?Menuda fiera!
Natalio Mart¨ªnez, vigilante del antiguo zoo del Retiro, cuenta c¨®mo un le¨®n le arranc¨® un brazo de cuajo hace m¨¢s de tres d¨¦cadas
"?Su¨¦ltame, cabr¨®n!", gritaba Natalio Morales Mart¨ªnez bajo las fauces de un fiero le¨®n que le hab¨ªa atacado en pleno centro de Madrid. No se trataba del rodaje de una pel¨ªcula de Tarz¨¢n. La escena era tan real como la vida misma y ocurri¨® en 1962, hace 33 a?os, en la antigua Casa de Fieras, situada en el parque del Retiro. El sangriento suceso ocup¨® las portadas de los rotativos locales y nacionales, y no era para menos: aunque Natalio sobrevivi¨®, la fiera le arranc¨® el brazo izquierdo, y le dej¨® numerosas cicatrices en el derecho.El protagonista de esta historia, que entonces ten¨ªa 47 a?os hab¨ªa acudido como todos los d¨ªas al antiguo zoo madrile?o, donde trabajaba como vigilante y cuidador desde 1940. Al atardecer, cuando las puertas ya se hab¨ªan cerrado a los visitantes, el hombre se dispuso a recoger a las fieras en los cub¨ªculos interiores donde dorm¨ªan.
Cuanda se acerc¨® a la jaula del ¨²nico le¨®n que hab¨ªa, el vigilante accion¨® la polea para levantar las compuertas y encerrar al animal. Este iba a conseguir aquel d¨ªa una doble raci¨®n de carne: la del brazo izquierdo de Natalio. En un descuido la fiera sac¨® su zarpa, agarr¨® al cuidador por el hombro y se dio todo un fest¨ªn.
En su casa de Moratalaz, Natalio, a punto de cumplir 81 a?os, relata aquel accidente laboral que le dej¨® unas secuelas f¨ªsicas tremendas pero ning¨²n trauma emocional. "No s¨¦ por qu¨¦ me atac¨® el le¨®n. No es verdad que le estuviera dando de comer, o que tuviera hambre, como dijeron, los peri¨®dicos entonces. Simplemente, el animalito me agarr¨® y empez¨® a comerme, por instinto. Afortunadamente cuando me estaba atacando, lleg¨® mi encargado, Constantino Delgado, y logr¨® que me soltara golpe¨¢ndole con la raqueta de retirar los excrementos. Me salv¨® la vida. Ya me hab¨ªa triturado un brazo y el otro lo ten¨ªa malherido. Fue una carnicer¨ªa.
Otra embestida
Sus compa?eros le trasladaron al equipo quir¨²rgico de Montesa, donde se le amput¨®. lo que le quedaba de brazo. En esta cl¨ªnica municipal permaneci¨® m¨¢s de un mes ingresado. "Aqu¨ª me hicieron algunas transfusiones de sangre. Cuando sal¨ª del hospital, vino a mi casa un guardia municipal que quer¨ªa cobrarme 2.000 pesetas por la sangre que me hab¨ªan puesto. Fue el colmo y por supuesto no las pagu¨¦".
El herido se adapt¨® pronto a su nueva situaci¨®n y desde el principio hizo gala de un gran sentido del humor que le ayud¨® a superar la tragedia. "Encaj¨¦ muy bien esta desgracia y a algunos les sorprendi¨® mi entereza. Llegaron a decir que era un superhombre, pero lo cierto es que cuando te ocurre algo as¨ª, lo mejor es adaptarte. Por supuesto, fue un mal trago y el primer d¨ªa que me vi reflejado en el espejo del lavabo, sin brazo, embest¨ª la cabeza contra la pared. Tambi¨¦n ten¨ªa un cierto complejo cuando sal¨ªa a la calle. Me daba verg¨¹enza, que la gente se fijara en la manga hueca de la camisa, y al andar, perd¨ªa, el equilibrio. Lo pasas mal hasta que te acostumbras."
