Una larga siesta y un paseo de media hora
![Jos¨¦ S¨¢mano](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F65950e2d-87d8-4b87-87d2-e499999b380a.jpg?auth=00cf6232e7a3a64d1deda6c0f646ae477c05fa68bfa4e35ece63fdb41e1e9601&width=100&height=100&smart=true)
Como un novio en la noche previa a la boda. Forrado de nervios, un tanto abrumado, Arsenio ha vivido as¨ª su primera expedici¨®n al frente del Madrid. Ha esperado 65 a?os para cumplir un sue?o que ha estado a punto de evaporarse. Le ha llegado su hora y no quiere dejar un cabo suelto. Tiene sus m¨¦todos, los de toda la vida. Ni mejores ni peores que los de su predecesor, pero son los m¨¦todos de Arsenio. Corren otros tiempos en el Madrid, ayer dirigido por un joven catedr¨¢tico y hoy por un sabio maestro de la vieja escuela.Arsenio, lo primero que destila es paternalismo. Es el viejo pastor al frente de un grupo de profesionales acostumbrados hasta ahora a un gu¨ªa -Jorge Valdano- m¨¢s joven, con m¨¢s experiencia como jugador que como entrenador. M¨¢s desahogado, quiz¨¢, en sus h¨¢bitos.
Arsenio es otra cosa: "Vamos Fernando ir a descansar y ya os llamar¨¦ hacia las siete; ahora ten¨¦is que acostaros". El Bruxo va repitiendo la receta casi uno a uno. Escuchando su tono entra?able nadie se extra?ar¨ªa si poco despu¨¦s subiera habitaci¨®n por habitaci¨®n arropando a sus chicos. Ellos han tenido que acostumbrarse a tratar al nuevo t¨¦cnico de "usted". Antes, cuesti¨®n de edad, no era as¨ª. Ra¨²l lo ha tenido m¨¢s f¨¢cil. S¨®lo ¨¦l y sus compa?eros de quinta -G¨®mez, ?lvaro- daban el mismo trato a Valdano.
Con los futbolistas entre s¨¢banas, Arsenio tiene la obligaci¨®n de atender a la prensa local. Son las siete de la tarde del pasado s¨¢bado. La rueda de prensa es breve. Al t¨¦rmino de la misma se levanta como un muelle y r¨¢pidamente corre las cortinas del sal¨®n para mirar la calle. Frunce el ce?o. Los ni?os siguen al acecho de sus ¨ªdolos, algo que trastoca sus planes: Arsenio quiere sacar a los chicos a pasear, aunque sea por el aparcamiento del hotel. "No es plan que est¨¦n en la cama desde las cinco; ?creo yo, vamos!". ?Para qu¨¦ quiere que paseen? "Co?o, no es tan raro, no soy el primer entrenador que lo hace; no ves que si siguen acostados y empalman con la cena por la noche no cogen el sue?o".
Se sienta en la recepci¨®n. Pensativo, en b¨²squeda de una soluci¨®n. Pregunta por el director del hotel y se asoma a la calle para escrutar alg¨²n rinc¨®n solitario. "Nada, nada, no hay manera; pero, co?o, hay que levantarlos". Ignacio Zoco, el delegado del equipo, se ofrece a hacer de despertador. Pero Arsenio quiere apretar el timbre. Antes atiende al director, que le recomienda un sal¨®n como refugio. Irrumpe la vena gallega: "S¨ª hombre, s¨ª, pues claro que tiene un sal¨®n, pero hay que levantarles".
Dicho y hecho. Todos en pie. Se suspende el recreo, no hay caminata, pero hay que desperezarse. Arsenio se lamenta. Quiz¨¢ el domingo pueda cumplir con su tradici¨®n. Pregunta a los encargados de la expedici¨®n: "?Qu¨¦ suelen hacer el d¨ªa del partido?". "D¨ªa libre hasta la comida", le responden. El gallego se muestra tajante: "De eso nada, ma?ana todos juntos a pasear". As¨ª fue.
Con la comida, otras de las man¨ªas del t¨¦cnico gallego, a¨²n no ha podido hacer nada. Los men¨²s de Oviedo se encargaron desde el club por fax hace una semana. En s¨®lo dos d¨ªas con el equipo, Arsenio s¨®lo ha tenido tiempo de implantar el paseo. Pero habr¨¢ m¨¢s cambios. Son otros tiempos.
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