hacer corresponsable al presidente del Gobierno de un chantaje del que, al parecer, fue objeto por parte del abogado de Mario Conde naci¨® un curioso argumento: "Si es susceptible de ser chantajeado es que no es digno del sill¨®n que ocupa". Este argumento, que sali¨® del Congreso de los Diputados, se traslad¨® a la calle, y en cualquier debate de bar, cena, reuni¨®n de amigos o tertulia radiof¨®nica se esgrim¨ªa como raz¨®n de peso. Claro est¨¢ que equiparar moralmente al delincuente y a la v¨ªctima es un argumento que se vuelve r¨¢pidamente contra el que lo expone. As¨ª, a los pocos d¨ªas, el mism¨ªsimo Rey ha sido v¨ªctima de algo parecido, y nadie se atreve a sacar ahora esa especie de axioma que tanto. gustaba aplicar contra el partido del Gobierno. Todos los pol¨ªticos han cerrado filas en tomo a la Corona y han decidido que el chantaje es una pr¨¢ctica muy fea. La ambici¨®n desmedida, la prisa por mandar, la ilusi¨®n de ver realizada la fantas¨ªa de grandeza, genera tal ansiedad que provoca la aparici¨®n de estas actitudes de todo punto innobles y que deber¨ªan ser patrimonio del pueblo soberano, iconoclasta por naturaleza y cr¨ªtico con las autoridades por obligaci¨®n. A ellos, a los pol¨ªticos profesionales, les toca ejercer la educaci¨®n, la contenci¨®n en las formas, el sosiego en la declaraci¨®n, porque una de sus obligaciones es el ejemplo que est¨¢n obligados a dar a todos los que les sufren d¨ªa a d¨ªa a trav¨¦s de los medios de comunicaci¨®n, A. ese pueblo que les escucha perplejo y al que poco a poco est¨¢n asilvestrando. El espect¨¢culo de estos se?ores no es compatible con un pueblo, civilizado. No est¨¢n en su sitio. La verdad no tiene nada que ver con el camino que se escoge para llegar a ella, y sus se?or¨ªas han escogido el que menos favorece al prestigio de las instituciones, que, dicho sea de paso, est¨¢n quedando a la altura del bet¨²n: Lo triste es que, al parecer, este concubinato con delincuentes, estafadores, chantajistas, convictos dispuestos a cantar un d¨ªa una cosa y otro la contraria, les es muy rentable electoralmente.
Triste sino el de este pueblo que est¨¢ condenado a ser gobemado por semejante personal.
Como dec¨ªa al principio, los madrile?os tenemos la sensaci¨®n de que estos se?ores son nuestros vecinos, no extraterrestres. ?sa es la raz¨®n por la cual nos afectan m¨¢s sus miserias que a los que viven alejados de este epicentro de la ambici¨®n.
Si la cosa va a m¨¢s, aunque la medida supusiera un deterioro en la econom¨ªa de la ciudad habr¨ªa que pensar en un espacio alejado, solitario, para ubicar el Congreso de los Diputados, como se hace con las prisiones de alto riesgo. En beneficio de la comunidad, de la salud mental de los madrile?os.
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