"El maltrato al espa?ol es suicida"
JOAQU?N VIDAL Fernando L¨¢zaro Carreter, director de la Real Academia Espa?ola, est¨¢ muy preocupado por la situaci¨®n del espa?ol y su futuro, que agrava el olvido -quiz¨¢ el desd¨¦n-, con que se le trata en los planes de ense?anza. La pr¨¢ctica supresi¨®n de las humanidades y el estudio de la lengua le parecen, sencillamente, "una barbaridad". Es un motivo de inquietud que se a?ade a las m¨²ltiples e intensas tareas de la Academia, a la que L¨¢zaro Carreter ha dado un gran impulso, intentando convertirla -y cree que se ha conseguido- en uno de los principales centros lexicogr¨¢ficos de Europa: 14 millones de papeletas de palabras escritas a mano, informatizadas en tres meses, y ser¨¢n 100 millones dentro de tres a?os; 80 ling¨¹istas trabajando en la casa; la. elaboraci¨®n de la planta del diccionario...
Mil palabras, la mayor parte t¨¦cnicas y cient¨ªficas, en las que trabajan tres comisiones, van a entrar en el diccionario. Los acad¨¦micos las proponen y las estudian en las sesiones de los jueves, reunidos en una sala que ellos mismos llaman la ba?era. Fernando L¨¢zaro Carreter nos la ense?¨®. Abri¨® la puerta y dijo:
-Aqu¨ª es donde limpiamos, fijamos y damos esplendor. Vea la ba?era. Porque no me dir¨¢ que no tiene forma de ba?era.
Se trata de una dependencia tapizada en verde, larga mesa-perif¨¦rica ovalada (la ba?era), sobre la que hay abundante cantidad de libros y carpetas.
-La mesa la dise?¨® Hartzenbusch y adem¨¢s la fabric¨®, pues ten¨ªa carpinter¨ªa.
A estas sesiones no puede asistir nadie que no sea acad¨¦mico, por mandato estatutario. La ¨²nica excepci¨®n fue el Rey don Juan Carlos, en una sola ocasi¨®n y le dijo a Fernando L¨¢zaro que le gustar¨ªa repetir. No es extra?o: las propuestas, los debates, los matices, deben de ser apasionantes.
-Todas las palabras se estudian muy a fondo -dice L¨¢zaro Carreter- Un ejemplo: infierno. Definir el infierno es dificil¨ªsimo y nos llev¨® varias sesiones.
La planta del diccionario es otro de los trabajos prioritarios de la Academia, con toda probabilidad ingente, cuyos resultados ser¨¢n muy positivos para el conocimiento del idioma. Lo explica el director de la instituci¨®n:
-La comisi¨®n de L¨¦xico llevamos trabajando un a?o en la planta del diccionario, que es como los primeros acad¨¦micos llamaron al plan interior del Diccionario de Autoridades. Es decir, c¨®mo se construye el diccionario qu¨¦ tipo de marcas van a llevar las palabras, c¨®mo se ordenan. El actual diccionario est¨¢ hecho por acumulaci¨®n y no puede ser: las acepciones relacionadas han de estar juntas, siguiendo un orden, d¨¢ndoles un sentido cronol¨®gico.
La obsesi¨®n de algunos colectivos por feminizar las palabras ha llegado a la Academia, a la que se acusa de haber hecho un diccionario machista:
-Coincide con el movimiento feminista y la Academia est¨¢ cediendo a esta presi¨®n, pues, en definitiva, el due?o del lenguaje es la gente que lo habla. Pero en ese esfuerzo por feminizarlo todo se est¨¢ llegando a extremos disparatados: de fiscal a fiscala, de juez a jueza...; qu¨¦ ridiculez.
-?C¨®mo pudo admitir la Academia la palabra jueza, tan horrenda e innecesaria?
-Y, adem¨¢s -a?ade Fernando L¨¢zaro-, gramaticalmente incorrecta. La verdad es que se introdujo antes de que yo fuera director y no tengo la menor idea de qui¨¦n la trajo. ?Arquitecto-arquitecta, abogado-abogada? Bien. Pero jueza es realmente espantoso y estamos intentando llegar a un acuerdo para eliminarla del diccionario.
Otro acad¨¦mico nos asegur¨® que hab¨ªa indagado la palabra jueza, sin encontrar qui¨¦n la propuso ni las razones de su aprobaci¨®n. De donde deduc¨ªa: "Se col¨®".
L¨¢zaro Carreter no est¨¢ conforme con esa obsesi¨®n feminista por modificar el vocabulario:
-Es desvirtuar la faz del espa?ol y de las lenguas neolatinas. Palabras comunes en cuanto al g¨¦nero no hay por qu¨¦ alterarlas. Quien propugna semejantes cambios revela su falta de formaci¨®n idiom¨¢tica cultural.
-?Se siente presionada la Academia?
-S¨ª, hay presi¨®n, incluso oficial. El ministerio pidi¨® que di¨¦ramos nombres femeninos a los t¨ªtulos acad¨¦micos que expide y se le unieron las presiones feministas. Hubo mucha discusi¨®n en las sesiones de trabajo, pues se ca¨ªa en contradicciones. Un ejemplo, entre muchos: bachiller-bachillera, cuando en espa?ol bachillera tiene un significado bien distinto a bachiller.
Buen l¨ªo. Porque, precisamente, las mujeres se quejan de que nunca haya habido en la Academia una presencia femenina ni numerosa ni significativa.
-Jam¨¢s hubo una actitud discriminatoria. Nuestra Academia fue la primera que tuvo acad¨¦micas, adelant¨¢ndose en esto a la francesa. Muchas veces consideramos escritoras y nos parece que a¨²n est¨¢n muy en ciernes. Ser¨¢ terrible tener que decirlo, pero es la realidad. ?Que la Academia a veces se equivoca al nombrar los hombres? Quiz¨¢ en casos concretos. Mas no hay empe?o en nombrar s¨®lo acad¨¦micos. Hubo casos sangrantes, como do?a Emilia Pardo Baz¨¢n, que hubiese sido una honra nombrarla acad¨¦mica. Tambi¨¦n es verdad que, as¨ª como ahora trabajan muchas mujeres en el periodismo y en la literatura de creaci¨®n, antiguamente no hab¨ªa tantas. Creo que aumentar¨¢n las mujeres en la Academia cuando las novelistas y las periodistas actuales tengan m¨¢s a?os.
El futuro, en este sentido, no parece muy halag¨¹e?o para las j¨®venes promociones si desde los poderes p¨²blicos se abandona el idioma. La expresi¨®n de L¨¢zaro Carreter se ensombrece cuando le preguntamos por la progresiva supresi¨®n en la ense?anza de las humanidades y la gram¨¢tica.
-Es una barbaridad -dice-. La lengua espa?ola est¨¢ maltratada en los planes de estudios. Es una actitud casi suicida de la sociedad el renunciar a un idioma mejor. Someter a la poblaci¨®n a una pobreza expresiva enorme supone separar personas para que nunca asciendan en la escala social.
Vamos de mal en peor -a?ade L¨¢zaro Carreter-. La muestra del retroceso es que multitud de chicos, incluso universitarios, no entienden el lenguaje del profesor. Son generaciones de j¨®venes mudos, que emplean un lenguaje gestual, interjectivo y de empuj¨®n. Esta situaci¨®n hay que denunciarla. Ya s¨¦ que parecer¨ªa rid¨ªculo si un partido pol¨ªtico inscribiera en su programa semejante reivindicaci¨®n; sin embargo, no ser¨ªa, ni mucho menos, insensato.
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