Europa como vud¨²
Veinte interrogantes pesan sobre la moneda ¨²nica en un momento de dificultades internas de algunos pa¨ªses

Tras la cumbre de Madrid en que se bautiz¨® a la moneda ¨²nica europea con el nombre de euro y se acordaron las fases. para su implantaci¨®n, han surgido nuevos interrogantes sobre su futuro. La rebeli¨®n social en Francia contra el plan Jupp¨¦ de reforma Seguridad Social y los datos del segundo semestre de la econom¨ªa alemana, peores de los previstos, han abierto paso a dudas de nuevo cu?o, al replanteamiento de, viejas preguntas y a nuevas ideas y propuestas. Estas son, algunas de las principales cuestiones en discusi¨®n en un momento en que las dificultades internas de algunos pa¨ªses han convertido Euro pa en el chivo sobre el que practicar el vud¨² expiatorio. 1. ?CAMINO DE ROSAS 0 DE ESPINAS? Hasta la decisi¨®n de la criba -selecci¨®n, al comienzo de 1998, de las monedas que se incorporen a la uni¨®n monetaria en la primera oleada y de las que se queden en la antesala- se suceder¨¢n dos a?os de pol¨¦micas, reveses, angustias y posiblemente de turbulencias monetarias.
2. ?PROLIFERAR?N LAS CASANORAS? El invento es in¨¦dito en la historia. El presidente Linco1n implant¨® en Estados Unidos un mercado ¨²nico sobre una uni¨®n monetaria preexistente. Los Estados-naci¨®n se constituyeron en poder pol¨ªtico antes de acu?ar moneda. Desprenderse de la moneda nacional es abandonar una de las cuatro competencias b¨¢sicas del Estado-naci¨®n moneda, fronteras, ej¨¦rcito y pol¨ªtica exterior. En tiempo de turbulencias y de cambios hist¨®ricos, y ¨¦ste lo es, las profec¨ªas catastrofistas de las Casandras multiplicar¨¢n sus ecos. Juegan con ventaja. Si se alcanza el ¨¦xito nadie se acuerda de su error.
3. ?EXIGE MAASTRICHT SACRIFICIOS? El Tratado de Maastricht exige sacrificios. Quien lo niegue, falsea la realidad. Los principales sacrificios estriban en la necesidad de sanear las finanzas p¨²blicas (reducir el d¨¦ficit al 3% del PIB y aproximar la deuda p¨²blica hacia el 60% del PIB) y evitar echar mano de la maquinilla del dinero (pol¨ªtica monetaria relativamente restrictiva para lograr que la tasa de inflaci¨®n no exceda en 1,5 puntos la de los tres Estados miembros con mayor estabilidad de precios), los pilares de la convergencia.
4. ?Y SI NO EXISTIERA MAASTRICHT?. Tienen raz¨®n quienes reiteran que estos esfuerzos son virtuosos en s¨ª mismos considerados. Si Maastricht no existiera, habr¨ªa que realizarlos igualmente. Porque los niveles de d¨¦ficit endeudamiento alcanzados por' varios Estados miembros estrangulan la inversi¨®n productiva: es el problema de la bola de nieve de la deuda, como lo llama el primer ministro belga, Jean Luc Dehaene. Y adem¨¢s, los Quince no viven solos. Deben competir en un mundo comercialmente abierto, en el que los movimientos de capitales no s¨®lo son libres, sino instant¨¢neos. Quien no sanea sus finanzas est¨¢ en desventaja respecto de quien las exhibe equilibradas y pierde competitividad, es decir, mercados, riqueza.
5. ?ES CULPABLE EUROPA? Los Gobiernos suelen escudarse en Maastricht para vender sus pol¨ªticas de ajuste. Resultado: trasladan el coste de la impopularidad de sus medidas de rigor a la Uni¨®n Europea y al Tratado de Maastricht, que ellos redactaron y firmaron. En ¨¦poca de retorno a los nacionalismos, verde y con asas: desde la derecha arqueol¨®gica y la izquierda pre-muro-de -Berl¨ªn se hace entonces vud¨² con Europa, presentada como origen de todos los males.
