Yo soy marbell¨ª
Yo soy marbell¨ª, y donostiarra, y londinense, como todo el mundo sabe, aunque tambi¨¦n pertenezco a las bell¨ªsimas campi?as de Devon, Dartmoor, Cornualles, New Milton, etc¨¦tera. Yo soy ciudadano de San Francisco de California, sobre todo por la parte del Fisherman's Wharf, y soy de Amsterdam, a la par abierta, amigable y silenciosa. Soy de Venecia, inenarrablemente m¨¢gica; de Saint-Germain-des-Pr¨¦s, del Zoco cordob¨¦s, el Sacromonte y el Albaic¨ªn granadinos, la Costa Brava y las Ramblas barcelonesas, del viejo Bocho bilba¨ªno y de la isla de Bali, sea¨²n se va, a trav¨¦s de los arrozales, hacia el Wunung Anung, volc¨¢n sagrado donde habita la m¨¢xima divinidad, tan grande que ya estoy incurriendo en pecado s¨®lo con nombrarla. Y soy gallego lo quiera o no, aunque la verdad es que s¨ª, quiero. En la contraportada de varios de mis libros, alguien imprimi¨®, inevitablemente, aquello de "Joaqu¨ªn Merino, el escritor gallego afincado en Madrid...", y cada vez que asomo la nariz por esos mundos de Dios (me acaba de pasar en Puente Viesgo, de donde, por cierto, tambi¨¦n soy), me aman y me chinchan por tan presunta condici¨®n: "No se sabe si sub¨ªs o baj¨¢is", o "?vaya retranca la tuya, c¨®mo se nota que eres gallego!", o "?qu¨¦ me dices de nuestro cocido monta?¨¦s?, no est¨¢ nada mal, ?eh?, aunque, claro, a lo mejor t¨² echas de menos el vuestro". Y ese vuestro se refiere al de Galicia, desde luego fastuoso, y jam¨¢s al de Madrid, no menos fastuoso, sin que valgan de nada los desmentidos ante esta inquebrantable convicci¨®n nacional. Adem¨¢s, ?para qu¨¦ desmentir nada? A m¨ª, seg¨²n puede colegirse por lo escrito hasta ahora, me importa un r¨¢bano ser de ac¨¢ o acull¨¢. Lo que deseo es ser feliz ac¨¢ y acull¨¢, comer y beber cosas ricas ac¨¢ y acull¨¢, compartir ¨¦xtasis ac¨¢ y acull¨¢.A veces me acuerdo incluso de que soy de Madrid, donde nac¨ª yo y todas mis generaciones paternas y maternas hasta al menos mediados del siglo pasado. Y me gusta. Me gusta tanto como ser de Marbella, de Donosti, de Londres o de Bali. ?Y saben lo que m¨¢s me gusta de mi pueblo natal? El hecho de que siga siendo "la ciudad donde nadie es charnego", digan lo que digan las malas lenguas y no obstante las minoritarios deterioros racistas propios de la ¨¦poca.Seamos de todas partes, ?vale? Conscientes. del privilegio que supone viajar libremente por esos mundos de Dios, conocer pueblos y culturas distintas, culturas, diferentes. Viajar con los ojos abiertos, el alma serena y, el coraz¨®n ni?o, como tantas veces he reiterado en mis charlas-homil¨ªas radiof¨®nicas. Sin prejuicios ni descalificaciones previas basados en la raza, el color, la lengua o tontuna semejante. Lo importante es entenderse con el pr¨®jimo, aunque sea un marciano, y si poseemos un hermoso idioma com¨²n, mejor que mejor. No juguemos a aquello de "m¨ª no comprende", no malgastemos tan gran tesoro, no seamos pueriles, tontitos, insensatos. ?C¨®mo sabremos, c¨®mo s¨¦ yo que soy marbell¨ª, donostiarra, etc¨¦tera. Porque estas ciudades -Marbella, Donosti- me producen paz, alegr¨ªa, sosiego, ganas de cantar. ?Y canto, vaya si canto!, mientras, feliz, me las pateo de arriba abajo. ?Qu¨¦ m¨¢s da haber nacido all¨ª o no?
Lo contrario debe de resultar horroroso. Ser de un solo pueblo, enclaustrarse en ¨¦l de por vida, buscarse enemigos exteriores para justificar la propia moh¨ªnez, la patol¨®gica misantrop¨ªa, los prejuicios cejijuntos o quiz¨¢ simplemente ese pavor a lo desconocido que siempre oculta en su sentina un tremendo complejo de inferioridad. Proyectarse al exterior cargado de revanchismo, ipufI, qu¨¦ l¨¢stima.
Claro que mientras toda esta carro?a interior se canalice por cauces incruentos, all¨¢ ellos, ?pobres! La mayor¨ªa mon¨®gIota y silenciosa, incr¨¦dula, suele encogerse de hombros... acaso demasiado. Peor resultan las cosas cuando el energ¨²meno de turno se proyecta fuera de su autob¨²nker para masacrar maketos por su condici¨®n de diferentes. Peor, mucho peor, cuando convive durante a?os con la so ciedad que detesta y, de pronto, izas!, asesina -valientemente, seg¨²n sus oscuros credos; impunemente, por des gracia, las m¨¢s de las veces- a su, de hecho, convecino: un anciano, un ni?o, un obrero de Vallecas, un inocente.
?Fobias racistas? Jam¨¢s. Yo quiero seguir siendo marbell¨ª.
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