Tampoco le qued¨® rencor hacia el le¨®n, ni deseo de venganza. Cuando regres¨® a la Casa de Fieras, sus compa?eros hab¨ªan llevado, a Zurich, as¨ª se llamaba el le¨®n, al matadero, para que Natalio lo sacrificara, pero ¨¦ste lo indult¨® y lo llev¨® de nuevo a su jaula. Despu¨¦s de todo, Zurich tambi¨¦n hab¨ªa penado lo suyo. Hab¨ªa sido cazado a?os antes en un pa¨ªs africano y trasladado a un zoo de Suiza. Al parecer, el feroz rey de la selva era un excelente semental, avalado por m¨¢s de un centenar de hijos. Una productora de cine hispano-italiana se fij¨® en ¨¦l para el rodaje de una pel¨ªcula de romanos. La escena que deb¨ªa interpretar Zurich consist¨ªa en una pelea a muerte con un toro bravo. Efectivamente, llevaron a Zurich a la plaza de toros de Colmenar Viejo para iniciar el rodaje, a pesar de las numerosas protestas de la Sociedad Protectora de Animales. Pero Zurich no necesit¨® que le defendieran. Con esa indolencia propia de su especie, se neg¨® en rotundo a moverse y enfrentarse al toro. Los imaginativos productores decidieron asustarle con cohetes de feria, pero ni por ¨¦sas. El le¨®n fue llevado de nuevo al zoo del Retiro y d¨ªas despu¨¦s se li¨® a zarpazos con Natalio. La pel¨ªcula, titulada Los siete espartanos, se rod¨® finalmente sin Zurich, y desde entonces la han pasado varias veces por televisi¨®n.
El bibliotecario
El vigilante, mutilado, sigui¨® trabajando en la Casa de Fieras hastsa que ¨¦sta se cerr¨® en 1969. El Ayuntamiento, gobernado entonces por el conde de Mayalde, le permiti¨® conservar el puesto de trabajo, le pag¨® los gastos de hospitalizaci¨®n y le permiti¨® instalar un quiosco frente a la jaula de los elefantes, donde los ni?os compraban cacahuetes a cinco pesetas el cartucho. No hubo indemnizaci¨®n, ya que los empleados municipales no ten¨ªan seguro en aquella ¨¦poca. En 1969, Natalio fue trasladado como ordenanza a la Biblioteca Popular Benito P¨¦rez Gald¨®s, que estaba situada en la Rosaleda del parque del Oeste, y aqu¨ª permaneci¨® hata su jubilaci¨®n en 1980.
Se emociona cuando habla de Cecilio Rodr¨ªguez, jardinero mayor, quien fue su primer jefe: los jardines del Retiro, donde estaba ubicada la Casa de Fieras, llevan su nombre: "Era un hombre muy afectuoso, al que le encantaban las animales, como a m¨ª. Fui muy feliz con este trabajo, porque, adem¨¢s, me gustan mucho los ni?os".
Este no fue ni mucho menos el ¨²nico accidente ocurrido en aquella Casa de Fieras, aunque s¨ª uno de los m¨¢s graves. Natalio asegura que los mordiscos de los bichos. encerrados eran habituales". "A veces se escapaban los mandriles y ten¨ªamos que perseguirlos por todo el parque del Retiro hasta que los caz¨¢bamos con una red. Ten¨ªan unos colmillos tremendos y con sus mordiscos se hab¨ªan llevado alg¨²n que otro dedo. Tambi¨¦n, me contaron que mucho antes, a principios de siglo, un oso blanco mat¨® a dentelladas a un cuidador".
El antiguo vigilante sigue viviendo en su barrio de siempre, Moratalaz, con su esposa, algunos a?os m¨¢s joven que ¨¦l. Para matar el tiempo, le gusta ocuparse de sus tres nietos, y ayudar a, su compa?era a diario a hacer la compra con el ¨²nico brazo que le queda.
Asegura Natalio, pese a todo, que las fieras le siguen apasionando y se despide con, una rotunda afirmaci¨®n. ".Si me tocara ahora mismo la loter¨ªa, me comprar¨ªa una finca y la llenar¨ªa, de animales", concluye.
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