Notable Museo del Libro
La inauguraci¨®n del Museo del Libro en el edificio de la Biblioteca Nacional es un acontecimiento cultural de primer orden que, en mi opini¨®n, no ha sido suficientemente aireado ni valorado ante la opini¨®n p¨²blica.En conjunto, vaya por delante, que el museo, adem¨¢s de ser una excelente iniciativa, est¨¢ bien concebido y realizado, aunque no empiece ni termine bien: la sala inicial es desconcertante y puede ahuyentar visitantes ante la excesiva informaci¨®n existente sobre la Biblioteca Nacional, instituci¨®n, por cierto, hasta el momento mod¨¦licamente discreta; como cierre, la sala del siglo XX no es pertinente y resulta pretenciosa y aburrida.
En realidad, el museo comienza con dos salas dedicadas a cuestiones conexas con el libro: los soportes de la informaci¨®n y la escritura. Ambos son temas atractivos, susceptibles de despertar el inter¨¦s de cualquier visitante de cultura media, y la informaci¨®n ofrecida es abundante y est¨¢ bien estudiada, aunque en mi opini¨®n se podr¨ªa mejorar el orden y la claridad expositiva. La sala de los c¨®dices medievales es, sin duda, la joya del museo, aunque tengamos que contentamos con las p¨¢ginas expuestas, salvo en el caso de los dos maravillosos c¨®dices que cuentan con multimedia. El cambio peri¨®dico de ejemplares favorecer¨¢ mucho las visitas, adem¨¢s de contribuir a su buena conservaci¨®n.
Si nuestros c¨®dices est¨¢n a la misma altura art¨ªstica -y en el caso de los pertenecientes a la ¨®rbita moz¨¢rabe, por encima- de los contempor¨¢neos de cualquier otro pa¨ªs no sucede lo mismo con los libros impresos, que ocupan tres salas consecutivas (imprenta y edad moderna). Pero la pobreza t¨¦cnica del libro impreso espa?ol -con excepciones, claro-, frente a los alemanes o los italianos, no impide el placer de poder ver las primeras ediciones de cl¨¢sicos propios y ajenos y otras muchas. curiosidades expuestas.
En cuanto a la sala del siglo XX, un fallido juego intelectual m¨¢s o menos inspirado en Borges sugiero que al menos en parte se destine a subsanar la notoria ausencia de informaci¨®n sobre c¨®mo se hace un libro, combatiendo as¨ª el proverbial desprecio espa?ol hacia la t¨¦cnica. Ver en pantalla los procedimientos artesanales y alguna otra informaci¨®n del multimedia sobre publicaciones peri¨®dicas es mucho m¨¢s raro y menos claro que exponer unas formas tipogr¨¢ficas y calcogr¨¢ficas y sus correspondientes impresos. En lo relativo al offset, un juego de fotocromos, de peque?as planchas y de gamas, junto con un somero texto ser¨ªan suficientes para informar sobre el sistema con el que desde hace unas d¨¦cadas se imprimen libros, sistemas que no merecen m¨¢s atenci¨®n al museo que un texto de 20 palabras en un multimedia.
Los multimedia realizados merecen un comentario especial. Son en general buenos -y algunos excelentes- en sus partes expositivas "serias", que afortunadamente son las mayoritarias, y no tan buenos cuando pretenden ser divertidos y recrear ambientes.
En el montaje indudablemente, se ha realizado un gran esfuerzo -incluido el econ¨®mico- y se ha apostado por la modernidad, o posmodernidad, si aceptamos esta est¨²pida palabra . Hay paneles luminosos, simulaciones hologr¨¢micas, jueguecitos propios del pensamiento d¨¦bil y supuestas interactividades mediante un toque de la pantalla del ordenador (no hay interactivadad, -es un enga?o de los vendedores-, pero s¨ª comodidad en la b¨²squeda de la informaci¨®n, lo que no es poco). Las indudables posibilidades de los multimedia est¨¢n bien aprovechadas y permiten pasar las p¨¢ginas del Beato de Facundo o contemplar la mano de un cal¨ªgrafo trazando caracteres g¨®ticos o human¨ªsticos, im¨¢genes estas ¨²ltimas, tan sobrias como fascinantes. Ahora bien, jueguecitos aparte, quede claro que lo que hay detr¨¢s de toda esta parafernalia es un s¨®lido trabajo inform¨¢tico y esto es lo que merece resaltarse.
Finalmente, en el dise?o decorativo, hay alg¨²n exceso esteticista (?tambi¨¦n posmodernidad?), aunque el conjunto est¨¦ conseguido. Me refiero, por ejemplo, a la dificultad de saber en qu¨¦ especialidad est¨¢n clasificadas las muestras tipogr¨¢ficas (48, demasiadas) que se exhiben en la sala de la imprenta (por tama?o y posici¨®n, los "dise?ad¨ªsimos" r¨®tulos son dif¨ªciles de localizar); o -y esto es m¨¢s importante- a la dificultad de la lectura de los textos en negro sobre "bell¨ªsimos" fondos de colores no claros, m¨¢xime cuando los reflejos del cristal interpuesto perturban la visi¨®n (otro fallo, como era la inicial colaboraci¨®n de fichas informativas con letras peque?as a ras del suelo, se corrigi¨® r¨¢pidamente).
Pero, volviendo al comienzo, todas estas objeciones, no impiden un juicio favorable del museo que, con deformaci¨®n profesoral, califico de notable y que con alg¨²n retoque puede aspirar al sobresaliente. Un mundo nuevo, no muy grande, que merece la visita de madrile?os y forasteros.Manuel mart¨ªnez Chicharro es profesor asociado de la Facultad de Bellas Artes Madrid.
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