La importancia de llamarse Centro
El XII Congreso del PP clausurado el pasado domingo subray¨® con trazos gruesos el prop¨®sito de ocupar el centro del espacio electoral. No es una idea nueva: en 1993 populares y socialistas lucharon por recibir en herencia la t¨²nica sagrada de UCD. Las recientes conmemoraciones de la transici¨®n han rendido culto a la figura de Su¨¢rez y a su forma dialogante de gobernar, aun a costa de olvidar a ve ces que el consenso de la etapa constituyente fue consecuencia no s¨®lo de la voluntaria disposici¨®n moral de animos generosos, sino fruto tambi¨¦n de la necesidad pol¨ªtica dictada por la inexistencia de mayor¨ªas absolutas. De proseguir el embellecimiento retrospectivo del centrismo, al guna leyenda piadosa acabar¨¢ insinuando que UCD, qued¨® destruida por una cat¨¢strofe natural similar al cataclismo geol¨®gico que extingui¨® a los dinosaurios. Sin embargo, los hechos son obstinados: la historia de la transici¨®n: registra la decisiva contribuci¨®n del PSOE de Felipe Gonz¨¢lez y de la AP de Fraga (con Aznar como prometedor militante) al acoso y derribo salvajes del residente Su¨¢rez.Los intentos de edificar con material electoral exclusivamente centrista partidos equidistantes de la derecha y de la izquierda, capaces de gobernar en solitario o de servir de bisagra para combinaciones mayoritarias, han fracasado en Espa?a. Aunque UCD ejerci¨® el poder durante casi un lustro con el respaldo de seis millones largos de votantes, la pinza formada desde 1980 por AP y el PSOE acab¨® no s¨®lo con su reinado, sino tambi¨¦n con su existencia como organizaci¨®n. Aun as¨ª, los partidos centristas recibieron de un mill¨®n y medio a dos millones de sufragios en 1982, 1986 y 1989. Desde 1993, sin embargo, s¨®lo hay tierra de nadie electoral entre PP y PSOE, condenados por la frontera com¨²n a librar una desgastadora guerra de trincheras para disputar palmo a palmo el voto moderado.As¨ª pues, el centro cubre en Espa?a un espacio demasiado, peque?o e inestable como para permitir a los partidos que apelen en exclusiva a ese granero electoral una. vida desahogada e independiente. El inclemente destino de ese asediado territorio es soportar las razias cazadoras de la derecha y de la izquierda en busca de votos, con el riesgo de quedar sometido durante largas temporadas al protectorado del partido fronterizo m¨¢s poderoso. El centro de sempe?a electoralmente un papel an¨¢logo al lebensraumi (el espacio vital) de la geopol¨ªtica alemana. la ocupaci¨®n de esa zona marginal de votos redondear¨¢ la victoria del partido de derecha o de izquierda que haya logrado conquistar previamente la hegemon¨ªa en su dominio respectivo.
Al igual que algunos peque?os principados eran anta?o los aliados imprescindible! de los grandes reinos gracias a su estrat¨¦gica situaci¨®n territorial, los votantes centristas resultan ahora indispensables para la victoria electoral de populares o socialistas: si el PSOE consigui¨® ese objetivo en 1993, el PP intentar¨¢ alcanzarlo en 1996. Pero as¨ª como los pa¨ªses de vieja invadidos por pueblos m¨¢s poderosos han impuesto a la larga su cultura a los ocupantes, as¨ª los valores del centro (tolerancia, di¨¢logo, moderaci¨®n, respeto por las reglas del juego, derechos humanos, esp¨ªritu la¨ªco) terminan permeando a los partidos de derecha o de izquierda que piden el voto a los, electores centristas y que temen perder su apoyo (como ahora puede ocurrirles a los socialistas) si ofenden sus convicciones. ?sa es la importancia de que una formaci¨®n de derecha como el PP se presente como un partido d¨¦ centro: si los populares respetasen en el futuro las se?as de identidad centristas que ahora tan apasionadamente reclaman, adoptar¨ªan tarde o temprano sus pautas de conducta; si fuesen infieles a ese compromiso, correr¨ªan el peligro de ser abandonados por el voto moderado en las siguientes elecciones.
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