La pianista nonagenaria
Carmen Moro, que pase¨® el cupl¨¦ por los locales de todo Madrid, se retira a los 88 a?os,
Hay ancianos que se deprimen por los achaques o porque se encuentran solos. A Carmen Moro, una veterana pianista de 88 a?os, lo que le deja el ¨¢nimo por los suelos es ver en lo que se ha convertido la noche madrile?a. "Es un aburrimiento", suspira mientras juguetea con la copa de an¨ªs -mezclada con agua- que todas las noches toma en el Rinc¨®n del Arte Nuevo, el local de la calle de Segovia, en pleno centro de la ciudad, donde ha tocado el piano durante 16 a?os, desde que se inaugur¨® hasta hace unos meses.A este bar, que est¨¢ en el n¨²mero 17 de la calle, le debe el nombre por el que muchos la conocen: La chica del 17, t¨ªtulo tambi¨¦n de un famoso cupl¨¦ que a Carmen le ha tra¨ªdo suerte. Interpretando esa canci¨®n gan¨® el primer premio, el pasado 27 de octubre, en el programa de Televisi¨®n Espa?ola El sem¨¢foro, dirigido por Narciso Ib¨¢?ez Serrador. La marchosa abuela consigui¨® un mill¨®n de pesetas.
Esta mujer peque?a, delgada y ¨¢gil rompe con la imagen de la ancianita tradicional que se acuesta temprano y se conforma con la espor¨¢dica visita de los nietos, o de la otra, m¨¢s actual, que viaja con el Inserso. Necesita m¨¢s marcha que todo eso y se queda, sin dudarlo, con la noche madrile?a, a la que no piensa renunciar mientras no le fallen las piernas. Carmen, que vive sola -"bueno, con un p¨¢jaro que no p¨ªa"-, confiesa que el secreto para no perder forma f¨ªsica est¨¢ en no privarse de las cosas buenas de la vida, "de comer, de dormir, de novios, sobre todo de esto ¨²ltimo", dice ri¨¦ndose.Sus militares
Si su marido, o su padre, ambos militares, comandante y capit¨¢n, respectivamente, levantaran la cabeza, menudo disgusto se iban a llevar. Educada en el pacato ambiente que rodeaba a las se?oritas de la Espa?a de principios de siglo, los padres de Carmen aceptaron costearle la carrera de piano sin sospechar siquiera que la ni?a aprovechar¨ªa sus conocimientos musicales para meterse a artista.
Aunque esto ocurrir¨ªa muchos a?os despu¨¦s, en el Madrid de la posguerra, cuando Carmen, que enviud¨® en el a?o 1946, se encontr¨® con la exigua paga y tres ni?os de corta edad. "Yo no hab¨ªa trabajado en mi vida. Estudi¨¦ piano porque me gustaba, sin ¨¢nimo de dedicarme a ello profesionalmente. Adem¨¢s, una mujer no pod¨ªa trabajar en un caf¨¦, porque estaba muy mal visto. No se con consideraba decente. Nos ten¨ªan a las mujeres demasiado encogidas y vigiladas, con los ojos cerrados. iSi hasta me cre¨ªa que los artistas no eran de carne y hueso!". Carmen espabil¨® a la muerte de su marido. "La pensi¨®n no me daba ni para pagar la casa -viv¨ªa en General Ricardos- y encima estaba embarazada de tres meses. Empec¨¦ cogiendo hu¨¦spedes hasta que decid¨ª aprovechar mis conocimientos de piano".
No le result¨® dif¨ªcil encontrar trabajo. Madrid, seg¨²n cuenta, estaba inundada de academias que ense?aban a cantar y a bailar, y el piano era el acompa?amiento imprescindible. "Las academias estaban llenas. Yo he tocado para Antonio Gades, Rafael de C¨®rdoba, el Rafael con hache, Lola Mores, El Pesca¨ªlla, para much¨ªsimos artistas... Hablo de hace 50 a?os, cuando hab¨ªa tanto trabajo que nos rogaban para que les ayud¨¢ramos en los ensayos". Al principio de los a?os setenta, la famosa cupletista Olga Ramos la contrat¨® para que amenizara las cenas en su local Las Noches del Cupl¨¦. Aqu¨ª se solt¨® la melena y de vez en cuando le hac¨ªa la competencia a la jefa y se arrancaba cantando cupl¨¦s, pasodobles y lo que hiciera falta.
"Yo la hice un poco de sombra porque, con tener peor voz, tengo el car¨¢cter mucho m¨¢s abierto", afirma. Diez a?os estuvo con Oiga, hasta que en 1980 fue contratada para tocar en un nuevo local: El Rinc¨®n deI Arte Nuevo, que ella inauguro. "Hace 15 a?os esto se llenaba todas las noches. Ahora hay d¨ªas que no vienen nada, mas que seis personas, y a la una. de la madrugada. No s¨¦ por qu¨¦ el ambiente ha deca¨ªdo. tanto. Quiz¨¢ sea por la inseguridad. A m¨ª me han tirado dos veces viniendo a trabajar. En una ocasi¨®n me rompieron un brazo. Ahora nunca llevo, bolso".
A pesar de los peligros de la calle, Carmen no falta a su cita en El Rinc¨®n casi cada noche. Todos los d¨ªas coge el autob¨²s n¨²mero 50, que la lleva y la trae hasta Marqu¨¦s de Vadillo, donde reside en la actualidad. "Los conductores del autob¨²s ya la conocen y a veces hasta la esperan un poco por si se ha retrasado", comenta uno de los camareros. Echa mucho de menos sus actuaciones, pero la edad le ha obligado a retirarse. "Ahora no trabajo porque el jefe dice que soy muy joven", ironiza, aunque no le importa reconocer la edad, e incluso se pone a?os.
Es admirable escucharla: "Tengo 120 a?os. Soy una de las viejas m¨¢s viejas de Madrid. Sin embargo, cuando veo a otros viejos, no me parece que yo sea de esa generaci¨®n". Envidia la libertad que tienen las chicas actualmente: "Cuando las veo que salen solas a las tres de la madrugada me quedo con la boca abierta. Bueno, ya no, porque lo he digerido todo. Y lo que m¨¢s envidio es la cantidad de amigos y novios que una joven puede llegar a tener ahora. ?Qu¨¦ suerte!"
La veterana y vivida pianista se lamenta porque ya no la dejan tocar el piano: "He llegado a tener grietas en los dedos de la cantidad de horas que trabajaba. Pero era feliz. Ahora. me han quitado la vida. Pero yo. voy a seguir viniendo al Rinc¨®n del Arte Nuevo, porque ¨¦sta es mi verdadera casa".
Todav¨ªa, si est¨¢ en vena, la ancianita se sienta al piano y se arranca con las teclas, si alg¨²n cliente se lo pide. "Pero la verdad es que ya no hay mucha gente a la que le interese mi m¨²sica, porque el cupl¨¦ est¨¢ muerto", concluye.
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