El debate de la mili
SER?A DESEABLE que, como pidi¨® ayer el ministro de Defensa en su discurso de la Pascua Militar, las eventuales modificaciones del modelo de servicio militar fueran consensuadas. Pero el consenso deber¨¢ ser en todo caso resultado del debate, y en ese sentido debe considerarse saludable que el Partido Popular haya reabierto la discusi¨®n con su oferta electoral de reducir la mili a seis meses y de retribuir a los reclutas con una paga mensual de 30.000 pesetas. Pero, para que el debate sea rentable socialmente y no un mero anzuelo electoral, debe plantearse de manera que se consideren con claridad tanto los costes presupuestarios como el modelo final que se pretende. ?Qu¨¦ ej¨¦rcito necesita Espa?a? ?sta es la primera pregunta que debe responder quien se proponga retocar la f¨®rmula actual. El modelo vigente contempla una creciente profesionalizaci¨®n, de manera que para el a?o 2000 la mitad de los efectivos sean voluntarios. Quienes se oponen a esta f¨®rmula argumentan, no sin raz¨®n, que de hecho supone perpetuar el modelo de mili obligatoria.Dirigentes socialistas han reprochado al PP que haya cambiado de criterio. Es verdad que en las anteriores elecciones afirm¨® que no era posible un servicio militar de duraci¨®n inferior a los nueve meses, pero tambi¨¦n que la experiencia m¨¢s reciente obliga a reconsiderar la cuesti¨®n. Prudentemente, pero sin prejuicios. Sin olvidar qu¨¦ el rechazo a la mili obligatoria es hoy muy mayoritario entre la juventud, lo que ha hecho aumentar vertiginosamente el n¨²mero de objetores hasta superar los 70.000 en 1994.
Un ej¨¦rcito disuasorio en tiempos de paz tendr¨¢ una dimensi¨®n muy distinta a la de un ej¨¦rcito suficiente en tiempos de guerra. Una cosa es educar a la ciudadan¨ªa como reservista para un indeseado horizonte de guerra y otra contar con esta ciudadan¨ªa para cubrir las necesidades del ej¨¦rcito en tiempo de paz. En la primera hip¨®tesis se puede organizar un aprendizaje que no entorpezca gravemente la vida civil. En la segunda, es obvio que el debate no puede ce?irse al tiempo de instrucci¨®n, en la medida en que tanto los seis como los nueve meses interrumpen seriamente un curso escolar o una dedicaci¨®n laboral.
El recluta espa?ol dedica un tiempo de su mili a la instrucci¨®n y otro, hasta llegar a los nuevo meses, a tareas de mantenimiento de este ej¨¦rcito. La nueva complejidad del oficio militar -derivada de la tecnolog¨ªa b¨¦lica- y la positiva internacionalizaci¨®n de las tareas del Ej¨¦rcito espa?ol en misiones de paz hacen conveniente una profesionalizaci¨®n de los soldados que deban cubrir tales funciones. Hay, pues, cada vez m¨¢s, dos tipos de efectivos en el Ej¨¦rcito espa?ol y tambi¨¦n dos tipos de unidades: las integradas por profesionales que tienen una preparaci¨®n suficiente y las engrosadas con la recluta obligatoria, m¨¢s subsidiarias. Un dato de la realidad es tambi¨¦n sin duda la presi¨®n de los grandes socios europeos con igual modelo de ej¨¦rcito mixto (Alemania, Francia e, Italia) para que Espa?a no desencadene unilateralmente una reforma que pueda afectar al resto. Pero, tambi¨¦n el crecimiento del n¨²mero de objetores e insumisos. Ser¨ªa muy dif¨ªcil sufragar un ej¨¦rcito ¨ªntegramente profesional con sus actuales dimensiones, pero ello no excluye un ajuste de tama?o definiendo sus funciones dom¨¦sticas e internacionales. Todo ello, junto a un atinado c¨¢lculo de costes y de necesidades estrat¨¦gicas, son elementos que deben suministrarse para abrir de una manera decidida un debate social y pol¨ªtico sobre esta cuesti¨®n. La campa?a electoral puede ser un momento propicio. La propuesta del PP lo alimentar¨¢ saludablemente si intenta dar una respuesta a todos los elementos enunciados y lo acompa?a de una aclaraci¨®n sin claroscuros sobre el modelo de ej¨¦rcito que persigue Gonz¨¢lez replica que no se puede reducir la mili por razones demogr¨¢ficas. ?Significa eso que considera intocable el tama?o del ej¨¦rcito?
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