Campa?a vac¨ªa, voto resignado
A UNA semana de las urnas, todo parece decidido. La primera mitad de la campa?a, en la que se ha hablado m¨¢s de v¨ªdeos que de propuestas, no parece haber modificado la actitud del electorado. La distancia de nueve puntos entre el probable ganador y su inmediato seguidor parece garantizar al PP, si no necesariamente la mayor¨ªa absoluta, s¨ª la suficiente como para gobernar.En ausencia de incertidumbre, el partido de Aznar procura hacer una campa?a de baja intensidad: m¨¢s atenta a no cometer errores que a anotarse tantos. Los socialistas no consiguen romper esa din¨¢mica. En 1993 lo hicieron con los debates televisivos, que pusieron de relieve la existencia de proyectos y actitudes diferentes. Ahora, ni unos ni otros ofrecen otra cosa que descalificaciones del contrario (incluyendo la acusaci¨®n de que el otro s¨®lo ofrece descalificaciones y no ideas). No se discute sobre pensiones sino sobre si es conveniente discutir de pensiones; y lo mismo respecto al terrorismo, a la financiaci¨®n auton¨®mica, a la reconversi¨®n del peque?o comercio, a las reformas econ¨®micas pendientes. No se debate, se ridiculiza. El resultado es la paradoja ins¨®lita de que el n¨²mero de ciudadanos que desean que gane el PP es menor que el de electores dispuestos a votar a ese partido. Y lo mismo ocurre en el caso del PSOE. Se votar¨¢ contra algo antes que a favor de algo: con m¨¢s resignaci¨®n que entusiasmo.
Desde las generales de 1993 el PP habr¨ªa aumentado sus votos en cerca de un 25%, y el PSOE habr¨ªa perdido casi el 15% de los suyos. Porcentualmente, la mayor subida ser¨ªa la de Izquierda Unida (IU), que aumentar¨ªa sus sufragios en cerca de un 30%, aunque quedar¨ªa todav¨ªa muy lejos del sorpasso imaginado por Anguita. En 1993 Felipe Gonz¨¢lez consigui¨® movilizar en el ¨²ltimo momento a un sector del electorado potencial de la izquierda, tal vez un mill¨®n de personas, que dudaba entre votar al PSOE, hacerlo por Anguita o abstenerse. Ello fue probablemente el resultado de la percepci¨®n -a trav¨¦s sobre todo de los debates cara a cara- de que, Aznar pod¨ªa ganar realmente. Favoreci¨® ese efecto la p¨¦sima situaci¨®n econ¨®mica: si hab¨ªa que hacer una pol¨ªtica de ajuste duro, mejor que la hicieran los socialistas. Por lo mismo, la buena situaci¨®n econ¨®mica actual favorece ahora el cambio de mayor¨ªa.
A los socialistas les han faltado reflejos para entender que, si bien un debate como el que propon¨ªa el PP -con Anguita en medio- ten¨ªa riesgos, ninguno era comparable al derivado de que no hubiera ning¨²n debate, que era lo que de verdad quer¨ªa Aznar. El asunto de los v¨ªdeos electorales exhibidos por el PSOE es tambi¨¦n revelador de esa falta de reflejos: los dos que han suscitado la pol¨¦mica tienen en com¨²n alertar sobre los negros presagios que amenazar¨ªan a la democracia si ganase el PP. Sin embargo, plantear eso despu¨¦s de 13 a?os en el gobierno es tirar piedras al propio tejado: si quienes llegaron para consolidar la democracia no han conseguido evitar que un simple cambio de mayor¨ªa signifique poner en peligro las libertades es que han fracasado en toda regla.
Afortunadamente, las cosas no son as¨ª, y ni siquiera la tendencia a la simplificaci¨®n justifica ese manique¨ªsmo que viene a decir que si no mandan los nuestros es el sistema el que corre peligro. Pero es cierto tambi¨¦n que el PP -o el sector de sus dirigentes m¨¢s receptivos a los requerimientos de la prensa cavernaria y demag¨®gica favorece ese manique¨ªsmo, socialista con el suyo sim¨¦trico. Aznar ha cabalgado la ola antisocialista, benefici¨¢ndose de la influencia de tales sectores, pero una vez en el gobierno tendr¨¢ que elegir entre tomar distancia de esos demagogos o dejarse arrastrar por ellos.
Porque su victoria es casi segura, Aznar est¨¢ obligado a la claridad. Las frases de dise?o no podr¨¢n sustituir a las propuestas que debe tener en la cabeza alguien que tendr¨¢ que dirigir el Consejo de Ministros. Algunos debates, como el televisado de Rato con Borrell con Francisco Frutos como testigo casi a¨¦reo-, demuestran que es posible ilustrar a los ciudadanos con algo m¨¢s que las vaguedades de las plazas de toros. Pero ser¨ªa conveniente que de aqu¨ª al domingo Rato y Aznar se pusieran de acuerdo sobre si rebajar¨¢n o no las cotizaciones a la Seguridad Social; y tambi¨¦n que alguien informe a Aznar de que, si no llega a ser por la reforma del sistema de pensiones contra el que vot¨® su partido en 1985, la Seguridad Social habr¨ªa entrado en quiebra; y, en fin, que Mayor Oreja le explique que no es lo mismo poner plazos a la reinserci¨®n de los presos etarras que implantar el cumplimiento ¨ªntegro de las penas.
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