La reforma que desbord¨® el vaso
El aumento de la presi¨®n fiscal, tal¨®n de Aquiles de las propuestas de Jupp¨¦
La reforma de la Seguridad Social (SS) francesa propuesta por Alain Jupp¨¦ -la decimoquinta desde 1967- nace de una evidencia que se repite en muchos pa¨ªses: cada vez hay m¨¢s beneficiarios y menos contribuyentes. El paro y la longevidad de los jubilados son, desde una ¨®ptica estrictamente econ¨®mica, los grandes enemigos de la SS. En Francia el sistema se puso en marcha en 1945 -el precedente m¨¢s lejano data de 1813-; en 1959 proteg¨ªa a un 58% de la poblaci¨®n y, en 1978, se alcanzaba un te¨®rico 100%. Los sectores que m¨¢s contribuyen a acrecentar -en porcentaje, que no en cifras absolutas- ese d¨¦ficit que, para 1995, se prevee sea de 53.000 millones de francos (1,27 billones de pesetas), son, en orden inverso, los trabajadores de empresas industriales del Estado, la SNCF (ferrocarriles), los religiosos y los mineros.La SS est¨¢ dividida en tres cajas: una se ocupa de los subsidios o pensiones destinadas a enfermos, inv¨¢lidos, v¨ªctimas de accidentes de trabajo, bajas por maternidad o de los fallecimientos; la segunda s¨®lo de las pensiones de quienes se han jubilado despu¨¦s de 40 a?os o menos -existen muchos reg¨ªmenes especiales- de trabajo; la tercera de las ayudas familiares. Hasta ahora las arcas de la SS, gestionadas a medias por representantes de la patronal y de los sindicatos, se alimentaban sobre todo de las cotizaciones de asalariados y empresarios, de impuestos y tasas (un 7% del total), de modestas aportaciones p¨²blicas (un 5%) y de las rentas de capital (1%).
La reforma Jupp¨¦ propone,en l¨ªneas generales, ampliar el n¨²mero de contribuyentes -las rentas, del capital, que estaban exoneradas en casi todos los casos, dejar¨ªan de estarlo en tambi¨¦n casi todos-, pretende controlar el gasto m¨¦dico -s¨®lo entre 1994 y 1995 creci¨® un 6,9%-, equiparar las exigencias que afectan al sector p¨²blico con las vigentes para el privado y poner l¨ªmites a la gesti¨®n de las cajas, a partir de ahora sometidas a unas orientaciones fijadas por el Parlamento y a directivos nombrados por el Gobierno. Su mayor defecto es que aumenta la presi¨®n fiscal sobre todo el mundo y su mayor virtud radica justamente en que ya no ser¨ªan solamente trabajadores y empresarios quienes pagar¨ªan.
Despu¨¦s de tres semanas de huelgas y protestas la reforma Jupp¨¦ ha olvidado ya parte de sus prop¨®sitos: los funcionarios seguir¨¢n cotizando 37,5 a?os para tener derecho a una jubilaci¨®n que se calcula a partir de los ¨²ltimos seis meses trabajados. En el sector privado hay que cotizar 40 a?os y el c¨¢lculo de la pensi¨®n afecta a un per¨ªodo mucho, m¨¢s largo.
El intento de crear, a partir de facilidades fiscales, unas pensiones de jubilaci¨®n "por capitalizaci¨®n", ni que fuese parcialmente, no parece descartado pero s¨ª aplazado para evitar acusaciones de privatizaci¨®n y porque la reforma fiscal deber¨¢ esperar.
La promesa de que el aumento de presi¨®n fiscal no afectar¨ªa a los m¨¢s pobres se mantiene s¨®lo de manera muy relativa: el nuevo impuesto, el Reembolso de la Deuda Social (RDS), grava con un 0,5% todos los ingresos excepto los de jubilados que cobren menos de 3.300 francos (unas 80.000 pesetas) mensuales o de parados que reciban menos de 2.387 francos.
La reforma no modifica la multitud de excepciones que hacen que la SS s¨®lo cubra parte de los gastos m¨¦dicos u hospitalarios. El enfermo ha de pagar 55 francos (menos de 1.500 pesetas) diarios -Jupp¨¦ ha tanteado ir hasta los 80 francos al d¨ªa- en caso de hospitalizaci¨®n, los medicamentos cuyo coste cubre enteramente la SS son pocos y en muchos casos el afiliado ha de abonar entre un 20% y un 60% del precio. Todos los afiliados a la SS que pueden permit¨ªrselo son tambi¨¦n miembros de una mutua, que reembolsa el porcentaje que no asume la SS.
Quiz¨¢s la manera m¨¢s gr¨¢fica de comprender lo que supone la actual SS sea analizar la hoja salarial de un franc¨¦s medio.
Unos ingresos limpios de 14.000 francos mensuales (poco m¨¢s de 330.000 pesetas) han supuesto que el trabajador pagase en distintos conceptos -SS enfermedad, SS vejez, Contribuci¨®n Social Generalizada, paro, etc¨¦tera- un total de 3.000 francos (72.000 pesetas) al Estado cantidad a la que hay que sumar los 6.700 que aporta el empresario. Un 41% pues de recargo sobre el coste del trabajo para financiar la SS y otros pocos, servicios.
En definitiva, la reforma no es ni la peor ni la m¨¢s injusta de las propuestas por el Gobierno, pero ha tenido el defecto de ser la gota que desborda el vaso.
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