6. ?ES DESDE?ABLE E? BENEFI CIO DE LA MONEDA ?NICA? Es la tesis de los neoliberales m¨¢s radicales, principalmente anglosajones. "Las econom¨ªas ajenas a esta moneda com¨²n pueden comportarse mejor incluso que las que pertenecen a ella. Los suizos [ii] no son ciudadanos europeos de segunda clase", argumenta el Premio Nobel de Eco nom¨ªa y profesor en Chicago Gary Becker (EL PA?S, 2 de octubre de 1994), para adoctrinar a los espa?oles de la irrelevancia del proyecto. Esta escuela reniega de cualquier virtud de la moneda ¨²nica si es europea, pero no propone de momento fragmentar el d¨®lar en 52 divisas distintas. Empresas y ciudadanos de los Quince se ahorrar¨¢n hasta cinco billones de pesetas anuales de costes de transacci¨®n. Esta cantidad no es balad¨ª, pero "es casi irrelevante" si se compara con "los principales beneficios, la eliminaci¨®n de la volatilidad y de la imprevisibilidad de los ti pos de cambio indepedientes ", replica el liberal Sarnuel Brittan (Financial Times, 18 de enero). La credibilidad monetaria ante los mercados desemboca en estabilidad y posibilita unos bajos tipos de inter¨¦s que favorecen la inversi¨®n y el empleo.
7. ?ES CORTO EL PLAZO? Algunos argumentan que el plazo para la adaptaci¨®n y el ajuste presupuestario es corto, porque s¨®lo faltan dos a?os para pasar el examen. Olvidan que el tratado se firm¨® hace cuatro a?os, el 7 de febrero de 1992, tras un largo per¨ªodo de discusiones en el que ya se consagr¨® la necesidad de la convergencia econ¨®mica. El plazo es, pues, de seis a?os. Si alg¨²n Estado no lo ha aprovechado es culpa de su Gobierno.
8. ?LO INVALIDA TODO EL ESCASO CRECIMIENTO ALEM?N? La econom¨ªa alemana ralentiz¨® su ritmo en el segundo semestre de 19,95. A menos crecimiento, menos ingresos, y por tanto menor reducci¨®n del d¨¦ficit p¨²blico, que super¨® el 3,6% en todo el ejercicio, contra una previsi¨®n inicial del 3% (la cifra m¨¢gica de Maastricht). Con ello ha temblado el misterio, han proliferado los pusil¨¢nimes y las Casandras han hecho su agosto. Pero Alemania ya ha demostrado su capacidad de reducir en un punto anual su d¨¦ficit, entre 1993 y 1994, en ¨¦poca poco expansiva. El 'episodio demuestra que si el crecimiento de la econom¨ªa europea supera el 3%, balsa de aceite: la convergencia progresa y disminuyen las dudas sobre el euro. Por debajo de esa cifra pasa lo contrario, surgen temores de recesi¨®n y de consiguiente divergencia. Lo m¨¢s novedoso del episodio es que ha provocado reflexi¨®n y nuevas ideas, como las propuestas flexibilizadoras lanzadas por Val¨¦ry Giscard d'Estaing.
9. ?ESTAMOS EN PUERTAS DE UNA RECESI?N? La pregunta la ha suscitado el rev¨¦s alem¨¢n. La respuesta del presidente' del Instituto Monetario Europeo, Alexandre Lamfalussy, es que no: los heraldos de toda recesi¨®n son el empeoramiento de los resultados empresariales y el endeudamiento de las corporaciones. La Comisi¨®n a?ade que la UE registra la inflaci¨®n m¨¢s baja en 25 a?os, que los tipos de inter¨¦s flexionan a la baja y que crece la demanda externa de los pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo. Pero ?cu¨¢ntos profetizan una crisis cuando a¨²n se est¨¢ en fase expansiva?
