Contra el consumidor
S?LO UN grupo parlamentario est¨¢ plenamente convencido de las virtudes de la Ley de Comercio, que fue aprobada ayer por unanimidad en el Congreso. Se trata de Convergencia i Uni¨®, que ha querido hacer bandera del t¨®pico que les identifica como partido de los botiguers. Pero casi todos, quien m¨¢s quien menos, han querido tambi¨¦n atender a esta clientela electoral, perjudicando as¨ª a la gran masa de los ciudadanos, en su condici¨®n de consumidores. La ley posterga la libertad de horarios hasta el 2001 y da potestad en esta fecha a las autonom¨ªas para establecer sus propias condiciones en el territorio, seg¨²n los h¨¢bitos del lugar. Probablemente seguir¨¢n limitando la libertad de comercio.Los peque?os comerciantes consiguen as¨ª una larga tregua de seis a?os hasta que la libertad horaria sea posible, a menos que el correspondiente Gobierno auton¨®mo decida lo contrario. Aunque el PP ha esgrimido una hipot¨¦tica ruptura de la unidad de mercado dentro de seis a?os, el problema de fondo no es ¨¦ste, sino el de alcanzar, en una fecha razonable y a ser posible pr¨®xima, la libertad de comercio que requiere una econom¨ªa moderna y flexible y que interesa a la mayor¨ªa de la poblaci¨®n.
No se trata de favorecer la desaparici¨®n de un tipo de negocio con un alto empleo familiar y una funci¨®n dinamizadora y reforzadora del tejido vecinal, muy caracter¨ªstico de las ciudades europeas. Es leg¨ªtimo que se proponga evitar el efecto cementerio de algunas grandes ciudades norteamericanas donde el centro, repleto de oficinas, se despuebla a primeras horas de la tarde y, en el fondo, deja de ser ciudad. Lo dudoso es que esta protecci¨®n tenga que hacerse a golpe de ley y de reglamento, asociada a restricciones en los horarios y d¨ªas de apertura. La reconversi¨®n del sector, a la que el Plan de Modernizaci¨®n del Comercio Interior destina 70.000 millones de pesetas, una pol¨ªtica fiscal adecuada, la especializaci¨®n, las asociaciones para promociones, compras o financiaci¨®n y cr¨¦dito, son alternativas mucho m¨¢s l¨®gicas a la impuesta por la citada ley, que, en definitiva, perjudica al usuario y somete su tiempo de compra y de ocio -conceptos cada vez m¨¢s integrados- a la administraci¨®n por parte de la autoridad competente y no por su libre albedr¨ªo.
A tenor de lo conseguido, la ley demuestra que los tenderos est¨¢n mejor organizados que los consumidores. Y el consumidor al que quiere servir esta ley no parece ser el de hoy en d¨ªa, sino una ya esfumada ama de casa que ten¨ªa toda la ma?ana para corretear por el mercado, en vez de hombres y mujeres con compromisos laborales y con horarios coincidentes en muchos casos con los del comercio. Para estos ciudadanos que trabajan es, precisamente, en festivo cuando es posible cumplir con ciertas obligaciones que, seg¨²n c¨®mo, son placenteras devociones.
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