Mitterrand (I) de Francia
El gran manipulador pol¨ªtico encarn¨® con estilo y fortuna la figura del monarca contempor¨¢neo de una gran y antigua naci¨®n que procura dejar sus huellas en la tierra con un acento cargado en lo cultural
Hay personajes que trabajan desde su m¨¢s prometedora edad pensando en el m¨¢s all¨¢; que act¨²an con. los ojos puestos en la historia, aun sin la garant¨ªa de que la historia les devuelva la mirada. Pero, quiz¨¢, ninguno como el desaparecido presidente Mitterrand para haber vivido en el amueblamiento de su propia posteridad, encarg¨¢ndosela escribir a otros, pilotando con antelaci¨®n los recuerdos de los dem¨¢s sobre s¨ª mismo. Se dice que Fran?ois Mitterrand pretendi¨® durante a?os que Jean Lacouture, el gran periodista y bi¨®grafo de De Gaulle, Malraux, Champollion, Mendes-France y Leon Blum, le escribiera un tan p¨®stumo como entonces prematuro epitafio. Y ha sido Pierre P¨¦an quien, so pretexto de revelar la verdad sobre las relaciones del joven Mitterrand con el P¨¦tain de Vichy, ha contenido el recuerdo proceloso en sus l¨ªmites m¨¢s tolerables; el alev¨ªn de l¨ªder estuvo con P¨¦tain, s¨ª, pero por lealtad personal, por patriotismo en busca de los perfiles precisos de una causa, piel de juventud que acab¨® por aterrizar santamente en la Resistencia al alem¨¢n.
Fran?ois Mitterrand ha sido tantas cosas en la historia de Francia que no resulta f¨¢cil fijar un retrato robot m¨¢s all¨¢ de, decir que sus encarnaciones han sido demasiadas.
Cat¨®lico, un d¨ªa ferviente; republicano luego de s¨ªntesis pol¨ªtica. indescifrable. con ideas puede que de izquierdas, pero creencias de derechas; ministro del Interior dur¨ªsimo y otras carteras en la IV Rep¨²blica; nacional franc¨¦s y antiargelino en la guerra de ?frica del Norte; candidato socialista, en fin, a la presidencia de la IV Rep¨²blica contra un De Gaulle a quien m¨¢s combat¨ªa cuanto m¨¢s sus rasgos y gestos se iban asemejando a la marm¨®rea serenidad del general.Decir que Mitterrand, por ello, nunca fue socialista es una banalidad. Asegurar, a sensu contrario, que se apunt¨® de socialista por sentido de la oportunidad tampoco ser¨ªa hacerle plenamente justicia. Mitterrand no habr¨ªa podido ser socialista del socialismo ajeno, pues, ten¨ªa, necesariamente, que reinventar un PS que fuera su partido, un instrumento, sin duda, pero tambi¨¦n un punto de vista de madurez sobre la historia, un, balance modestamente correctivo de todo lo que est¨¢ mal en una sociedad que deseaba generosa y solidaria, capaz de proyectar el genio de Francia sobre el mundo.Hay un devastador hombre pol¨ªtico en el ex presidente fallecido que vive v¨ªctima de sus peores pasiones ambiciosas; aquel que modific¨® la ley electoral para que el Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen entrara en el Parlamento mordiendo votos a la derecha democr¨¢tica y allanase el camino hacia las urnas de su partido socialista; el que practicaba la t¨¢ctica de tierra quemada destruyendo delfines y primeros ministros como el diligente y comedido Michel Rocard, al tiempo que trataba de crear con varia fortuna sucesores m¨¢s ahormados de s¨ª mismo como Laurent Fabius, al precio de sembrar de minas el futuro del PS; en suma, la figura de un gran manipulador de las sombras en el que cada paso, cada palabra, cada amago tenia un significado que pod¨ªa ser ego¨ªsta, peque?o, capaz en el instante de, la mismisima abyecci¨®n.Y, todo ello, como expresi¨®n de la m¨¢s blindada, incombustible, devoradora ambici¨®n y voluntad de poder. Contradiciendo el bon mot de Andreotti, probablemente ha sido el ¨¢vido deseo de poder lo que ha mantenido al ex presidente con vida, en lucha contra el c¨¢ncer, hasta