Las metamorfosis de Franz Psoe
El color pertenece al pasado. Lo saben los buenos fot¨®grafos, los renovadores directores de cine, y tambi¨¦n Steven Spielberg cuando se pone en serio. Y lo sabe Franz Psoe, el cerebro kafkiano de la campa?a socialista.Franz Psoe ha conseguido su primer ¨¦xito public¨ªstico. Que se hable de su v¨ªdeo, aunque sea mal, y que, de paso, se olvide la dichosa producci¨®n de serie gore de HB. En el v¨ªdeo del PSOE no aparecen psicokillers con serruchos, pero hay un bicho dentro. Es puro mensaka, un huevo duro, est¨¦tica de realismo sucio, de dalia negra, un contraste rotundo con la pl¨¢stica ed¨¦nica y psicod¨¦lica del 82. En esta campa?a no hay hippies. Adem¨¢s de Carmen Alborch, que es fija de Mamas and the Papas, la ¨²nica un poco hippy es Cristina Alberdi, la ministra que lleg¨® en autostop a M¨¢laga y que se presenta por California. Pero, como avanz¨® Aznar y confirmaron los modistas en la Pasarela Cibeles, lo que se lleva en esta campa?a es la mujer-mujer, la candidata acosadora, de mucha pierna e instinto b¨¢sico.
El PSOE est¨¢ tumbado boca arriba en la habitaci¨®n de Kafka. Da la impresi¨®n de que no quiere ganar, sino advertir, con ese toque de cinema expresionista, de fotodocumentalismo, en el que Felipe Gonz¨¢lez encarna el bondadoso y orondo antifascista comedor de omelettes a las finas hierbas de Sostiene Pereira y Aznar un austriaco malo de Sonrisas y l¨¢grimas. Dos exageraciones para preparar el terreno. ?sa parece la intenci¨®n, que la dualidad quede en la retina del electorado para reandar el camino en el futuro.
El gran inconveniente de estas elecciones es que s¨®lo puede ganar uno. El Partido Popular. Los m¨¢s conspicuos perros guardianes de la opini¨®n p¨²blica saludan ya al nuevo presidente. La posibilidad de que los electores no se comporten como es debido, alterando las proporciones ya establecidas, crear¨ªa una situaci¨®n sumamente inc¨®moda. Hay un 12% de indecisos que s¨ª van a votar. Si ese. 12% se inclinara finalmente por los socialistas, llevar¨ªan tortazos hasta en el carn¨¦ de identidad. Ser¨ªan sucesivamente abroncados por Aznar, por Anguita, por los muy independientes perros guardianes y, probablemente, por el propio PSOE. "?C¨®mo nos hab¨¦is hecho esto? ?Es que est¨¢is locos? ?La que se va a armar ahora! Con lo bien que se estaba en la cama de Kafka".
Pase lo que pase, es el fin de un ciclo y los personajes que lo protagonizaron afrontan su metamorfosis. As¨ª ocurre con Narc¨ªs Serra. Ha probado por fin las uvas de la ira y las paladea. ?l, paradigma del canciller de terciopelo, un sagaz florentino ninguneado en Madrid, ha descubierto con placer la gestualidad de los duros, el erotismo del estilo canalla, bizquea felino a la c¨¢mara y alza el dedo ¨ªndice en direcci¨®n a ?lvarez Cascos, " ?ah, pu?etero!", donde quiera que est¨¦ ese malvado. Ha mejorado mucho Narc¨ªs Serra tras los sopapos en la Corte.
Alfonso Guerra, por el contrario, se ha pasado a la saudade, a la meditaci¨®n trascendental. Le preguntan por el PSOE y recita un haiku bot¨¢nico."?Y d¨®nde va uno con un ¨¢rbol que s¨®lo tiene ramas? Las ramas son un acompa?amiento del tronco, jam¨¢s la esencia del ¨¢rbol". Le preguntan por Felipe y cuenta el cuento de Navidad que Harvey Keitel cuenta en la pel¨ªcula Smoke. Le preguntan por Mahler y responde con Bruckner. El viernes, en Vigo, en su primer mitin de campa?a, le llam¨® -a Aznar el innombrable. Nada m¨¢s. Dicen qu
e estuvo duro. No es cierto. Era el p¨²blico el, que cre¨ªa que Guerra estaba duro. Es comprensible. Nadie les ha explicado que Alfonso Guerra, aquel Alfonso Guerra, ya no existe.
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