La larga espera
En septiembre de 1952, el pueblo madrile?o de Guadalix de la Sierra se convirti¨® durante unos d¨ªas en Villar del R¨ªo, pueblo espa?ol por antonomasia cinematogr¨¢fica, en una pel¨ªcula emblem¨¢tica e hist¨®rica, Bienvenido Mr. Marshall, que el joven di rector Luis G. Berlanga, con una troupe de inolvidables acto res, algunos ya olvidados, vino a rodar aqu¨ª.En el primer gui¨®n, este pueblo, compendio de los pueblos (le la Espa?a profunda que se asomaban ilusionados y embaucados a la carretera para recibir al progreso y a los americanos, estaba situado en Andaluc¨ªa, pero en una vuelta de tuerca m¨¢s del gui¨®n se cambi¨® la localizaci¨®n a un pueblo castellano, expresamente andaluzado para tan fausta ocasi¨®n con rejas y encalados de cart¨®n piedra y falsos flamencos con sombreros cordobeses de feria.
El edificio del Ayuntamiento a cuyo balc¨®n se asomaba el gran Pepe Isbert para pedir una fuente "con chorrito" sufri¨® su ¨²ltima remodelaci¨®n en 1991, una remodelaci¨®n que no ha alterado en exceso su fachada, sobre la que se levanta ahora una especie de palomar destinado a albergar el viejo reloj decimon¨®nico, cuya maquinaria se exhibe orgullosa sobre el hueco de la escalera central. La llegada de los peliculeros cambi¨® la fisonom¨ªa y la vida cotidiana de la villa. Ante el asombro de los vecinos, en la plaza mayor, junto al Ayuntamiento, surgi¨® la fachada de una nueva vieja iglesia de escayola, y en el centro, la mole berroque?a de un humilde pil¨®n sin chorrito.
En el bar restaurante La Central, situado en la plaza, como su propio nombre indica, hay una colecci¨®n de fotograf¨ªas del pueblo que incluye una toma de la fotog¨¦nica plaza mayor de Villar del R¨ªo. En este comedor, indica el mesonero, estaba el taller donde se constru¨ªan los decorados. Hoy el espacio est¨¢ dedicado a la degustaci¨®n del cabrito -especialidad de la casa-, el cordero asado y recios y sabrosos guisos, como el rabo de toro. El mesonero se?ala tambi¨¦n entre la clientela a algunos de los figurantes de la pel¨ªcula, tocados ef¨ªmera y tangencialmente por la fama del s¨¦ptimo arte: "Aquel se?or de all¨ª", dice, "era el ni?o que ped¨ªa a los americanos una bicicleta con timbre".
Ni mister Marshall ni los Reyes Magos han dejado nunca demasiados regalos en el pueblo. Antonio Jim¨¦nez Garc¨ªa, alcalde independiente al frente de una coalici¨®n que desbanc¨® a la anterior corporaci¨®n del PP, se encuentra con un Ayuntamiento endeudado hasta las cejas y con graves problemas de infraestructura: alcantarillado, pavimentaci¨®n y conducci¨®n de agua entre otros. El alcalde, que gobierna con PSOE e IU, tiene su particular relaci¨®n con el cine, como due?o de la ¨²nica sala cinematogr¨¢fica de un pueblo con un censo de 2.357 habitantes, que son 4.000 de hecho y 10.000 en la temporada alta del verano. Los problemas de Guadalix de la Sierra no son de ficci¨®n como los de Villar del R¨ªo, sino dolorosamente reales, tan reales c¨®mo los de aquellos pueblos de Espa?a que Berlanga compendi¨® y comprendi¨® en su filme.
Hubo un tiempo, cuenta el alcalde, en el que en el censo de Guadalix hab¨ªa m¨¢s vacas que pobladores humanos. m¨¢s de cien explotaciones ganaderas, que hoy han quedado reducidas a una veintena y siguen disminuyendo, entre otras cosas, por las dificultades de adaptaci¨®n del sector a las nuevas normativas comunitarias. Este holocausto ritual de reses ha sido para la ganader¨ªa l¨¢ctea espa?ola una aut¨¦ntica hecatombe. Algunas de las supervivientes, estabuladas en un corral a las afueras del casco, miran con resignaci¨®n a los forasteros mientras chapotean entre el barro. Las lluvias que han tra¨ªdo beneficios para el campo han perjudicado la principal fuente de ingresos actual de la villa, la construcci¨®n, pues la adversa meteorolog¨ªa ha interrumpido el trabajo de las cuadrillas. En Guadalix (r¨ªo de los alisos) no hay mucho paro, pero tampoco hay mucho trabaj¨®, porque existen muchos trabajadores aut¨®nomos, sin derecho al desempleo, sobre todo en la construcci¨®n.
El caos arquitect¨®nico se impone sin embargo en las calles del pueblo en una mezcla impersonal que ha ido asfixiando a las antiguas casas de labranza, muchas de ellas modificadas por sus propietarios, que cargaron contra la est¨¦tica en pro de la funcionalidad.
En la lista de los desmanes se incluyen nuevas urbanizaciones de adosados ' cuya denominaci¨®n m¨¢s acertada ser¨ªa la de colonias, como se llamaban hasta hace unos a?os las aglomeraciones de hoteles, que han sido sustituidos hoy por chal¨¦s o psicochal¨¦s (que creen ser chal¨¦s) inevitablemente adosados. Los colonizadores se van asentando aqu¨ª como en tantos otros pueblos de las sierras y las llanuras madrile?as, beneficiados por la mejora de las comunicaciones.
La primera impresi¨®n que recibe el viajero que viene de Madrid al acercarse al pueblo son las pl¨¢cidas aguas de su embalse, llamado de Pedrezuela y reivindicado por los de Guadalix.
Pero la n¨¢utica no es una de las aficiones m¨¢s populares entre los habitantes de este pueblo de cazadores, cuya estampa, presidida por la airosa torre superviviente de su iglesia parroquial, se dibuja en un fondo de cumbres nevadas, casi alpinas en estos d¨ªas, aunque en realidad se trate de la carpetovet¨®nica sierra del Hornillo.
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