El espectro pol¨ªtico de la era postsovi¨¦tica
Seis grupos tienen posibilidades m¨¢s o menos reales de pasar el 17 de diciembre a la Duma Estatal de Rusia: el Partido Comunista, encabezado por Guennadi Ziug¨¢nov; el movimiento de las Mujeres de Rusia (Alevtina Fed¨²lova, Yelena L¨¢jova); el bloque Y¨¢bloko, con Grigori Yavlinski a la cabeza; Nuestra Casa es Rusia (criatura pol¨ªtica del primer ministro, V¨ªktor Chernomirdin), el Congreso de las Comunidades Rusas, guiado por Yuri Sk¨®kov y el popular general retirado Alexandr L¨¦bed, y, finalmente, el ganador de las elecciones parlamentarias anteriores: el partido de VIad¨ªmir Zhirinovski, que ¨¦l mismo califica de liberal-democr¨¢tico. Estos grupos representan los principales colores del espectro pol¨ªtico de Rusia.Las estables posiciones de liderazgo que los comunistas mantienen en el marat¨®n electoral y la presencia del partido de VIad¨ªmir Zhirinovski entre los seis primeros pueden dar la impresi¨®n de que la sociedad rusa simpatiza con las fuerzas pol¨ªticas m¨¢s radicales. Si esto es justo, s¨®lo lo es en parte.
Primero, el Partido Comunista actual atrae la atenci¨®n de los electores justamente porque ha abandonado en gran medida el tradicionalismo marxista: conservando en su programa los postulados rituales del venidero triunfo del comunismo a escala universal y de las ventajas que posee la propiedad social frente a la privada, a todas luces evita referirse a la meta comunista en su ret¨®rica. Tampoco se opone a la propiedad privada, y uno de los motivos es que hay grandes propietarios entre sus propios funcionarios y activistas. En esto se distingue de grupos tan radicales y tradicionalistas como los que integran el bloque Comunistas-Rusia Trabajadora Por la Uni¨®n Sovi¨¦tica, que casi no interesan al electorado, descontento por el presente postcomunista y que no suele anhelar el retorno al glorioso pasado.
Los electores quieren otra cosa: que se combine la estabilidad y un relativo ordenamiento de la vida, propios de la ¨¦poca brezhnevista, con los logros democr¨¢ticos del ¨²ltimo decenio. Un dato elocuente: hasta en el electorado del partido de Ziug¨¢nov s¨®lo un tercio apoya la idea de "devolver la propiedad a los trabajadores".
Segundo, el partido nacionalista de Zhirinovski pierde obviamente sus posiciones. Es poco probable que logre recuperarlas con su dura ret¨®rica anticomunista. La relativa popularidad que a¨²n conserva este partido no demuestra tanto la fuerza del nacionalismo imperial ruso cuanto que carece de profundas ra¨ªces en la sociedad rusa de hoy: el nacionalismo de Zhirinovski no atrae por su ideolog¨ªa, sino por ser caricaturesco, por sus ganas de epatar y desafiar las normas admitidas de conducta. En tanto que otros grupos nacionalistas radicales, que pretenden ser serios (como el Partido Nacional Republicano de Nikol¨¢i Lisenko), casi no interesan a los electores.
Si sumamos a ello la notable disminuci¨®n de la influencia de los reformistas liberales radicales (el partido de Yegor Gaidar y fuerzas afines tienen pocas posibilidades de entrar en el Parlamento), la conclusi¨®n es evidente: pese al desmembramiento de la sociedad rusa, el vector de los ¨¢nimos pol¨ªticos tiende de los extremos hacia el centro. Podemos afirmar que hoy tenemos en Rusia un amplio centro pol¨ªtico, pero es un centro fofo, amorfo, que se disgrega en multitud de matices. Es significativo que los grupos socialdem¨®cratas de hoy casi no tienen partidarios, como tambi¨¦n resulta significativo el que uno de los pretendientes m¨¢s seguros de entrar en el Parlamento -Mujeres de Rusia- sea una formaci¨®n singular cuya popularidad demuestra que los intereses propiamente pol¨ªticos de los ciudadanos rusos se manifiestan muy d¨¦bilmente.
?sta es una de las diferencias sustanciales que distingue a Rusia de los pa¨ªses del Este de Europa, donde los intereses pol¨ªticos fundamentalmente se han definido y se expresan en la lucha de los liberales y los socialdem¨®cratas. Esta diferencia se debe a que en Europa del Este la principal l¨ªnea divisoria entre las fuerzas pol¨ªticas pasa por su actitud hacia las reformas econ¨®micas, mientras que en Rusia se suma a ello un problema sin resolver: la formaci¨®n de la naci¨®n y del Estado nacional despu¨¦s de la desintegraci¨®n de la URSS.
Por eso los principales partidos no s¨®lo difieren en temas como el ritmo y el camino que deben seguir las reformas econ¨®micas (al rumbo del Gobierno de Chernomirdin y de su bloque electoral se opone una amplia gama de alternativas: desde el liberalismo de Y¨¢bloko hasta la opci¨®n medio socialista del Partido Comunista), sino tamb¨¦n en los diferentes conceptos respecto del devenir de la naci¨®n y el Estado en Rusia.
Ello explica el especial ¨¦nfasis que se da en la ret¨®rica pol¨ªtica al t¨¦rmino "patriotismo": casi todas las fuerzas de la oposici¨®n tratan de esgrimirlo contra el actual poder "no patri¨®tico" y convertirlo en el s¨ªmbolo que consolide la naci¨®n. Ello explica tambi¨¦n la insistencia en la palabra "ruso" tanto en los documentos program¨¢ticos (la "idea rusa" de los comunistas) como en los nombres de partidos y movimientos (el Congreso de las Comunidades Rusas, de Sk¨®kov y L¨¦bed). Las fuerzas pol¨ªticas que enarbolaban la bandera del patriotismo se orientan de una u otra manera -independientemente del grado de su radicalismo o moderaci¨®n- a la restituci¨®n del imperio ruso. En este sentido, Zhirinovski y Ziug¨¢nov difieren poco de los "centristas" patri¨®ticos como Sk¨®kov yL¨¦bed. Cualquiera de estos grupos, si llega al poder, tendr¨¢ que orientarse al aislacionismo y el militarismo, no a la apertura. A estas fuerzas se oponen hoy los dem¨®cratas de todos los matices: desde los liberales gubernamentales de la nomenklatura, unidos en el bloque de Chernomirdin, hasta sus cr¨ªticos intransigentes de Y¨¢bloko.
Los dos bandos -tanto los patriotas como los dem¨®cratas-, van a las elecciones parlamentarias escindidos en numerosas corrientes. Pero tendr¨¢n que consolidarse inevitablemente ante los comicios presidenciales que determinar¨¢n el tipo y el car¨¢cter del r¨¦gimen pol¨ªtico en Rusia para los pr¨®ximos a?os. En 1996, Rusia tendr¨¢ que elegir (si es que las presidenciales llegan a celebrarse) entre el patriotismo imperial y la democracia. El problema central que afronta el pa¨ªs no consiste en continuar las reformas econ¨®micas o replegarlas, sino en qu¨¦ fuerzas pol¨ªticas y bajo que r¨¦gimen las realizar¨¢n.
Por supuesto que el tipo de r¨¦gimen dejar¨¢ su impronta en los ritmos y el car¨¢cter de estas reformas. Pero, repito, no es lo principal. Lo principal es: ?c¨®mo ser¨¢ el poder en Rusia y el Estado ruso?.
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