10. ?LA REBELON FRANCESA LO INVALIDA TODO? ?Diciembre del 1995 fue una reviviscencia de mayo del 68? ?O el estertor de una econom¨ªa dirigista y corporativa? Fue el crisol de muchos fen¨®menos. Record¨® la ausencia de reformas estructurales para adaptar la econom¨ªa al nuevo entorno globalizado. Las ¨²ltimas fueron las de Michel Rocard, entre 1988 y 1991. Evidenci¨® que el pa¨ªs no puede permitirse al mismo tiempo una econom¨ªa p¨²blica de falsa grandeur y los beneficios del Estado del bienestar: s¨®lo las ayudas p¨²blicas otorgadas en 1994-95 a Cr¨¦dit Lyonnais y a Air France (un bill¨®n y medio de pesetas) superan al d¨¦ficit de la Seguridad Social (1,27 billones). Con Maastricht o sin Maastricht, tendr¨¢ que optar. Sin Francia, la moneda ¨²nica ser¨ªa una mueca. Pero los franceses han puesto la cuesti¨®n social encima d¨¦ la mesa.
11. ?CONJUGAR MONEDA ?NICA Y EMPLEO? La rebeli¨®n social francesa y el episodio semirrecesivo alem¨¢n demuestran que la moneda ¨²nica a palo seco goza de dif¨ªcil aceptabilidad social. Una encuesta de la Comisi¨®n del pasado enero indicaba que un 54% de europeos se muestran favorables a la moneda ¨²nica (el 37%.en contra, el 9% no opina), pero el 52% cree que la introducci¨®n del euro no crear¨¢ m¨¢s empleos. Como siempre, los alemanes han sido los primeros en reaccionar, dise?ando un pacto social -aunque pol¨¦mico- entre patronal y sindicatos. Como siempre, el ex presidente de la Comisi¨®n, Jacques Delors, ha puesto el dedo en la llaga: hay que "conjugar" la uni¨®n monetaria con las pol¨ªticas- activas de empleo, en un nuevo "pacto de confianza" a nivel comunitario y no s¨®lo nacional, ha propuesto. La idea subyacente estriba en que las pol¨ªticas de rigor (la convergencia indispensable para la moneda ¨²nica) son necesarias para sostener el crecimiento y por tanto el empleo, pero insuficientes, para multiplicar la creaci¨®n de puestos de trabajo.
12. ?SIMBOLIZA MAASTRICH EL "PENSAMIENTO ?NICO"? El pensamiento ¨²nico es "la traducci¨®n en t¨¦rminos ideol¨®gicos, con pretensiones universales, de los intereses del capital internacional", Ignacio Ramonet, el director de Le Monde Diplomatique, dixit. Lo junta todo: hegemon¨ªa de lo econ¨®mico, mercado, competencia, librecambio, mundializaci¨®n, moneda fuerte, desreglamentaci¨®n, liberalizaci¨®n, disminuci¨®n del papel del Estado. Este totum revolutum simplificado tan a la francesa, tan a lo paleomarxista, se quintaesencia, para algunos, en Maastricht, presunto paradigma del neoliberalismo. Un planteamiento que no resiste el enfrentamiento con la realidad. La estrategia de indispensable rigor econ¨®mico admite distintas traducciones, incluso pol¨ªticas enfrentadas de control del gasto p¨²blico (con acento en el sector empresarial estatal o# bien con hin capi¨¦ en el gasto social). El
onjunto Maastricht-moneda ¨²nica no s¨®lo no es el paradigma neoliberal, sino que concita la enemistad de los neoliberales, desde los economistas de la escuela de Chicago hasta el Gobierno conservador brit¨¢nico.
13. ?REQUIERE LA MONEDA ?NICA UNA DEUDA HOMOG?NEAMENTE BAJA? As¨ª se pact¨® en Maastricht, para evitar que deudas nacionales excesivas, que quedar¨¢n denominadas en euro, contaminen la credibilidad de esta moneda. Y evitar as¨ª que los excesos, digamos, de Italia, los paguen los ahorradores, digamos, de Alemania. Un ex ministro itali¨¢no, el liberal Antonio Martino, arg¨¹¨ªa, en contra, que B¨¦lgica (con deuda del 134% de su PIB) y Luxemburgo (del 6%) mantienen sin problemas una uni¨®n monetaria desde hace muchos a?os. Pero es una excepci¨®n: la inmensa mayor¨ªa de la deuda belga est¨¢ en manos de belgas y ¨¦stos tienen una tasa de. ahorro interno tan alta que tambi¨¦n invierten en el semiparaiso fiscal de Luxemburgo. 14. ?POR QU? MODERAR LA INFLACI?N? Inflaciones muy dispares distorsionan el mercado ¨²nico. Quien entra en una uni¨®n monetaria con inflaci¨®n m¨¢s alta que los otros socios lo acaba pagando en crecimiento y empleo. Este impuesto de los asalariados y traba a las exportaciones no tiene tan mal recuerdo en Espa?a -donde se la asocia a los a?os del despegue econ¨®mico- como en Alemania -donde la hiperinflaci¨®n fue caldo de cultivo del nazismo y de los des¨®rdenes de postguerra- o en Argentina. Pero el modelo alem¨¢n de estabilidad de precios y cambiar¨ªa se ha revelado el m¨¢s eficaz. Tras la guerra mundial, Alemania era m¨¢s pobre que EE UU y gracias a ambas pol¨ªticas ha conseguido alcanzar su nivel de renta. El marco ha pasado de una equivalencia de un d¨®lar-cuatro marcos a otra de 1 d¨®lar-1,47 marcos.
