Revancha
El juego ya est¨¢ echado: para marzo tocan urnas, Gonz¨¢lez se presenta y la campa?a de invierno se anuncia encarnizada, a juzgar por el recuerdo de su anterior contienda contra el aspirante Aznar. ?Se tratar¨¢ de una mera reedici¨®n apenas remozada de aquel viejo gui¨®n que en el 93 tanto nos apasion¨®, como si fuese un vulgar remake televisado de Duelo al sol? De ser as¨ª, aviados estamos, pues nunca segundas partes fueron buenas. Pero no es f¨¢cil que la historia se repita. Es cierto que hoy tambi¨¦n se parte de una expectativa de clara victoria de Aznar a causa del clamor popular contra flagrantes abusos de poder. Pero la espectacular remontada que protagoniz¨® entonces Gonz¨¢lez, hasta conseguir il sorpasso de Aznar, ya no parece ahora posible. Se recordar¨¢ que la clave residi¨® en el incre¨ªble aumento de la participaci¨®n electoral: el presidente logr¨® movilizar a un mill¨®n adicional de indecisos, potencialmente abstencionistas., convenci¨¦ndoles para que acudiesen a votarle a ¨¦l. ?Cabe repetir hoy esa haza?a?Recordemos las recientes elecciones auton¨®micas catalanas. Se dijo entonces que Pujol las hab¨ªa perdido por el voto de castigo a su coalici¨®n impl¨ªcita con Gonz¨¢lez. Pero no hab¨ªa- tal. Pujol gan¨® las elecciones, pues increment¨® sobremanera el n¨²mero de sus votantes. Pero perdi¨® la mayor¨ªa -absoluta porque el superior incremento de la participaci¨®n electoral benefici¨® en menor medida a Pujol que a sus rivales. ?Por qu¨¦ baj¨® tanto la abstenci¨®n electoral? Fue otro caso de morir de ¨¦xito. El protagonismo que desde el 93 hab¨ªa adquirido Pujol en Madrid, como consecuencia de su decisivo papel arbitral, hab¨ªa revalorizado extraordinariamente el poder pol¨ªtico de la Generalitat. Por tanto, esta instituci¨®n, que desde el 82 hasta el 93 no hab¨ªa interesado m¨¢s que a los catalanistas (pues el resto de los catalanes se desinteresaba de ella, dada su poca influencia sobre la mayor¨ªa absoluta de Madrid), pas¨® a parecer extraordinariamente relevante aconsejando acudir a las urnas a una proporci¨®n mucho mayor de votantes.
?Podr¨ªa pasar algo as¨ª en las generales del 96? ?Es veros¨ªmil que la participaci¨®n electoral suba tanto que permita un nuevo sorpasso de Gonz¨¢lez a Aznar? Para lograrlo har¨ªan falta dos condiciones. Por una parte, seria preciso que aumentase mucho el clima de incertidumbre y apasionamiento para convencer a los indecisos de lo muy decisivo de sus votos. Parece l¨®gico esperar que Aznar y Anguita, con su crispado extremismo verbal, intenten provocar ese clima criminalizando al adversario. Pero, a diferencia del 93, no parece que Gonz¨¢lez vaya esta vez a sumarse al china de guerra civil incruenta. Por el contrario, se muestra no hastiado, pero s¨ª distante, como si deseara situarse au dessus de la m¨ºl¨¦e para no endosarse una derrota que da por descontada. Y si el candidato Gonz¨¢lez no se implica no habr¨¢ suspense, incertidumbre ni entusiasmo electoral posible.
La otra condici¨®n es hallar una buena historia que contar: un relato mitol¨®gico que proporcione sentido a la necesidad de ir a votar. En el 93 este relato maestro fue todo un hallazgo: durante la Semana Santa, el presidente le exige a su partido que asuma la responsabilidad por el caso Filesa, el partido se niega y, entonces, Gonz¨¢lez disuelve, convoca elecciones y presenta su candidatura justiciera (Garz¨®n y Belloch incluidos) con un mensaje de cambio sobre el cambio que promete limpiar y regenerar su partido. ?Qu¨¦ relato maestro se intentar¨¢ vendernos en la campa?a del 96? El primer acto introductorio ya se ha escenificado con el suspense de ser o no ser candidato. Pero no es suficiente y falta el resto argumental del nudo dram¨¢tico: ?Por qu¨¦ se debe acudir a votar a Gonz¨¢lez a pesar de todo lo que ha pasado??Qu¨¦ nos contar¨¢n para convencernos? ?Quiz¨¢ que s¨®lo vot¨¢ndole se puede desactivar la conjura contra el Estado? ?O que s¨®lo el pueblo soberano est¨¢ legitimado para echarle, permiti¨¦ndole abandonar el poder con la cabeza bien alta y absolvi¨¦ndole hist¨®ricamente de todas sus responsabilidades? Pero ?qui¨¦n lo creer¨¢?
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