La gravedad y sus leyes
FERNANDO SAVATER
A Paco Tom¨¢s y ValienteCiertas palabras del consejero de Interior vasco Atutxa, en declaraciones radiof¨®nicas efectuadas al calor del asesinato de Fernando M¨²gica, han reavivado una de esas pol¨¦micas que c¨ªclicamente retoman en tomo a las posibles soluciones de la violencia en Euskadi (como la farsa tr¨¢gica que all¨ª se representa dura tanto, todo vuelve una y otra vez: no con jubilosa afirmaci¨®n nietzscheana, sino con la nauseabunda rutina de lo bestial). Atutxa ha planteado un dilema algo confuso (pero tampoco est¨¢n las cosas como para cog¨¦rsela con papel- de fumar): o bien ilegalizar KAS, Jarrai, Gestoras Pro Amnist¨ªa, Egizan y dem¨¢s servicios auxiliares de ETA, considerando delincuentes a quienes ejerzan el papel de portavoces de tales organizaciones y en su nombre asistan a ruedas de prensa, lean comunicados, convoquen manifestaciones, etc¨¦tera, o bien legalizar velis nolis las dichas siglas, hacerlas pasar por el registro de asociaciones y que declaren sus fines, para luego exigir las debidas responsabilidades jur¨ªdicas a sus mandamases si cometen delitos o cooperan con los que cometen sus primos del amosal. Francamente, esta propuesta dilem¨¢tica es un verdadero l¨ªo, porque no resulta f¨¢cil entender c¨®mo puede ilegalizarse lo que nadie se ha tomado la molestia de legalizar ni c¨®mo se obligar¨¢ a pasar por vicar¨ªa a quienes han elegido por buenas razones estrat¨¦gicas la uni¨®n libre.Y sin embargo, yo entiendo sumamente bien la perplejidad embarullada de Atutxa (un hombre firme y decente atrapado por un mecanismo diab¨®lico, cuya importancia en el puesto que ocupa no s¨¦ si valoran justamente todos los. ciudadanos de este pa¨ªs), y creo que merece la pena comprender la petici¨®n de auxilio que ha lanzado, aunque se equivoque en su planteamiento literal. Seg¨²n yo lo interpreto, lo que Atutxa quiere decir es que para defender la legalidad -es decir, los derechos de los ciudadanos y su seguridad-, hay que tener clara certeza de que tal legalidad tiene perfiles n¨ªtidos y est¨¢ plenamente vigente tambi¨¦n en el Pa¨ªs Vasco. Porque la sospecha generalizada entre la mayor¨ªa de los vascos es que vivimos desde hace a?os en un estado de excepci¨®n encubierto.
No es un estado de excepci¨®n a lo franquista, policial y sin garant¨ªas jur¨ªdicas como los de triste memoria, sino un estado de excepci¨®n terrorista, criminal, totalitario y ultranacionalista. Este nuevo estado de excepci¨®n tambi¨¦n suspende los derechos de los ciudadanos (el derecho a expresarse libremente sin recibir amenazas, el derecho a protestar en la calle por cr¨ªmenes y secuestros sin ser hostigados por los criminales y los secuestradores, el derecho a, no pagar chantajes en forma de impuestos revolucionarios, el derecho a vivir en ciudades o pueblos en los que hordas de b¨¢rbaros -todos muy majos eso s¨ª- no quemen los autobuses, destruyan las cabinas de tel¨¦fonos, rompan los cristales de los comercios desafectos, den palizas a los transe¨²ntes o eleven monumentos en la v¨ªa p¨²blica a sus colegas ca¨ªdos en la noble tarea de asesinar a convecinos). En cambio, este estado de excepci¨®n t¨¢cito parece proteger derechos ins¨®litos: el derecho a intimidar a los dem¨¢s, el derecho a ensalzar cr¨ªmenes y beatificar criminales, el derecho a denunciar a las fuerzas de] orden y encubrir a las del desorden, el derecho a destruir los s¨ªmbolos pol¨ªticos legales que se desaprueban, el derecho a imponer por la fuerza la discusi¨®n de ideas pol¨ªticas que por las buenas no logran refrendo mayoritario y sobre todo el derecho a ser respetados como v¨ªctimas comport¨¢ndose como verdugos. Como todo estado de excepci¨®n, ¨¦ste provoca tambi¨¦n desmoralizaci¨®n en la gente corriente -"m¨¢s vale no llamar la atenci¨®n, que te la cargas"- y en algunos apasionados suscita ganas incontenibles (aunque por ahora casi siempre contenidas) de pagar a los agresores con su misma moneda. ?Comprenden ahora por qu¨¦ Atutxa se muestra preocupado e intenta discernir de alg¨²n modo en la confusi¨®n entre lo legal, lo alegal, lo ilegal y lo criminal? Intenta acabar de una vez con el estado de excepci¨®n.
