Historia y raz¨®n: la Espa?a plural
Francisco Tom¨¢s y Valiente estaba intelectualmente muy bien pertrechado para comprender el nuevo Estado de las Autonom¨ªas que instaura la Constituci¨®n de 1978. Por un lado era historiador del Derecho, con una dedicaci¨®n muy especial al Derecho p¨²blico del Estado moderno. Por otro lado, era hombre de formaci¨®n racionalista. Pod¨ªa, por tanto, comprender las complejas razones hist¨®ricas de la nueva Espa?a constitucional as¨ª como las necesidades a las que debe servir un Estado a fines del siglo XX.En efecto, el Estado de las Autonom¨ªas s¨®lo puede consolidarse si sabe combinar el pluralismo cultural y la integraci¨®n pol¨ªtica, ambos producto de la realidad hist¨®rica, con la funcionalidad propia de una realidad estatal a la altura de la Europa de fines del siglo XX. Si falla alguna de estas vertientes, el Estado de las Autonom¨ªas se desequilibra.
A ambas, Tom¨¢s y Valiente las tuvo muy presentes en su labor de magistrado constitucional, contribuyendo de manera muy principal a una jurisprudencia que hizo operativa la institucionalizaci¨®n y articulaci¨®n del nuevo, Estado de las Autonom¨ªas. Aport¨® sus conocimientos hist¨®ricos, su confianza en la raz¨®n y en las razones, es decir, en la raz¨®n argumentada; y, tambi¨¦n, sin duda, su sentido pr¨¢ctico y su sentido com¨²n, ambos sazonados con su inmensa curiosidad de intelectual interesado por todo.
Sus opiniones sobre esta materia se han plasmado especialmente en su largo informe a la VI Conferencia de Tribunales Constitucionales Europeos de 1984, que fue posteriormente publicado como pieza separada bajo el t¨ªtulo de El reparto competencial en la jurisprudencia del Tribunal Constitucional en 1988 y tambi¨¦n, entre otros, en sus Escritos sobre y desde el Tribunal Constitucional (1993).
Es en este ¨²ltimo libro que denuncia, como hombre de raz¨®n, el gran peligro que supone el nacionalismo. "Todo nacionalismo esencialista es funesto. Las esencias son terribles porque ni es f¨¢cil saber racionalmente en qu¨¦ consisten, pues no son objetos de experiencia sino de creencia ( ... ) y exigen fidelidades en cuyo nombre es v¨¢lida la coacci¨®n, la violencia, la guerra. Las esencias son puras y absolutas. Las naciones concebidas de este modo se convierten en divinidades en cuyos altares vale el sacrificio de quienes no las adoran, en ¨ªdolos que no toleran la tolerancia".
El monstruo irracional que denunciaba -y que sigue vivo- es el autor intelectual del asesinato de tan querido maestro y amigo.
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