'Babe'
Basta un segundo para que todo parezca real y no extra?e que hable el cerdito. Se llama Babe y aparece en la pantalla como un h¨¦roe de los de antes, empe?ado en superar las dificultades que impone la naturaleza de la vida. La pel¨ªcula est¨¢ a¨²n en los cines, pero cuando nosotros la fuimos a ver, el viernes por la tarde, los espectadores ya escaseaban. Claro, piensa la gente, una pel¨ªcula para ni?os en la que un australiano loco ha hecho hablar a los animales: ya intentaremos ir un d¨ªa de ¨¦stos con los chicos. Pero luego los chicos est¨¢n mejor en casa, con la televisi¨®n y con los actores de verdad, y queda pospuesta para siempre la aventura de Babe, el cerdito valiente.Y no es una pel¨ªcula para ni?os, en el sentido de que es tambi¨¦n una pel¨ªcula para todo el mundo. La historia es simple, como la propia mirada melanc¨®lica del cerdito y de todos los animales del reparto. Un granjero consigue como premio en una feria un cerdito al que enseguida su mujer, rolliza e insaciable, ve como pata de jam¨®n y como asado suculento; pero entre el cerdito y el granjero se produce un contacto singular, acaso la misma mirada melanc¨®lica que a veces los humanos comparten con los animales, y el destino de Babe cambia por completo.
Como es el ¨²nico cerdo de la granja, Babe hace amistad con los perros pastores, cuya madre lo acoge como un hijo y es quien le llama Babe, y con Fernando, un pato al que Babe llama Nando. Ellos hablan, pero tienen el lenguaje de los animales; comprenden la maldad de los humanos, y a veces la comparten, como en el caso del gato horrible, y aunque deploran sus actividades matarifes conviven con ellos y se hacen cargo de lo dif¨ªcil que debe ser tambi¨¦n la vida del hombre. Babe est¨¢ hu¨¦rfano, como es natural: su madre sigui¨® el destino irreversible de todos los cerdos y ¨¦l derram¨® una l¨¢grima de veras cuando ese instante fat¨ªdico se verific¨® ante sus ojos; la madre de los perros pastores le dio consuelo y gu¨ªa; hasta tal punto que despert¨® en el cerdito la vocaci¨®n de ser perro pastor. No es el ¨²nico que quiere ser otra cosa que lo que realmente es en esta pel¨ªcula de animales que hablan: Nando quiere ser gallo compite con el gallo de la casa para dar la hora un poco antes; el desbarajuste que organiza obliga a la familia a comprar un despertador que Nando intenta desactivar. El cerdito y el pato se hacen aliados y viven las m¨¢s hermosas aventuras de riesgo y camarader¨ªa. Aunque Nando es un pato an¨¢rquico que vive como si el mundo fuera desde el amanecer su enemigo y tiene por el gallo una envidia que desaconsejaba Spinoza -"Por la envidia es afectado el que se entristece por el bien ajeno y se alegra con su mal"-, el cerdito valiente le comprende, pues ¨¦l no quiere ser otra cosa en su vida que un perro pastor. La gran vocaci¨®n. Lo tiene todo en contra, y en primer lugar tiene en contra que es un cerdito. No puede entrar en la casa de los due?os, porque ¨¦se es un privilegio que s¨®lo pueden alcanzar los bien llamados animales dom¨¦sticos. La dificultad, sin embargo, acrecienta el esp¨ªritu competitivo del cerdito, que se empe?a y llega a ser el mejor conductor de las ovejas del granjero. Su m¨¦todo extra?a en la comunidad: no les grita, como hacen los perros pastores, enfurecidos y rabiosos como lobos, sino que las trata de convencer con suavidad y con comedimiento. Al final, les dice, ganar¨¢n todos. En el camino del triunfo el cerdito, como alma noble que es -Don Quijote lo dec¨ªa: "La derrota es trofeo de almas bien nacidas"- disfruta de muchos fracasos, e incluso pudo ver truncada su carrera de perro pastor porque el due?o est¨¢ a punto de aplicarle la pena de muerte. Pero todos le ven, entre los humanos y entre los animales, como un animal que debe sobrevivir.
Circulan multitud de leyendas sobre c¨®mo pudo hacerse esta pel¨ªcula. Y qu¨¦ m¨¢s da.
Es una pel¨ªcula que durante todo el tiempo que transcurre parece que est¨¢ reproduciendo trozos verdaderos de la realidad.
Despu¨¦s sale uno del cine y un golpe de viento urbano nos hace saber que no es m¨¢s verdadera la realidad de la otra parte, y queda en la memoria la melancol¨ªa real de los animales que hubieran querido ser otros animales y no necesariamente humanos.
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