15. ?ES FATAL LA P?RDIDA DE SOBERAN?A SOBRE EL TIPO DE CAMBIO? La uni¨®n monetaria imposibilita, obviamente, las devaluaciones competitivas (no hay con qu¨¦). El ex ministro de
Econom¨ªa Miguel Boyer, reconvertido a cr¨ªtico del proceso del que fue impulsor, lo ha lamentado recientemente. Pero hay devaluaciones y devaluaciones. Unas se digieren enseguida, otras tienen efectos m¨¢s duraderos si van acompa?adas de medidas adicionales (fiscales, por ejemplo). Consider¨¢ndolo a largo plazo, los pa¨ªses con estabilidad monetaria ofrecen mejores resultados. La pregunta se formula a veces de otra manera. ?C¨®mo lo har¨¢ un pa¨ªs como Espa?a, que necesita un crecimiento sostenido superior a la media para conseguir alcanzar la renta promedio de los Quince, tambi¨¦n superior, si no dispone de ese mecanismo? Maastricht no s¨®lo estableci¨® el proceso a la moneda ¨²nica: tambi¨¦n compens¨® a los pa¨ªses m¨¢s atrasados con un nuevo fondo, el de cohesi¨®n, que ha dispensado entre 1993 y 1995 un total de 5.567 millones de ecus (cerca de 900.000 millones de pesetas) para infraestructuras de transporte y medio ambiente (el 55% del total, para Espa?a). Adem¨¢s, tambi¨¦n dentro de los Estados nacionales algunas regiones, incluso m¨¢s atrasadas, crecen m¨¢s r¨¢pido que otras, estando sometidas todas al mismo sistema monetario. Las diferencias de riqueza tendr¨¢n que recortarse mediante aumentos de competitividad que permitan a un pa¨ªs crecer m¨¢s que los dem¨¢s.
16. ?CU?L ES EL INTER?S DE ESPA?A? Pocos dudan ya de que si la uni¨®n monetaria acaba implant¨¢ndose, el inter¨¦s espa?ol es incorporarse cuanto antes -si es posible desde el primer momento- para gozar de los beneficios de una zona de estabilidad. Pero habr¨¢ que cuidar el tipo de cambio al que se incorpore al inicial esquema de paridades fijas, vistas las dificultades que acarre¨® la alta tasa de conversi¨®n con que la peseta entr¨® en el Sistema Monetario Europeo (SME). Es una negociaci¨®n dif¨ªcil, muy determinada por los datos macroecon¨®micos, para la que dispondr¨¢ de escaso margen de maniobra.
17. ?HAY ALTERNATIVA AL EURO? Siempre la hay, lo contrario es pensamiento ¨²nico. Lo que debe considerarse es si la alternativa es mejor o peor que la moneda ¨²nica. Dados los precedentes de la crisis del SME en 1992-93, todo indica que un fracaso de la uni¨®n monetaria podr¨ªa multiplicar las turbulencias monetarias y acabar afectando al mercado interior europeo. Filos¨®ficamente hay alternativas radicales: deshacer lo andado, renunciar a la liberalizaci¨®n comercial, incluso a una m¨ªnima coordinaci¨®n monetaria, volver al proteccionismo, construir la fortaleza Europa. Es lo que proponen gentes ultraconservadoras como el eurodiputado James Go1dsmith (en La Trampa y en La respuesta). Pero desde luego no parece demasiado factible -dados por ejemplo, los compromisos internacionales de la UE en la Organizaci¨®n Mundial del Comercio-; y en caso de que lo fuera, ?inducir¨ªa m¨¢s prosperidad y ser¨ªa m¨¢s solidario que el proyecto actual?
