La democracia de los partidos
Seg¨²n el calendario aceptado, ma?ana, martes, se cerrar¨¢ la legislatura menos afortunada de . la reciente historia democratica. Pues, si a lo largo de todas las anteriores la democracia espa?ola se fue construyendo o asentando, en esta ¨²ltima se ha visto sometida a un furioso vendaval de consecuencias a¨²n impredecibles. La credibilidad de la justicia, del Parlamento, del Ejecutivo, de los partidos pol¨ªticos, e incluso de la Corona, ha sufrido un serio desgaste que los sondeos de opini¨®n ponen de manifiesto con rotundidad. Ciertamente, la imagen de los pol¨ªticos es deplorable: el 69% de los espa?oles cree muy o bastante cierto que "constituyen una casta m¨¢s preocupada por autoprotegerse y defender sus intereses que por representar y defender a quienes les eligen"; el 67% cree igualmente que "se han alejado de los intereses y preocupaciones de la calle y s¨®lo se hablan y entienden entre ellos", y el 64% cree simplemente que "carecen de credibilidad". As¨ª, pues, interesados, endog¨¢micos y poco de fiar. Es indiscutible que, desde el punto de vista de la salud pol¨ªtica del pa¨ªs, estamos hoy mucho peor que en 1993, y ese saldo pol¨ªtico negativo es parte de la herencia que el PSOE deja abierta al ganador de las pr¨®ximas elecciones de marzo.Cabr¨ªa atribuir la responsabilidad de esa involuci¨®n democr¨¢tica a los grandes sujetos de la pol¨ªtica, los partidos, y de modo destacado al partido gobernante. La hip¨®tesis tiene serios sustentos, pero el principal puede formularse con rotundidad: es dif¨ªcil, si no imposible, confiar en la renovaci¨®n democr¨¢tica que pueda ser aportada por partidos pol¨ªticos que no son democr¨¢ticos en su funcionamiento interno. Y esto ¨²ltimo no es un juicio de valor o una opini¨®n, sino un dato del que los recientes eventos (desde el no debate socialista sobre la sucesi¨®n a las constantes "adhesiones inquebrantables") reiteran su tozudez. Pues la democracia interna no est¨¢ separada de la externa y pretender que la l¨®gica cesarista de los partidos (y no s¨®lo del socialista) pueda transformarse en respeto democr¨¢tico hacia las instituciones es magia. Al contrario, la cultura de la adhesi¨®n, de elecciones con resultados del 99%, de lealtad personal m¨¢s que institucional o, lo que es lo mismo, la cultura de la adulaci¨®n y el servilismo, producto inevitable del acortesamiento del partido, se traslada inmediatamente al grupo parlamentario y al Gobierno., Los procesos. de reclutamiento de personal siguen la misma l¨®gica y ¨¦sta se refuerza. Ya no hace falta forzar la maquina; espont¨¢neamente todos y cada: uno responden al un¨ªsono divisi¨®n alguna. La Constituci¨®n establece en su art¨ªculo 6.1 que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos "deben ser democr¨¢ticos". La norma no ha sido desarrollada y es cuando menos chusco que la democracia no ' abarque legalmente, a los actores p¨²blicos responsables de la, misma democracia. Pero no es casual que la Ley de Partidos Pol¨ªticos no haya podido ser aprobada en esta legislatura. Ello supondr¨ªa la renovaci¨®n interna de casi todos, y la legislatura se ha jugado justamente contra esa misma posibilidad. Ha sido toda ella una constante huida hacia adelante para evitar poner la casa en orden. El ¨²ltimo acto de la escapada, poner en manos del electorado el destino pol¨ªtico de l¨ªderes jur¨ªdicamente encausados, es envenenar los comicios con la l¨®gica de las lealtades partidistas trasladando al electorado responsabilidades que ni son suyas ni pueden serlo y confiando en que la justicia acabe cara a la pared enfrentada con los ciudadanos.
No es de sorprender, por ello, que la negativa opini¨®n de que "todos los partidos son iguales" haya crecido en nada menos que 50 puntos (del 13% al 63%) entre 1980 y 1.992, seg¨²n datos del CIS. Recordemos, no obstante, que la renovaci¨®n de los partido! y la profundizac¨ª¨®n democr¨¢tica eran justamente las banderas program¨¢ticas del PSOE en 1993, parte del "he comprendido el mensaje". Al parecer, es- urgente que alguien entienda este mensaje si se pretende que los ciudadanos recobren la confianza en sus partidos.
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