. Con la serena agudeza mental que concede ver los toros desde la barrera, se le ha reprochado lo insostenible de su planteamiento: no son las siglas las que delinquen, sino las personas; lo que corresponde es aplicar la ley y hacerla cumplir, no modificarla, etc¨¦tera. Todo muy razonable. Yo mismo he sostenido desde hace a?os que no hay que ?legalizar nada ni a nadie en el Pa¨ªs Vasco, sino todo lo contrario: legalizar lo existente, es decir, obligar a entidades, individuos y medios de comunicaci¨®n a respetar las leyes que deben estar tan vigentes en Euskadi como en cualquier otro lugar del Estado. Y sin embargo, es evidente que tal legalizaci¨®n, deseable y necesaria, no tiene lugar. Tomemos, por ejemplo, el delito de apolog¨ªa del terrorismo. Como no soy jurista, desconozco su exacto perfil penal, pero supongo que lo cometer¨¢n quienes escriben art¨ªculos diciendo que los etarras son los m¨¢s ilustres hijos de Euskal Herria y un modelo para la juventud, quienes gritan "iETA, m¨¢talos!, quienes exhortan a la poblaci¨®n a que no coopere con la polic¨ªa para detener a un comando asesino, etc¨¦tera. En fin, cosas que pasan todos los d¨ªas. La pregunta es: ?conocen ustedes a muchos, a algunos, a alguien condenado por apolog¨ªa del terrorismo? Por lo visto, en los casos aenunciados siempre prevalece el derecho a la libertad de expresi¨®n. ?No es un poco raro?
A do?a Ana Garc¨ªa Obreg¨®n se la puede condenar por haber ofendido al padre de su ni?era, a la ni?era de su padre o algo as¨ª; en cambio, quienes hace una semana, ante la concentraci¨®n donostiarra que pide la libertad de los secuestrados y a pocos metros de donde acababa de ser asesinado Fernando M¨²gica, utilizaron un excelente servicio de megafon¨ªa para leer el ultim¨¢tum "democr¨¢tico" de ETA mientras amenazaban de muerte a los concentrados... ¨¦sos se fueron a cenar tan contentos, hasta la semana que viene. Repito: ?no es un raro?
Digan lo que digan los oportunistas y los imb¨¦ciles, la situaci¨®n en el Pa¨ªs Vasco no s¨®lo es grave, sino grav¨ªsima: hoy m¨¢s que ayer, pero menos que ma?ana. Los dem¨®cratas no queremos un r¨¦gimen de terror para nuestro pa¨ªs, sino que acabe el terror reinante. Queremos que se condene a quienes torturan, a quienes secuestran o a quienes asesinan en supuesta defensa de la legalidad, pero queremos que la legalidad sea real y eficazmente defendida. No queremos que se suspendan los derechos de nadie, sino que se hagan respetar los derechos de todos: me refiero a los derechos de los ciudadanos con nombre y apellidos, carne y, ?ay!, sangre, no los derechos de entidades colectivas cuyo nebuloso perfil es como el carro de la diosa Kali, cuyas ruedas trituraban a sus fieles y tambi¨¦n a los incr¨¦dulos. No hace falta ser juez o abogado para saber que las garant¨ªas del Estado de derecho no fueron inventadas para destruir el derecho ni el Estado. Y eso es lo que hoy est¨¢ ocurriendo, d¨ªa tras d¨ªa, en el Pa¨ªs Vasco. De modo que yo no s¨¦ si habr¨¢ que hacer lo que propone Atutxa, pero es evidente que algo habr¨¢ que hacer y pronto. En caso contrario, se est¨¢ propiciando que la mayor¨ªa ciudadana se desespere y acabe convencida de que debe defenderse por s¨ª misma, al margen de lo legal, lo ?legal y lo alegal. Sencillamente, as¨ª no podemos ni debemos seguir.Fernando Savater es catedr¨¢tico de ?tica.
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