El millardo, esa palabra
L¨¢zaro Carreter se excus¨® por el despacho: "Siento tener que recibirle en un lugar tan t¨¦trico". "Al contrario, es precioso", le respondimos, con total sinceridad. "Bueno, tiene su historia; durante m¨¢s de cien a?os lo han ocupado los directores de la Academia. Sin embargo, encerrarse cada d¨ªa con estos muebles oscuros, esas paredes tapizadas en rojo... Dicen que cubrir los cuartos de rojo es bueno para que brote el sarampi¨®n". En lugar preferente, un gran cuadro del duque de Rivas, el de Don ?lvaro o la fuerza del sino, director que fue de la Academia. En la mesa de trabajo, documentos, libros, a mano los dos tomos del Diccionario de la Academia que llaman de bolsillo. La conversaci¨®n iba larga cuando L¨¢zaro Carreter pronunci¨® millardo, la palabrita fea de reciente aprobaci¨®n, que ha escandalizado a algunos. Reson¨® en la estancia y no se cay¨® el cuadro del duque de Rivas ni ning¨²n otro. Millardo no har¨¢ que se conmuevan los cimientos de la Academia.
La paradoja es que mientras muchos critican a la Academia por millardo y otros cultismos, aceptan cualquier cosa como cultura -incluidas la movida y la discoteca-, y al conocimiento de los cl¨¢sicos y correcto hablar lo llaman despectivamente cultura burguesa. El director de la Academia nos corrige:
-Est¨¢ equivocado: lo llaman filosof¨ªa. Ejemplo: la filosofia de la recogida de basuras por parte del ayuntamiento. Rid¨ªculo, ?no le parece? Hay que dejarlo claro: la cultura es siempre un avance de la zoolog¨ªa humana; lo dem¨¢s ser¨¢n costumbres, no cultura. Si no hay invenci¨®n -que es progresiva- no hay cultura.
En fin: que el millardo produjo gran revuelo, seguramente injustificado, seg¨²n explica L¨¢zaro Carreter:
-Es palabra francesa desde el siglo XIV, italiana desde el XVIII, asimismo alemana, que designa mil millones. El billion norteamericano no es el bill¨®n europeo -un mill¨®n de millones-, sino mil millones. Y al traducir billion por bill¨®n, a los economistas y a los periodistas de Econom¨ªa les sal¨ªan cifras disparatadas.
Era un problema que se ven¨ªa observando desde hace tiempo -sigue explicando Fernando L¨¢zaro- y hab¨ªa que darle una soluci¨®n. El presidente Caldera, miembro de la Academia venezolana, nos pidi¨® que aprob¨¢ramos millardo, pues ya exist¨ªa en Francia, Italia, Alemania e Inglaterra. La palabra es horrenda, ya lo s¨¦, pero introduce en nuestra ¨¢rea cultural un vocablo com¨²n que permite al periodista escribir con absoluta propiedad millardo cuando ha de referirse al billion.
Y a?ade el director de la Academia: "No creo que yo la vaya a utilizar mucho, ¨¦sa es la verdad; no tengo este tipo de necesidades". Y bajando un poco la voz, con una leve expresi¨®n de iron¨ªa: "Aunque quiz¨¢ pueda emplearla alguien cuando hable de los corruptos".
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