Tiempo muerto
Una ruta por la orilla del embalse de Puentes Viejas, entre pueblos que guardan memoria del pasado
Manjir¨®n es un lugar al que se le han parado los relojes. Eso no es bueno ni malo, ni tampoco demasiado extra?o. (Hay personas a las que se les muere el cron¨®metro y siguen viviendo el resto de sus d¨ªas sin sentir ninguna molestia.) No. Lo verdaderamente raro es que cada cosa aqu¨ª parece haberse detenido a una hora distinta.Algunas casas de Manjir¨®n, por ejemplo, marcan el amanecer de los tiempos, cuando en esta desabrigada rampa se edificaba sobreponiendo mampuestos de rudo gneis; son espaciosas y poseen horno asador. A una hora mucho m¨¢s avanzada, hace apenas unos minutos en la historia de la sierra, ces¨® la actividad de los dos potros en que se inmovilizaba a las reses para evitar que porfiasen durante las maniobras de herrado. Ah¨ª est¨¢n, con sus altos postes in¨²tiles, parados como relojes de sol que ya no consultase nadie.
La fragua, las antiguas marraneras, los lavaderos de la calle de las Cortes y el corral donde anta?o se reun¨ªa el Concejo, enfrente de la Portaleja, son otros tantos rincones que permanecen varados en diversos momentos de la memoria de Manjir¨®n. Y lo mismo cabe decir de las dos ca?adas que atravesaban el caser¨ªo: una iba hacia Cinco Villas; la otra, a Paredes de Buitrago. Abandonada la trashumancia, ambas v¨ªas se?alan hoy con sus manecillas la hora del se?or¨ªo de Buitrago, cuando -desde finales del siglo XIV en adelante- decenas de miles de cabezas de ganado eran llevadas los inviernos a la Extremadura, y los veranos, a la monta?a de Le¨®n.Agua buena
Dicen que a Manjir¨®n le viene el nombre del ¨¢rabe y, seg¨²n quienes lo digan, ¨¦ste pudiera significar desterrado -paraje bald¨ªo, sin tierra cultivable- o bien agua buena. Sea como fuere, lo cierto es que esta localidad de la sierra pobre, que ni siquiera tiene la categor¨ªa de pueblo -s¨®lo es una de las cinco pedan¨ªas que integran el municipio de Puentes Viejas-, h¨¢llase desterrada de la hora de todos, que es la hora de los vivos, y abocada a un futuro sin pulso, erigido sobre chal¨¦s de ladrillo por los visitantes estivales.
El que prefiera la segunda acepci¨®n, agua buena, habr¨¢ de salir a buscarla por la calle de El Egidillo para seguir por su prolongaci¨®n entre cercas de piedra y, tras desembocar en la carretera de Buitrago (M-126), tomar el camino que surge a la derecha del asfalto un centenar de metros m¨¢s adelante. Por espacio de un par de kil¨®metros, el excursionista avanzar¨¢ francamente hacia el norte entre prados y cantuesos, avistando, si est¨¢ al quite, alondras, pardillos y trigueros. Luego la pista gira bruscamente a la izquierda, hacia el oeste, y se cuela por una barrera en un bosque de pino resinero.
Ardillas, picos picapinos,pinzones, agateadores y zorzales se benefician del amparo de este dosel arb¨®reo, de la misma forma que los hombres han sabido aprovechar su resina para extraer trementina (y de ella, el aguarr¨¢s) y sus pi?as para prender las estufas de le?a y las chimeneas. No han desaparecido a¨²n estos usos seculares, como tampoco lo han hecho los reba?os de vacas que buscan pastos tiernos en las h¨²midas fresnedas que ci?e el pinar.
All¨ª donde la pista vuelva a confluir con la carretera, el caminante deber¨¢ optar por una senda que sale a mano derecha, de nuevo hacia el norte, y que en breve le conducir¨¢ hasta la orilla del embalse de Puentes Viejas. Pasear a la vera de este espejo de 300 hect¨¢reas, espejo de agua pura del r¨ªo Lozoya, sobre el que se refleja el entero cielo del Guadarrama, es una gozada sin parang¨®n.
En la cola del represamiento, aguardando a que el excursionista sortee los m¨ªnimos cabos y ensenadas de este dulc¨ªsimo mar, se erige Buitrago del Lozoya. Empinada sobre la muralla ¨¢rabe, la torre de la iglesia de Santa Mar¨ªa del Castillo, del siglo XV, ser¨¢ el faro que habr¨¢ de guiar sus ¨²ltimos pasos.
En una esquina de la fortaleza mora da la hora un grande reloj. Se?al de que, en estas tierras de Buitrago, no todos los hombres viven en tiempo muerto.
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