18. ?EXISTE UNA TERCERA V?A? Se est¨¢ abriendo paso con fuerza una tercera v¨ªa, entre la ultraortodoxia de Maastricht (interpretaci¨®n restrictiva de los criterios, cumplimiento del calendario a rajatabla) y los enemigos de la moneda ¨²nica. La flexibilidad podr¨ªa ser sobre la fecha desde la que se inicia el lanzamiento de la moneda ¨²nica, fijada para el 1 de enero 1999. Los defensores de la tercera v¨ªa no propugnan abiertamente atrasar la fecha, aunque a veces dudan de su cumplimiento y consideran que al final quiz¨¢ deber¨¢ darse un comp¨¢s supletorio para que el euro empiece con una masa cr¨ªtica de pa¨ªses suficiente. Comparten la idea de que decidir el retraso ya desde hoy ser¨ªa ofrecer una coartada a la relajaci¨®n de las pol¨ªticas eco n¨®micas de los Quince. En cambio, como ha propuesto Giscard d'Estaing, s¨ª est¨¢n a favor de la interpretaci¨®n flexible de los criterios de Maastricht (inflaci¨®n, moderaci¨®n del d¨¦ficit y de la deuda p¨²blica, estabilidad cambiaria). Su tesis es que no deben reformularse los criterios, sino que el propio Tratado de la Uni¨®n permite una lectura me nos restrictiva de la que propugna el Bundesbank. Y se muestran convencidos de que al final los paladines de la ortodoxia m¨¢s rigurosa acabar¨¢n aceptando cierta flexibilidad, siempre que se haya alcanzado un grado de con vergencia suficiente. Porque el canciller Kohl considera la unificaci¨®n monetaria como clave de la uni¨®n pol¨ªtica, su gran pasi¨®n. Y porque la econom¨ªa alemana, fuertemente exportadora, que dar¨ªa perjudicada por un fracaso del euro: un marco sobrevaluado se convertir¨ªa, a¨²n m¨¢s, en la moneda refugio.
19. ?INGRESAR? EL REINO UNIDO? Celoso de su opt out -una cl¨¢usula que le permite la opci¨®n de no ingresar-, el Gobierno de Londres recuerda continuamente su distancia respecto del proceso de construcci¨®n europea y sus recelos hacia la moneda ¨²nica. Pero el canciller del Exchequer, Kenneth Clarke, suele realizar algunas de las contribuciones t¨¦cnicas m¨¢s interesantes, como la ¨²ltima que puso sobre la mesa, sobre las relaciones entre los pa¨ªses in (los que se incorporen en la primera oleada) y los out (los que se queden en la antesala). De momento, la mayor parte de la prensa brit¨¢nica milita activamente contra el proyecto. Pero son bastantes quienes consideran que en el ¨²ltimo minuto, Londres dar¨¢ su s¨ª, entre otras razones para conservar el peso financiero internacional de la City. Y tambi¨¦n porque el Reino Unido ha actuado casi siempre en la Europa comunitaria seg¨²n la secuencia: reservas-recelos-aportaciones t¨¦nicas-negativa- ¨®rdago -incorporaci¨®n-conversi¨®n en el m¨¢s fiel cumplidor de lo pactado.
20. ?CU?L ES LA POSICI?N DE WASHINGTON? La posici¨®n oficiosa que supuran los grandes medios norteamericanos es de recelo cuando no de cr¨ªtica frontal. Ocurre que la UE es la primera potencia comercial del mundo. Un euro fuerte y con suficiente masa cr¨ªtica se convertir¨ªa autom¨¢ticamente en una peligrosa competencia para el d¨®lar, en su papel de moneda de referencia, con las enormes ventajas que ello puede reportar, dada la influencia del manejo del tipo de cambio de la divisa de referencia en los flujos comerciales. Pero al mismo tiempo EE UU ha sido hist¨®ricamente favorable al proceso de unificaci¨®n europea. La pregunta, de momento, no tiene mucha m¨¢s respuesta.
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