el punto de desafiar durante meses la l¨®gica del diagn¨®stico mortal. Pero sobre esa plataforma escasamente afable el pen¨²ltimo presidente de la V Rep¨²blica francesa ha sido capaz de hacer honor a una ambici¨®n: ha sabido dar el personaje. Frente a su sucesor, Jacques Chirac, gravemente indeciso sobre quien quiere ser de mayor, nuclear o social, Mitterrand se dir¨ªa que ten¨ªa eso ya resueltoEl antiguo l¨ªder del PS ha sido, con ello, un presidente placebo tanto como De Gaulle representaba al cirujano de hierro. Si ¨¦ste prestidigit¨® a Francia haci¨¦ndole creer que exist¨ªa mucho m¨¢s all¨¢ de lo veros¨ªmil en la era de las superpotencias, Mitterrand ha sido un t¨®nico matinal en momentos en que las apuestas son menos escandalosas.Medir a Francia con Estados Unidos era un retru¨¦cano que s¨®lo pod¨ªa manipular con cierto ¨¦xito, y a¨²n pasajero, el fundador de la V Rep¨²blica, mientras que sostener una imagen de lo franc¨¦s en el mundo con el reflejo distante de Estados Unidos abocado a un cierto aislacionismo y la proximidad, tambi¨¦n intensa pero mucho m¨¢s manejable, de Alemania es un reto, quiz¨¢ tambi¨¦n enga?oso, pero digerible. Mitterrand hizo simples juegos de magia blanca all¨ª donde De Gaulle pretend¨ªa hacernos creer directamente en la santa eucarist¨ªa.
En su domain reserv¨¦, lo que pasa en el mundo, el presidente socialista es cierto que cometi¨® errores garrafales, como dar por sentado que la Uni¨®n Sovi¨¦tica le resolver¨ªa el problema de impedir la reunificaci¨®n de Alemania sin que Francia se viera obligada a decir este veto es m¨ªo.Y, en realidad, fue la reunificaci¨®n lo que tanto contribuy¨® a convencernos de que la Uni¨®n Sovi¨¦tica estaba a punto de expirar. Pero Mitterrand encarn¨® con estilo y fortuna la figura del monarca contempor¨¢neo de una gran y antigua naci¨®n que procura dejar sus huellas en la tierra con un. acento cargado, sobre todo, en lo cultural. As¨ª pudo decir que cuando la humanidad hubiera olvidado, su paso por la tierra quedar¨ªan los monumentos de la Biblioteca Nacional o el Arche de la D¨¦fense para probarlo. Poco importa que su secreta ambici¨®n, haya sido la de que, cu¨¢ndo menos, una nota a pie de p¨¢gina hiciera constar bajo qu¨¦ reinado se ejecut¨® la obra.Todos los grandes hombres tienen flaquezas y la figura de Mitterrand necesita demasiado maquillaje para. que le consideremos un grande entre los grandes. Pero su fuerza es, precisamente, la de haber sido capaz de trascender tanta flaqueza, tapio afeite, y haberse encaramado, por encima de sus equivocaciones para evocar una paternidad nacional de g¨¢lica majestad imperativa.
Mezcla de carnalidad en lo privado e intangibilidad en lo pol¨ªtico, Fran?ois Mitterrand nos abandona hoy con algunas ideas valiosas en el balance de la historia. La m¨¢s fecunda, aun que tambi¨¦n convulsa de grandes e indemostrables ilusiones, es su creencia en una Europa que hay que construir de una determinada manera para que no atente contra la idea nacional de Francia. Eso, posiblemente, es lo que le llev¨® a colaborar con la Espa?a democr¨¢tica contra el terrorismo de ETA: Ia familiaridad con valores hist¨®ricos mas aqu¨ª o m¨¢s all¨¢ del medro inmediato que s¨®lo busca debilitar al vecino.
Una larga mirada, en resumen, sobre lo esencial, y un taimado canalleo en la corta distancia. ?Y qu¨¦ era para Mitterrand lo esencial? Probablemente, la lengua, el peso acarreado de una historia, la convicci¨®n de que todo ello era eminentemente salvable y defendible. Su sombra, por tanto, aunque cargada de sinuosos vericuetos, no deshonra a Francia. Supo ocupar un espacio. Veremos qu¨¦ pasa con sus sucesores.
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