Mitterrand y el fin de las ilusiones
Fran?ois Mitterrand desaparece pocos meses despu¨¦s del fin de su segundo septenio; por tanto ha administrado perfectamente el tiempo de su vida y no quiere parecer responsable de las crisis que sacuden a Francia desde la llegada de los Gobiernos de derecha al poder. Y sin embargo, lo que sucede hoy se?ala claramente el fin, el fracaco final del mitterrandismo. Este surge retrospectivamente como la coexistencia artificial de una pol¨ªtica proeuropea liberal y del mantenimiento o incluso la consolidaci¨®n de un intervencionismo social apoyado en un sector p¨²blico que las privatizaciones apenas han debilitado.La fuerza y la debilidad del mitterrandismo tienen un mismo origen en el doble lenguaje del presidente, quien al ejercer esta doble pol¨ªtica ha respondido finalmente a las exigencias de la poblaci¨®n que aclamaba las medidas tomadas en 1981 sin dejar por ello de ser proeuropea, pero tambi¨¦n ha hecho creer a los franceses que no hab¨ªa ninguna contradicci¨®n entre su pol¨ªtica econ¨®mica y su pol¨ªtica social, contradicciones que de hecho no se manifiestan a plena luz m¨¢s que al acercarse a los plazos finales para la creaci¨®n de la moneda ¨²nica.
La paradoja de las presidencias de Fran?ois Mitterrand es que constantemente ha dado la impresi¨®n de dirigirlo todo, mientras que en realidad, apenas unos meses despu¨¦s de ser elegido, tuvo que abandonar el Programa Com¨²n y aceptar una pol¨ªtica ortodoxa de "ajuste" que era indispensable y fue gestionada lealmente tanto por los Gobiernos de la izquierda como de la derecha. Esta pol¨ªtica, adoptada demasiado tard¨ªamente y sin una visi¨®n general, tuvo un impacto social muy negativo que pag¨® el Partido Socialista. Si Fran?ois Miterrand domin¨® con fuerza durante tanto tiempo. la pol¨ªtica francesa, no es porque impusiera una pol¨ªtica coherente y nueva, sino porque emple¨® toda su energ¨ªa en mantener su propio equilibrio entre orientaciones contradictorias, ya que este presidente, elegido por la izquierda llev¨® a cabo una pol¨ªtica de derechas a la vez que mantuvo un discurso de izquierdas.
Sus ¨²nicos dominios de acci¨®n aut¨®noma fueron en primer lugar y durante toda la primera presidencia la construcci¨®n europea y la pol¨ªtica internacional, a las cuales pudo consagrarse m¨¢s de lleno ya que las realidades econ¨®micas y sociales no le interesaban demasiado; y en segundo lugar, la defensa de las libertades personales, en donde hizo. una obra importante, inspirada en las mejores tradiciones de la III Rep¨²blica. Pero la unificaci¨®n alemana puso fin a sus iniciativas internacionales y, durante su segundo septenio y sobre todo cuando Charles Pasqua ocup¨® el Ministerio del Interior, tuvo que permitir que la pol¨ªtica de seguridad redujera netamente la tradici¨®n de tierra. de asilo que tanto estimaba Francia. Mitterrand dej¨® pues su huella m¨¢s personal en el ¨¢mbito que m¨¢s alejado estaba de las, aspiraciones de la izquierda, con grandes obras que empez¨® y llev¨® a cabo, desde el arco de la D¨¦fense hasta el Louvre, por no citar m¨¢s que sus ¨¦xitos m¨¢s clamorosos. Lo cual deja de este republicano de izquierdas la imagen de un monarca apasionado por la grandeza y la gloria. Pero ?se puede sacar la conclusi¨®n de que su obra ser¨¢ considerada negativa por los historiadores del futuro, tras el an¨¢lisis de lo que fue menos un fracaso que una ocasi¨®n perdida, una falta de comprensi¨®n de las exigencias de una situaci¨®n hist¨®rica? No hay nada m¨¢s inseguro. En efecto, Francia se ve hoy obligada a actuar de manera coherente, pero como no lo consigue, explota, y el fracaso de Alain Jupp¨¦ y de Jacques Chirac hacen que, retrospectivamente, parezca brillante la era de Mitterrand, durante la cual, desde 1981 hasta 1995, las ¨²nicas explosiones estuvieron dirigidas contra los Gobiernos de la derecha con los que se vio obligado a coexistir desde 1986 hasta, 1988 y desde 1993 hasta 1995. Los franceses est¨¢n m¨¢s alejados que nunca d¨¦ las soluciones socialdem¨®cratas, o sea, de una gesti¨®n social negociada de las adaptaciones que exige la integraci¨®n monetaria y econ¨®mica de Europa. Y la crisis de diciembre de 1995 ha estado m¨¢s volcada hacia el pasado que hacia el futuro, como si los franceses siguieran so?ando con un nuevo 1981, a la vez que reconocen la necesidad de una construcci¨®n europea.
Si se desarrolla la nostalgia por los a?os de Mitterrand, habr¨¢ que llegar a la conclusi¨®n de que. Francia est¨¢ condenada a una situaci¨®n de crisis cr¨®nica, ya que jam¨¢s podr¨¢ renunciar a integrarse en Europa, pero no quiere tampoco renunciar a un Estado gestor, a una pol¨ªtica corpporativista y ni siquiera a una pol¨ªtica sanitaria que implique un d¨¦ficit incompatible con la puesta en pr¨¢ctica de los acuerdos de Maastricht.
La importancia del papel desempe?ado por Fran?ois Mitterrand y tambi¨¦n la dignidad del hombre golpeado por la enfermedad no pueden impedir que se vea lo esencial: la impotencia de Francia durante este largo periodo para inventar un modelo nuevo de sociedad. Este pa¨ªs, sigue creyendo que, como dice el Evangelio, se puede poner vino nuevo en odres antiguos y que puede entrar en un mundo. eco n¨®mico transformado, abierto y mundializado, y a la vez mantener el tipo de Estado y de gesti¨®n administrativa que le hab¨ªa con venido durante el periodo de re construcci¨®n, nacional de la pos guerra. Ser¨ªa preferible para los franceses que aceptaran que la desaparici¨®n pol¨ªtica y f¨ªsica de Fran?ois Mitterrand debe mar car el final del doble lenguaje, las falsas s¨ªntesis y contradicciones, y les obliga no a aceptar la dictadura del Bundesbank, como creen muy a menudo, sino la necesidad de dirigir sus fuerzas reivindicativas, sociales y pol¨ªticas, no hacia el mantenimiento de un pasado ya caduco, sino hacia la construcci¨®n de una nueva sociedad de justicia y solidaridad.
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